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José Rodríguez,

vecino de Segorbe (Castellón), ha hallado una misión pacífica para los cañones, y ha fabricado uno de más de dos metros de longitud que funciona con pólvora y que dispara caramelos. Lo utilizará en las próximas fiestas de su tierra. El cañón reproduce una pieza de la época de la guerra de la Independencia. Puede desmontarse en un minuto y quedar reducido a piezas. El fabricante no quiere que el cañón abandone el pueblo a pesar de las ofertas que ha recibido, algunas de ellas francamente sustanciosas. El quiere que se quede en Segorbe como ejemplo de la dulzura improbable de las armas.

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