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La saga de los Pepín

Cuentan que, cuando José Fernández (Pepín) iba a ver al consejero delegado del Banco Hispano Americano para pedirle anticipos, con el fin de comprar las casas cercanas a Sederías Carretas, el banquero Andrés Moreno le decía: «Usted, si le dejan, llega a Callao. Tardó años en cubrir con sus almacenes de Galerías Preciados esos centenares de metros, pero llegó a dicha plaza y a muchas capitales españolas.Hoy, sin embargo, los Pepín ya no son Galerías Preciados. El padre, con 89 años., está postrado en la sala de espera de la muerte. Un hijo dimitió como vicepresidente de la empresa en febrero pasado, vendiendo su paquete de acciones. El otro hijo, todavía vicepresidente, así como el cuñado de éste, sólo tienen una participación mínima en el negocio que creó su padre, aunque se sienten en el Consejo de Administración.

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Este consejo, en otro tiempo encarnado por la familia Fernández. trató el pasado viernes sobre las noticias que atribuyen a los almacenes alemanes Horten, participados por la multinacional inglesa British American Tobacco la minoría más grande en el capital de Galerías Preciados. Aunque de lo hablado en el consejo no se desprende si los extranjeros quieren tomar la gestión o simplemente especular con el paquete, según la información que ha trascendido, todas las esperanzas parecen puestas en que alguien con experiencia y modos internacionales continúe la reestructuración de la empresa, iniciada hace dos años bajo la dirección del Banco Urquijo.

Lo más significativo, al margen de que los extranjeros se hagan con el control de la empresa, es que ha caído ya una forma de hacer grandes almacenes. Esas empresas, hasta hace poco personalistas, que simbolizan el acceso de grandes masas al consumismo, tienen que afrontar nuevos aires. La expansión de los años cincuenta y sesenta en busca de maximizar el beneficio, apoyada en éste, se hizo en los setenta de forma desordenada y sin perspectiva de futuro. Alguno de los responsables de aquellos años ha tratado de pasar la pelota a otro, diciendo que la longevidad de Franco le llevó a olvidar que este no era el eterno. que los costes de personal y financieros Iban a requerir cada vez mayores beneficios en el nuevo escenario.

Paralelamente, mientras se realizaba en Galerías dicha expansión, el entonces todopoderoso Pepín, considerado genio y mago por familiares y extraños, no vio que le había llegado el momento de preparar su sucesión. Cuando los años le empezaron a separar del negocio, sus dos hipotéticos sucesores y el representante de la hija se trabajaban el futuro por separado y aceptaban la dispersión de poderes, sin que el padre se inclinara por ninguno de ellos.

Las deudas crecieron y el Banco Urquijo, que había financiado la expansión, emergió como el más poderoso. Su responsabilidad de principal acreedor y accionista le llevó a promover la necesaria reestructuración, pero los aciertos en este campo ajeno no son fáciles. Los grandes almacenes europeos donde ha ocurrido algo similar han declinado, y los pujantes grandes almacenes están en Norteamérica, donde la banca no se mete a tendera. La mayor cadena alemana, a Karstadtt, está en poder del Deutsche Bank, como los Rinascente italianos o los Gelmoi suizos dependen de otros bancos.

En este contexto, el accionista extranjero es una esperanza. Quienes hoy hacen Galerías quieren que pase a ser realidad. Que así sea. Porque de esa esperanza depende el futuro de 10.000 familias.

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