Adultos responsables
Hay noticias que estamos tristemente acostumbrados a leer y tragar como cualquier anuncio publicitario. La cercanía a los hechos y el contacto personal nos hacen despertar tantas veces y, si hay medio adecuado, gritar a todos que ya está bien. Basta ya de hipocresía y crueldad.El niño Antonio López Ovejero, nacido en Cáceres, el día 8 de diciembre de 1966, ha caído víctima de un tiro en el cuello cuando, al parecer, intentaba robar en un polideportivo, según fuentes de la Policía Municipal de Madrid. La noticia, en EL PAÍS del pasado día 2, decía así: « Detenido varias veces por presuntas actividades delictivas. Un joven de trece años, muerto por la Policía Municipal cuando asaltaba un polideportivo». Las bastardillas son nuestras.
Tenemos delante de nosotros en estos momentos la hoja de residente de Antonio de cuando estuvo entre nosotros por espacio de un año. La fotografía, con su cara sonriente de once años. Y va a hacer también un año que vino a visitarnos con otro compañero. Recordamos lo que nos decía de su vida, lo flojo que iba en los estudios, lo difícil que veía sacar algo en limpio, puesto que en el colegio sólo estaría hasta los dieciséis años, etcétera. «Sólo nos queda la calle», decían los dos. Nada de violencia, ni resentimiento en su rostro y sus palabras, y sí mucho de sentirse desprotegido, derrotado antes de tiempo.
Su muerte nos lo hace más entrañable, más niño y más inteligente que todos nosotros, que siempre confiamos que estos niños puedan tener como suyo algo más que la calle. Pero, sobre todo, su muerte, aún disfrazada del cliché de la delincuencia juvenil, nos dice que la sociedad que formamos los buenos y de quien son portavoces la Prensa, radio y televisión, es cruel y ciega con tantos niños marginados. Niños que, lógicamente, pueden morir a causa de las balas que les sorprenden en su molesta marginación, y niños que sólo cuando nos estropean la calle pidiendo limosna consiguen que la calle se limpie sin preguntarnos dónde irán, de dónde vienen y qué otra calle será la suya.
En EL PAÍS de este mismo día en que aparecía la noticia de la muerte de Antonio López Ovejero, en primera página, y en torno al problema que afecta y preocupa a todo el país, la neumonía tóxica, se dice: « Detenidos los presuntos responsables de la comercialización del aceite tóxico industrial». ¡Esto es demasiado!
¿Cómo se puede llamar a un niño de catorce años, autor de presuntas actividades delictivas, y que asaltaba un polideportivo, y decir hojas antes que los presuntos causantes de la muerte de tantas personas son responsables de comercialización de un tóxico?
Ya va siendo hora de reflexionar y mirar a un niño como lo que es, por muy molesto que nos resulte, y de llamar por su nombre a los -adultos que roban, matan y se ríen de todo el pueblo soberano.
En EL PAÍS del día siguiente, 3 de julio; se dice que se abre una investigación para aclarar los hechos que dieron lugar a la muerte de Antonio López Ovejero. Bien venida sea la investigación. Sólo unos interrogantes: ¿se llegará a aclarar auténticamente todo? ¿Se informará adecuadamente, es decir, con verdad, de ello? ¿Se exigirán responsabilidades, si las hubo? De cualquier manera, nada de esto devolverá la vida a Antonio.
Terminamos esta carta con algo que nos sale del alma:
Antonio, perdónanos por haberte matado entre todos y encima ponerte ese triste epitafio de delincuente y asaltador. La sonrisa de tu fotografía nos estremece, y la rabia nos sube con calor mientras desconocemos la cara seria de tantos adultos que matan y quedan protegidos por el entramado social./ Director de la Residencia Juvenil Antonio Machado, de .
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