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Calvo Sotelo, en París

Leopoldo Calvo Sotelo se va a Francia para estudiar con Mitterrand la posibilidad de un mejor entendimiento a nivel de Gobiernos y también de pueblos. París, desde que el anterior presidente de la República se convenció que su vecino del sur no aceptaba la protección, se puso fuera. de juego. Y desde esa posición trató de incordiar y perjudicar a la consolidación de la democracia que, afectada muy directamente por el terrorismo independentista y por la crisis económica que alimenta el desempleo, se ve muy sola, cuando no rechazada, en una comunidad internacional que parece la recibe con los recelos lógicos de un cuerpo extraño. ( ... )(...) En verdad, las relaciones hispano-francesas son un ejemplo vivo de mala vecindad. Paris, por razones nunca bien explicadas, siempre entendidas, sigue mostrando su enemiga a una España que trata de levantarse del mundo del subdesarrollo para buscar horizontes de libertades ciudadanas y mejor calidad de vida; y continúa dando cobijo a comandos etarras que exigen el impuesto revolucionario y asesinan con un tiro en la nuca o ametrallando por la espalda. No ignora que en suelo francés hay campos de entrenamientos y guaridas apropiadas para asaltar, en medio de la mayor impunidad, a una nación que desea paz y progreso; y hace oídos sordos a las sentencias de los jueces que señalan el límite entre lo que es refugiado político y delincuente común. A veces la actuación de las autoridades galas parece inspirada por el deseo de que España continúe, por los siglos de los siglos, débil, postrada, como finca de la Europa rica y civilizada. Y ello ha perjudicado enormemente el despegue de las relaciones económicas, que en los últimos tiempos acusan síntomas de asfixia. (...)

2 de julio

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