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Schmidt asegura que la coalición gobernante se mantendrá en el poder hasta 1984

El canciller federal alemán, el socialdemócrata Helmut Schmidt, asegura que la coalición social-liberal (SPD-FDP), que gobierna en Bonn desde hace más de once años, se mantendrá en el poder hasta el final de la legislatura en 1984, aunque cada día surgen nuevos focos de crisis que debilitan al Gobierno federal. Precisamente ayer, Schmidt tuvo que prescindir de uno de sus ministros para intentar resolver la crisis que afecta a su partido.

El ministro adjunto de Asuntos Exteriores, Klaus von Dohnanyi, ha sido enviado a Hamburgo para suceder al alcalde dimisionario, Hans Ulrich Klose. La misión de Dohnanyi en la ciudad hanseática es conseguir la unión del SPD para que el partido no pierda las elecciones regionales del próximo año.Al hablar de la crisis que afecta a su partido y a la coalición gubernamental, Schmidt declara en una entrevista concedida al editor del semanario liberal Die Zeit cuál es el límite que no está dispuesto a rebasar: el canciller no permanecerá al frente del Gobierno si para aprobar una ley tiene que recurrir a un solo voto de la oposición democristiana (CDU/CSU). Un toque de atención, uno más, a los potenciales rebeldes en la fracción socialdemócrata en el Bundestag.

La otra clave de la permanencia de Schmidt al frente del Gobierno en la RFA no está en Bonn, sino en Washington. El canciller federal ha unido su suerte política a la iniciación de negociaciones de desarme entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Schmidt añadió que estas negociaciones tendrán que realizarse con «el serio objetivo de una reducción recíproca» de armamentos. No valen unas simples conversaciones formales, tendrán que ser negociaciones serias. Más de uno se pregunta en Bonn si los norteamericanos quieren realmente esas negociaciones de desarme. La jugada de Schmidt al poner su existencia política en manos de Washington puede ser peligrosa y animar a algunos políticos del otro lado del Atlántico a dejar caer al canciller socialdemócrata y provocar en Bonn un cambio de Gobierno, con unos democristianos que no pondrían muchas dificultades a la hora de estacionar los cohetes Pershing 2 y los Cruise en el territorio federal alemán.

El astuto ex secretario general del SPD, Egon Bahr, se dio cuenta del peligro que encierra la declaración de Schmidt y se apresuró a advertir a Estados Unidos que no puede considerar la RFA como un satélite, y que «el que quiera mandar al SPD a la oposición apoyado en cuestiones de seguridad y del doble acuerdo de la OTAN tiene que darse cuenta de que la oposición cerrada del SPD, en ese terreno cambiaría a la RFA, que dejaría de ser el aliado estable que se necesita».

Con la discusión sobre los nuevos cohetes atómicos de la OTAN empieza a articularse en la RFA un fuerte movimiento pacifista, que los partidos tradicionales son incapaces de integrar. A pesar de la formación de este movimiento pacifista, el motivo más inmediato de la quiebra de la coalición en Bonn podría surgir a la hora de discutir el reparto de los escasos recursos económicos el próximo otoño.

Crítico otoño

La difícil situación económica que atraviesa la RFA se refleja inmediatamente en una fuerte disminución de las posibilidades financieras del Estado. A la hora de repartir las cargas entre sus respectivas clientelas políticas, puede estallar el conflicto que ponga fin a la coalición. Muchos coinciden en señalar como período crítico el próximo otoño, cuando empiecen las discusiones sobre el presupuesto de gastos del Estado para 1982.Los socialdemócratas son los más afectados por la política guernamental de evitar lo peor.

En los últimos meses, el SPD ha perdido: el Gobierno de Berlín oeste, que ejercía desde hacía más de veinticinco años; el jefe de Gobierno de Hamburgo, Hans Ulrich Klose, que no admitió la política de energía nuclear que le querían imponer; el candidato socialdemócrata en el Estado de Schleswig-Holstein, Klaus Matthiesen, que tampoco se siente identificado con la política energética de su partido. En el Estado de Hesen, el presidente del Gobierno, Holger Boerner, hace equilibrios para imponer a las bases del partido la ampliación del aeropuerto de Francfort y el programa de energía nuclear.

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