El Ulster y la situación económica dominan la campaña electoral en Irlanda
Nueve presos norirlandeses -cuatro de ellos en huelga de hambre- se presentan a las elecciones generales de mañana en la República de Irlanda. El manifiesto electoral del Fianna Fail, el partido del primer ministro irlandés, Charles Haughey, comienza diciendo que «nuestra prioridad es lograr, por medios políticos, una Irlanda unida», añadiendo que «Irlanda del Norte ha fracasado como entidad política».
No obstante, el problema norirlandés no está teniendo en la campaña electoral toda la resonancia que Haughey hubiese deseado, ya que pide una mayoría en el Dail (Parlamento) para resolverlo. El partido de la oposición, el Fine Gael, encabezado por Garrett Fitzgerald, quien para llegar a una solución prefiere hacer una Irlanda atractiva para los protestantes, está logrando que en primer término se hable de las cuestiones económicas de Irlanda, donde el paro es de un 11% y la inflación de un 21%.
Haughev cuenta, sin embargo, con el impulso que le supuso la cumbre de Dublín de diciembre con su colega británica, Margaret Thatcher. En un comunicado conjunto, los dos jefes de Gobierno acordaron revisar «la totalidad de las relaciones entre las dos islas», contemplando «posibles nuevas estructuras institucionales», términos suficientemente claros para Haughey y para provocar la ira de los seguidores del extremista protestante lan Paisley, y suficientemente confusos para permitir al Gobierno una libertad de maniobra.
Una teoría que ha circulado en los últimos tiempos es que Thatcher accedió a firmar este comunicado para recompensar a un primer ministro irlandés que se estaba mostrando muy cooperador con los británicos en la lucha contra el terrorismo republicano, aprovechando para neutralizarle así en la cuestión de las huelgas de hambre. No resulta, pues, sorprendente, que las recientes declaraciones del secretario británico para Irlanda del Norte, Humphrey Atkins, diciendo que intentará lanzar una iniciativa política para avanzar hacia una solución, hayan sido mal acogidas por Haughey. No obstante, las conversaciones angloirlandesás parecen el intento más serio de los últimos tiempos de crear un marco para el futuro del Ulster.
La Prensa británica se ha hecho eco de la cuestión, iniciando un debate que, sin duda, se prolongará. En el dominica The, Observer, su antiguo director y ex-ministro irlandés de Asuntos Exteriores, Conor Cruise O'Brien, ha sugerido una nueva partición del Ulster, redistribuyendo su población.
En una polémica declaración, el líder de la izquierda del laborismo, Anthony Benn, ha señalado que las tropas británicas deben retirarse del Ulster para dejar paso a un contingente de las Naciones Unidas. El socialdemócrata David Owen prefiere una solución en el contexto de la Comunidad Europea. Todo esto muestra que hay serios esfuerzos por reflexionar sobre un problema que le cuesta anualmente a Londres unos 185.000 millones de pesetas.
Un estudio laborista
Más importantes parecen las conclusiones que proximamente presentará un grupo de estudios del Partido Laborista, dirigido por el presidente de dicho partido, Alexander Kitson. En ellas se recomienda que el partido se declare sin ambigüedades a favor de una Irlanda unida, si bien, se precisa, a esta meta habrá de llegarse con el acuerdo de las partes interesadas. Coincidiendo con lo dicho por Merlyn Rees, ex ministro laborista para Irlanda del Norte, el grupo de estudios sugiere la revisión de la garantía dada al Ulster por el Gobierno británico, en 1973, de que para un cambio constitucional se requerirá su aprobación por una mayoría de la población norirlandesa, de la que dos tercios son protestantes. Los laboristas piensan que éstos se escudan detrás de la garantía para oponerse a compartir poderes con la población católica.
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