De charanga y fusil
La España de charanga viene trocando, últimamente, en fusil su pandereta. Y así está ocurriendo que, cuando no se trata de un feroz y ciego ataque, se argumenta el fácil pretexto de la defensa. Ya no basta viajar en coche oficial para sentirse amenazado, un simple utilitario puede confundir a la colaboración ciudadana y acabar humeante en cualquier cuneta. Claro que si usted viajaba dentro debe disculparlos, la sociedad acosada sólo busca su defensa, y en la obcecación se pueden cometer errores. Consuélese, en el fondo trataban de protegerle.Como trata de protegerle ese alto político del partido en el Gobierno a quien no le basta un solo cadáver en la plaza de Cataluña y hubiese preferido que fuesen diez; tal vez confundió el asalto con una partida de bolos. Si los políticos que nos dirigen piden sangre, qué no habrán de pedir sus enfervorecidos partidarios?
Será preciso, pues, armarse de banceras blancas para caminar entre tanto fuego cruzado. Entre salvadores y protectores, uno, en su modestia, no acaba de ver dónde se esconde la prometida España de la rabia y de la idea.
