Uno de cada tres menores, de 24 años consume o ha consumido droga en España
Uno de cada tres españoles menores de veinticuatro años es o ha sido alguna vez consumidor de drogas; uno de cada quince, en el caso de los niños menores de catorce años, según los informes presentados en las IV Jornadas Nacionales de Toxicología, que se clausuraron el miércoles en León. Paradójicamente, los parados gastan hasta ocho veces más dinero en drogas que los jóvenes trabajadores o los estudiantes, y todos ellos, salvo un exiguo 4,10%, se autocalifican políticamente como pasotas o de izquierdas.
En algunas facultades, como Medicina o Biológicas, el porcentaje de población estudiantil adicta a las drogas blandas supera el 50% en los varones y el 25% en las mujeres, pero de ellos sólo un 2% afirma gastar más de mil pesetas mensuales, frente a casi un 20% de los consumidores en paro, que aseguran invertir entre las 5.000 y las 10.000 pesetas. Según el director del Instituto Nacional de Toxicología, Guillermo Tena, este es un hecho especialmente grave en las circunstancias por las que atraviesa el país: «demuestra que una de las causas por las que los jóvenes se dedican más a la toxicomanía es la de no hacer nada».Las estadísticas corresponden a una encuesta realizada por encargo de la comisión interministerial de lucha contra la drogadicción. De acuerdo con la citada encuesta, los jóvenes consumidores de drogas españoles se reparten a partes iguales entre los que afirman pasar de la política -un 48,8%- y los que se califican como de izquierda o de extrema izquierda -un 47,1 %-, mientras que sólo un 3,5% se declaran «de centro» y un 0,6% «de derechas». Esta, sin embargo, es una clasificación poco válida para los investigadores, que prefieren hacer su propia interpretación de los resultados: «Lo que pasa es que ahora hay un momento en España en que, si se es de derechas, lo asimilan a uno a un extremista de derechas, pero el señor que está un poco en la derecha generalmente dice que «pasa de política», lo que diluye un tanto las tendencias supuestamente ácratas de los encuestados.
Otro de los apartados que resaltan los responsables del Instituto de Toxicología es la general aceptación de las drogas blandas frente al alcohol, que un 60,3% consideran como más perjudicial.
«Eso en la juventud está clarísimo. Desde el punto de vista físico del mal, indudablemente el alcohol es más grave que algún tipo de drogas de las que se dicen blandas. Sin embargo, este es un mal anclado en la sociedad al que ya no se le pueda dar marcha atrás. Lo que no justifica, sin embargo, ir para adelante en el consumo de otras sustancias que también son perjudiciales».
Por último, preocupa a los responsables del Instituto de Toxicología la campaña de promoción del consumo de drogas que se está llevando a cabo siguiendo los más clásicos clichés comerciales: «Nosotros conocemos desgraciadamente este asunto y podemos decir que evidentemente no se trata sólo de comerciantes extranjeros. Son los grandes trustes, que respaldan y mantienen el tráfico de drogas eh el mundo, a los que interesa distribuir en los primeros momentos drogas blandas para captar clientes y sentar la base de su negocio. Eso se hace en todas partes sin distinción alguna, por lo que es incierto decir que España en este tema sea diferente al resto de los países de Europa».
La droga, fácil
Casi una cuarta parte de los consumidores adquieren las drogas en locales públicos, y todos ellos declaran no haber tenido problemas para acceder a ellas. Los encuestados que no las han probado creen que tampoco tendrían dificultades para hacerlo. Solamente los menores de catorce años se desvían de los canales normales de comercialización por razones exclusivamente de edad.El informe señala también que las sustancias que suelen consumirse por primera vez son el hachís y la marihuana, y los que las probaron declararon haberlo hecho por curiosidad, por el placer de lo prohibido o «para no hacer el ridículo con los amigos». Solamente un 4,2% dijo hacerlo «para escapar de los problemas». Un elevado porcentaje de los jóvenes, el 27,8%, declararon también no haber sentido nada al probar la droga.
En cuanto al riesgo de dependencia respecto a este tipo de sustancias (hábito), resultan paradójicos algunos aspectos de los informes oficiales. Así, a partir de los veinticuatro años, la mayor parte de los encuestados afirma haber abandonado la droga, otros afirman no haberse planteado esta posibilidad, y apenas un 2% declaran que les sería muy difícil dejarla. Esta tendencia comienza a presentarse a partir de los quince años, mientras que en los niños, de doce a catorce años, el porcentaje de los que tienen dificultades para prescindir de la droga es hasta ocho veces superior, lo que preocupa especialmente a los investigadores.
Estos basan sus propuestas de lucha contra la drogadicción en una «información adecuada» sobre las consecuencias que acarrea el creciente consumo de tales productos y, en menor medida, en la represión legal o policial. Esta postura tiene mucho que ver con la actitud de los jóvenes frente al problema: «El consumo de droga blanda se aprecia por los jóvenes encuestados como un hecho normal, absolutamente reconocido sin polémica, en torno al que no experimentan ningún conflicto». Por el contrario, lo que sí experimentan es «una profunda incomprensión por parte de la sociedad en relación con el hecho del consumo de droga, incomprensión que si no se trata de salvar mediante la clarificación oportuna, ahondará aún más la distancia existente entre la sociedad y la juventud».
El problema universitario
Los estudios sobre consumo de drogas entre estudiantes universitarios arrojan cifras muy superiores a las de los informes del Instituto Nacional de Toxicología. Las estadísticas realizadas hasta ahora por la facultad de Medicina de Oviedo dan una incidencia de hasta el 52% en algunos centros, como Biológicas, la propia facultad de Medicina y las escuelas universitarias de enfermería.Según este estudio, el 44% de los alumnos varones de Biológicas y el 50% de la Escuela de Enfermería, eran consumidores de cannabis; el 3% y el 2%, respectivamente, de cocaína; el 10% y el 4%, de alucinógenos; el 5% y el 7%, de opio; el 2% y el 7%, de heroína, y el 3% y el 2%, de derivados mórficos. A estos porcentajes deben añadirse los correspondientes al consumo de tranquilizantes y sedantes, que se realiza en gran parte de los casos de forma simultánea a los anteriores.
La espectacularidad de estas cifras se justifica, en opinión de los directores del estudio, en el mayor conocimiento de las drogas que tienen los alumnos de estos centros y «en que las tienen más a mano».
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