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El espantajo de la campaña

Si usted comete alguna vez un error, admitiendo que eso pueda ocurrir, no se lamente, no baje la guardia y, sobre todo, no caiga en la poco viril tentación de pedir excusas. Si alguna vez se equivoca, si en cierta ocasión incurre en una falta u omisión, aunque lo haya hecho con plena consciencia, lo primero que debe hacer es convencerse firmemente de que alguien o algo distinto de usted tiene la culpa.Si además sucede, y esto es por desgracia inevitable, que alguien osa acusarle por su falta, niéguese a aceptar sin mas el papel de reo, haga frente al atrevido acusador y procure convertirse de perseguido en perseguidor. Para ello, rece con todas sus fuerzas para que alguien muy relacionado con usted, algún miembro de su familia, de su profesión, de su medio, sufra una desgracia irreparable en esos días, a ser posible que sea asesinado por un villano o por un orupo terrorista. Si tiene esa suerte, ya no hay nada que temer: limítese a gritar a todos los vientos que todo ello ha ocurrido porque se ha lanzado una injusta campaña contra usted, sus amigos o sus compañeros. Si no la tiene, no se calle. Diga lo más alto que pueda que eso bien pudiera ocurrir si no son silenciadas, de una vez por todas, las voces que están atrayendo sobre usted, sus amigos, su familia o sus compañeros la atención de esos asesinos o de esos terroristas.

Es el «espantajo de la campaña». Si sabe utilizarlo en el momento adecuado no le fallará. Es especialmente recomendable para el caso de que el agente agresor pertenezca a la familia de los periodistas, asociaciones cívicas o contribuyentes defraudados. Para lograr el efecto deseado, usted cuenta con la inapreciable colaboración de un caldo de cultivo convenienteni ente preparado: una sociedad atemorizada por otras muertes y otros asesinatos, una situación de crispación generalizada que nada tiene que ver con su caso, pero que predispone al público a creer más en sus mistificaciones que en la denuncia que puso en funcionamiento tan deleznable sistema de defensa.

Mientras las ETAS y los GRAPOS sigan matando; mientras usted, como una cran parte de los españoles, siga perteneciendo a la cada vez más vasta especie de víctimas potenciales de la violencia, política o no; mientras la sociedad civil no sea rearmada moralmente para hacer frente no sólo a la violencia, sino al chantaje permanente con el que se pretende manlatarla so pretexto de luchar contra esa violencia; mientras todo eso continúe ocurriendo, y parece, por desgracia, que será todavía durante largo tiempo, nadie tendrá valor suficiente para acusarle por un error o una falta, sobre todo si es usted un servidor del Estado o ejerce una actividad pública, porque el eventual denunciante correrá el riesgo de ser perseguido por lo que en cualquier sociedad civilizada, sometida o no a las embestidas del terrorismo, no es sino el ejercicio de un deber cívico elemental. Si, a pesar de todo, algún incauto comete la fatal imprudencia de hacerlo, ya sabe el remedio: el «espantajo de la campaña». Puede usarlo de inmediato, porque ya está suficientemente agitado.

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