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El príncipe Carlos intenta evitar que se publiquen sus diálogos telefónicos

El príncipe Carlos de Inglaterra obtuvo ayer una orden judicial para intentar evitar la publicación en el Reino Unido de unas supuestas transcripciones de las conversaciones telefónicas que mantuvo desde Australia con su novia, ladi Diana Spencer, y su madre, la reina Isabel II.

Las grabaciones ilegales fueron realizadas el mes pasado, durante la estancia del príncipe en el rancho de su amigo Sinclair Hill, a unos 450 kilómetros al noroeste de Sydney . Las transcripciones de las cintas fueron facilitadas a un periodista británico, Simon Regan, quien ya ha conseguido enfurecer a la familia real en más de una ocasión. Es el autor de la nada respetuosa biografía titulada Carlos, el príncipe payaso.Regan guardó los folios en una caja fuerte bancaria de la capital australiana y dio orden a sus agentes de que intentaran vender el material. La primera publicación que mostró interés en el tema fue el semanario alemán Die Aktuelle, una revista femenina de la República Federal de Alemania (RFA). Al parecer, el semanario ha pagado ya cuatro millones y medio de pesetas por las transcripciones.

Según todos los indicios, las grabaciones fueron realizadas por un funcionario de la telefónica de ideas republicanas y con un objetivo puramente político: evitar que el príncipe Carlos sea nombrado gobernador general de Australia.

Si bien algunas de las conversaciones no pasan de ser tradicionales diálogos entre los novios, existen al parecer referencias de mal gusto en relación al primer ministro de Australia, Malcolm Fraser.

La Prensa británica ha puesto el grito en el cielo a la hora de condenar al autor de las grabaciones y al periodista, pero existen indicios de que algunos de los vespertinos más populares estarían dispuestos a publicar las transcripciones una vez que aparezcan en la revista alemana.

El gabinete del príncipe, el Foreign Office y la Embajada británica en Bonn han realizado gestiones para intentar evitar la publicación.

A pesar de que el ministro de Comunicaciones de Australia, Ian Sinclair, afirmó ayer que las transcripciones podrían ser falsas, la familia real solicitó, y obtuvo, una orden judicial encaminada a evitar su publicación en el Reino Unido.

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