Disputa entre México y Estados Unidos por uno de los mayores depósitos submarinos de petróleo del mundo
La disputa por uno de los mayores depósitos petrolíferos del mundo, que los expertos sitúan en aguas profundas del golfo de México, se esconde tras la decisión del Senado norteamericano de posponer indefinidamente la ratificación del convenio sobre límites marítimos entre Estados Unidos y México. El tratado fue suscrito el 4 de mayo de 1978 por los respectivos cancilleres, Cyrus Vance y Santiago Roel, y ratificado por el Senado mexicano el 20 de diciembre de ese mismo año. Tres años después, el Senado de Washington no se ha informado aún suficientemente sobre el tema, y cualquier decisión parece retrasarse indefinidamente.
La explotación de esta bolsa de hidrocarburos, a más de 3.000 metros de profundidad, está hoy fuera de cualquier planteamiento económico, pero el alza constante en el precio de los crudos y el progresivo agotamiento de los depósitos terrestres permite asegurar que antes de finalizar el siglo se habrá iniciado la prospección a grandes profundidades.La implícita negativa estadounidense al convenio de fronteras marinas parece encaminar las relaciones entre los dos vecinos a una nueva etapa de distanciamiento. La Secretaría mexicana de Relaciones Exteriores ha expresado en una fría nota su esperanza de que el Senado de Estados Unidos termine por aprobar en sus términos actuales un tratado que no ha hecho sino aplicar técnicamente el principio internacional de equidistancia entre las costas de los dos países.
Los antecedentes de este convenio se remontan a la ampliación por parte de México de su zona económica exclusiva hasta las doscientas millas marinas, en línea con decisiones similares adoptadas ya por la mayoría de las naciones costeras. Esto obligó a redefinir las fronteras marítimas con Estados Unidos tanto en el Caribe como en el Pacífico.
La negociación se limitó a una tarea meramente técnica, una vez que ambos Gobiernos habían aceptado previamente trazar su frontera sobre el mar, de acuerdo con el principio de equidistancia de) sus respectivas costas. Desde el 4 de mayo de 1978 se ha aplicado con carácter provisional, sin que haya dado origen a incidentes. Esto permite a la cancillería mexicana afirmar que no existen, por tanto, razones que aconsejen su modificación.
Intereses de las grandes compañías
El Senado norteamericano ha preferido, sin embargo, guiarse hasta ahora por los intereses económicos de las grandes compañías petroleras, que tratan de asegurarse a toda costa el acceso a esta presunta gran bolsa de hidrocarburos.El poder de las sociedades petroleras se ha mostrado hasta ahora muy superior al de destacados senadores, diplomáticos e industriales pesqueros estadounidenses, que se han pronunciado por la aprobación del tratado. La pérdida de posibles hidrocarburos en el golfo de México sería contrarrestada, en su opinión, por la concesión de importantes bancos pesqueros en el Pacífico. Al margen de esto, la negativa de Estados Unidos supondría desconocer sus propios convenios internacionales en materia de límites marinos y las ventajas que pudieran obtenerse en el Caribe se volverían en su contra en otros mares.
A pesar de estos informes, el comité acordó por unanimidad de sus quince miembros proponer al Senado la ratificación del convenio, por entender que la línea divisoria propuesta obedece a un planteamiento equitativo y defiende los intereses estadounidenses en materia de pesquerías y minerales del lecho oceánico.
Las compañías petroleras tuvieron mejor éxito ante el Pleno del Senado, que, haciendo caso omiso de la propuesta unánime del comité, decidió posponer indefinidamente la cuestión en espera de obtener nuevos datos.
Lo que, desde el punto de vista mexicano, resulta inaceptable es que los senadores norteamericanos se basen únicamente en intereses económicos para rechazar un tratado que no ha recibido ninguna objeción de principio. De ahí que el secretario general del Partido Socialista de los Trabajadores, Rafael Aguilar, haya manifestado que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses.
Los descubridores de estos «intereses» petroleros estadounidenses en el golfo de México fueron los geólogos Emery y Skinner, quienes en el transcurso de investigaciones realizadas en 1977, en plena negociación del tratado, descubrieron a profundidades de 3.000 metros carbón orgánico y sedimentos, lo que les llevó a asegurar que en esa zona se encuentra uno de los mayores depósitos de hidrocarburos del mundo.
Esta hipótesis sería apoyada más tarde por el experto John Hunt, quien añadió que en la actualidad ya está desarrollada en lo esencial la tecnología que permite explotar petróleo a grandes profundidades. Incluso la compañía estatal mexicana Pemex ha desarrollado una tecnología experimental para extraer petróleo a más de mil metros.
No son, pues, razones técnicas, sino económicas, las que hasta ahora impiden el aprovechamiento de los fondos oceánicos. Algo que las grandes compañías norteamericanas, como US Steel y Lockheed, ya están dispuestas a Iniciar con una inversión de 3.000 millones de dólares (264.000 millones de pesetas) en prospección y explotación de minerales en aguas profundas.
No es sólo petróleo lo que se disputa en el golfo de México. Minerales estratégicos como manganeso y níquel parecen encontrarse en grandes cantidades, lo que ha hecho manifestar al diputado mexicano Jorge Montufar que Estados Unidos esconde en el tema intereses militares. El senador mexicano Fausto Zapata considera finalmente que, si el Senado estadounidense se niega a firmar el tratado, es mejor dejarlo estar que aceptar un texto reformado. «Sería renunciar al futuro y ceder ahora lo que puede ser el potencial petrolero más importante del país a finales de siglo».
Los informes de un grupo de geólogos norteamericanos han sido decisivos en la actitud del Senado de Washington. El ex profesor de Geología Marina de la Universidad de Princeton y miembro de la Academia Norteamericana de Ciencias Hollis D. Hedberg se pronunció ante el Comité senatorial de Relaciones Exteriores contra el convenio, ya que «haría perder innecesariamente a Estados Unidos casi toda la parte noroccidental de aguas profundas del golfo de México -alrededor de 25.000 millas cuadradas-, zona que podría incluir la más prometedora condición prospectiva de hidrocarburos en toda la costa de Estados Unidos».
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