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Las elecciones anticipadas de mañana en Suráfrica reforzarán el poder del primer ministro, P. W. Botha

Poco más de dos millones de surafricanos blancos acudirán mañana a las urnas en las novenas elecciones generales anticipadas convocadas en este país, en medio de una cierta confusión del electorado en cuanto a los objetivos reales de la votación. El Parlamento surafricano fue disuelto a principios de febrero pasado, probablemente debido a una división del partido gobernante sin precedentes en la historia de Suráfrica. Entonces fueron convocadas elecciones generales anticipadas.

El motivo oficial de la consulta es la aparente necesidad en que se encuentra el primer ministro, P. W. Botha, de llevar adelante un plan de reformas del sistema de segregación racial que, no obstante su extraordinaria moderación, ha encontrado la oposición del ala dura (Verkramptes) de los afrikaners.Botha, que accedió al poder al retirarse el anterior primer ministro, B. Vorster, no ha sido nunca elegido en las urnas. La necesidad de convocar elecciones anticipadas para un primer ministro que dispone de la casi absoluta mayoría en el Parlamento parece demostrar, según los surafricanos, que en realidad en este país lo que cuenta no es el Parlamento, sino el núcleo directivo del Partido Nacional, dividido sobre la política reformadora.

Aunque se puede dudar del interés de unas elecciones surafricanas, éstas por lo menos tienen un lado divertido, lúdico. Lúdico blanco, claro está. El duro Herstgte Nasionale Partel (HNP) considera comunistas a los del Partido Nacional (NP) del primer ministro Botha. El diputado Nothnagel, del NP, mostraba contrito al país, en la piscina de su jardín, las decenas de carteles electorales suyos que habían sido invadidos por sus adversarios del HNP, que, con rojísima pintura, le habían estampado encima una enorme hoz y martillo.

Lo paradójico de la situación es que para el NP, a su vez, los comunistas son los del Partido Progresista Federativo (PFP) del profesor Van Zyl Slabbert, que en España pasarían bien por esa derecha civilizada y fraguista.

Estas elecciones no serían dignas de atención si no fuera porque, incidentalmente, la presión de varios señores del ala dura afrikaner contra las reformas afectarán a dieciocho millones de negros que ni pinchan ni cortan en ellas, pero que pagarán las consecuencias del voto.

Apoyo internacional

Los surafricanos duros se sienten hoy con mayor capacidad de maniobra en lo que a la situación internacional respecta: un especialista en cuestiones internacionales de Johannesburgo decía a EL PAIS: «Tenemos Administración Reagan en Estados Unidos para diez años, y otros tantos a la Thatcher en Inglaterra».Occidente, añadía, no apretará a Suráfrica, aunque es evidente que a cambio «nos pedirá que sigamos adelante con nuestras reformas moderadas». Las Naciones Unidas, sin el apoyo de los cinco países occidentales que realmente cuentan, no harán nada más de lo que ya han hecho, y la OUA no pasará nunca de condenas verbales, agregaba el experto.

El mismo optimismo parece existir en lo que al problema de Namibia concierne. El enviado especial norteamericano Chester Crocker ha propuesto a Suráfrica la convocatoria para Namibia de una conferencia constitucional al estilo de las de Lancaster House para Zimbabue. Esta propuesta no ha sido hecha pública aún en Suráfrica para favorecer la postura del primer ministro, Botha, frente a la extrema derecha de su partido y del HNP, que se opone a cualquier modificación del statu quo en Namibia.

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