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"Quiero devolver a los franceses el control de sus vidas"

François Mitterrand, el candidato socialista a la presidencia de la República francesa, tras cuarenta años de vida política, llega al final de una larga marcha, que coronará en el palacio del Elíseo o con su retiro definitivo, tras los escrutinios de los próximos días 26 de abril y 10 de mayo. En estas vísperas decisivas de su acción pública hizo las siguientes declaraciones exclusivas a EL PAIS.

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François Mitterrand un De Gaulle de izquierdas

Pregunta. ¿Cuál es para usted la significación más importante de estas elecciones, tanto en el plano nacional como internacional?Respuesta. Devolverles su papel a Francia y su posibilidad a un pueblo afectado por la crisis, el paro, las desigualdades, la pulverización de las libertades. Hay que despertar a Francia en torno a un proyecto de conjunto, hacer de nuestro país un ejemplo por la organización de sus relaciones sociales, y ello empezando por aportar respuesta a las grandes cuestiones que han de afrontar nuestras sociedades. control de las técnicas para que sirvan al hombre, lucha contra el hambre y por él desarrollo del Tercer Mundo, realización de una civilización urbana y desarrollo de las comunicaciones entre los hombres. En resumen, devolverles a los hombres y a las mujeres de nuestro país el control de su vida, su derecho a la responsabilidad frente a la concentración de los poderes económico y político, son los objetivos que yo me he fijado. Pero, antes de nada, luchar contra el paro y sus consecuencias dramáticas.

Así, una Francia en movimiento podrá hablar alto y justo en la escena internacional en la que las tensiones aumentan por instigación de las superpotencias, convirtiendo a los pueblos del Tercer Mundo en puros pretextos geoestratégicos y despreciando sus libertades y su futuro.

P. Usted continúa preconizando la Unión de la Izquierda, a pesar de los ataques repetidos y feroces del PCF contra los socialsitas y contra usted peersonalmente. En consecuencia, ¿piensa que le votarán los comunistas en la segunda ronda?, y, en el mismo sentido, ¿entiende usted que ha llegado el momento en Francia de conjurar esa especie de cuadratura del círculo consistente en que «con los comunistas no se puede hacer nada y sin ellos tampoco»?

R. Los electores comunistas son una parte apreciable de los franceses que sufren la política de la derecha, la pérdida del empleo, la disminución del poder adquisitivo, los sacrificios solicitados siempre a los mismos, a los más débiles, a los más desheredados. ¿Por qué cree usted que estos franceses deseen la continuación de la misma política?

Para ellos también siete años de Giscard es mucho, y catorce sería demasiado. Por lo que se refiere a los dirigentes del PCF, me importa más saber lo que pueden hacer que lo que pueden desear.

P. ¿Por qué estima usted qué esta vez va a ser elegido presidente?

R. Por un razonamiento simple: ¿Cuántas personas de las que votaron por mí en 1974 tienen interés en votar por Giscard en 1981? ¿Y cuántas personas decepcionadas por él están dispuestas a ofrecerle de nuevo su confianza?

Por lo demás, creo que las ideas socialistas han avanzado en Francia y han aumentado su influencia, su capacidad de convencer y de gobernar. Esto también cuenta.

P. Supongamos que Franpois Mitterrand sea elegido: ¿Qué representaría esto esencialmente para Europa?

R. Existen reivindicaciones conjuntas del movimiento sindical europeo, como la reducción del tiempo de trabajo. Por este camino, que todo el mundo reconoce es el que ayudaría a reducir el paro, Francia favorecería el que Europa avanzara en el sentido del progreso y de la justicia social. Otro ejemplo: la reforma de la política agrícola común que yo propongo reposa en la posibilidad de favorecer las pequeñas y medianas explotaciones familiares más que las grandes, productoras de excesos costosos. La intensificación de la política regional, la realización de una verdadera política industrial, también deben apuntar a poner Europa al servicio de los europeos y no al contrario.

En otro aspecto, la convención europea contra el terrorismo reposa en el derecho más que en los medios de represión. Sobre todas estas cuestiones es posible, incluso indispensable, que Europa avance si se desea evitar que se estanque en una simple zona de libre cambio.

P. En la Europa actual, ¿es posible realizar una política más avanzada, en el sentido de la justicia y de la libertad, que la practicada por los países socialdemócratas?

R. La idea de justicia en esos países reposa en el reparto de los beneficios del crecimiento.

Y mientras esto último duró se consiguieron resultados impresionantes. La crisis plantea nuevos problemas que algunos socialistas, como los austríacos, controlan con cierto desahogo, pero que otros no los dominan tan fácilmente. Para los socialistas frances, lajusticia y la igualdad deben referirse, al mismo tiempo, al reparto de los beneficios, a la reducción de las desigualdades, al crecimiento de las responsabilidades de los trabajadores y de los ciudadanos. Esto conlleva un reparto del poder.

P. ¿Cómo analiza usted al hombre Giscard y a su política?

R. Su balance es negativo, su política es creadora de injusticias y, de desigualdades, Francia se ha rebajado. Digamos que lo que parece preferir es el poder por el poder y sus fastos, a veces equívocos.

P. Usted habla con frecuencia de Europa del Sur o mediterránea. ¿En qué se traduciría esa idea si usted es elegido?

R. En Europa del Sur existe una comunidad de cultura y de tradiciones. Esa Europa espera un proyecto común que la una alrededor del Mediterráneo con los pueblos que, en Africa del Norte, buscan el camino de un desarrollo autónomo, al margen de la tutela de las grandes potencias, para asegurar una paz verdadera. La aspiración de los pueblos del norte y del sur del Mediterráneo para la realización« de nuevas relaciones económicas internacionales, y nuevos modelos de desarrollo, puede y debe encontrar en los socialistas de Europa del Sur los constructores que faltan hoy.

P. ¿Cree usted que su eventual elección cambiaría seriamente el tono y el fondo de las relaciones franco-españolas, muy particularmente por lo concerniente a la adhesión de España a la CEE?

R. Como ocurre frecuentemente entre vecinos, existe entre los españoles y los franceses una mezcla de amistad y de resentimientos que da a nuestras relaciones sal y pimienta, fuerza e incomprensión. Por estarjuntos, lo estamos demasiado a veces, y, por ello, la pasión y la razón no se diferencian. España y Francia son dos naciones importantes y orgullosas, y su independencia debe ser respetada, tanto en el plano de sus relaciones recíprocas como respecto al exterior. De aquí que los lazos de amistad que nos unen, como nuestras complementariedades, no pueden permitir que cada uno se desinterese del otro. La adhesión de España a la CEE, fuente de muchas de las dificultades de nuestras relaciones actuales, hay que abordarla con claridad. Para mí, en el plano político, la cuestión está resuelta, y sólo un retroceso en el difícil proceso democrático podría ponerla en entredicho. Pero los problemas económicos a superar subsisten. Y sobre este particular, hasta ahora, hay que decir que ni la Comunidad ni España han planteado claramente las bases de negociación y los objetivos que se persiguen con esa negociación. Los socialistas franceses hemos expuesto tres condiciones previas: la agrícola, la industrial y la referente a la política regional. Si se quiere que la entrada de España (y la de Portugal) le sirva a Europa y a las poblaciones a las que les concierne directamente, es preferible abordar de cara las cuestiones difíciles, y no eludirlas.

P. ¿Qúé le inspira la situación política española?

R. En un momento en el que el pueblo español atraviesa una fase difícil del combate por la democracia, quiero que se sepa que, para nosotros, ese combate es indivisible en Europa. Unidos, los españoles han mostrado su adhesión a la democracia. La fuerza de un pueblo no puede ser ignorada fácilmente por facciosos nostálgicos.

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