Sobre el divorcio y la postura de la Iglesia
José María González Ruiz, con el título «El divorcio y los obispos», escribe un artículo en EL PAIS del día 7 de su muy digna dirección, al cual deseo poner algunos reparos, pues muchos antidivorcisitas nos sentimos profundamente molestos con sus ideas, dignas y respetables, pero dañosas a nuestras convicciones.1. Escribe que, con motivo de la declaración de los obispos sobre el divorcio, «ha sumido en la perplejidad a los católicos sinceros, de derechas y de izquierdas». Creo que es demasiado tajante, demasiado generalizadora, demasiado prematura la frase. González Ruiz no creo haya tenido tiempo suficiente para palpar la opinión general desde la publicación de la declaración de los obispos. Porque yo también le podría aventurar la misma frase, pero en contra, sobre los católicos, también sinceros, con los que me rodeo diariamente. La moral y la prudencia no me exigen tales aventuradas frases. Sin embargo, mirando hacia atrás, prescindiendo de la lectura de la declaración, que no les hacía falta, puedo afirmar que muchos católicos y católicas, viejos y jóvenes, todos creo que sinceros y verdaderos, no están por esa medicina, por ese remédio, por esa curación del divorcio. Ellos no han caído en la «superstición» del divorcio, como decía nuestro Benavente. Creo que muchos católicos sinceros y verdaderos han respirado de gozo por la declaración.
2. Me parece poco fino traer el Espíritu Santo a todo rincón hispano. ¿Cuándo el Espíritu Santo inspira la verdad, cuándo inspira el divorcio o cuándo inspira la indisolubilidad? ¿Quién es el que real y verdaderamente tiene la real y verdadera inspiración?. ¡Cuántos iluminados, cuántos profetas, cuántos inspirados... han salido en la Iglesia con cosas muy raras, muy chocantes, muy locas, muy infantiles! De risa tiene la Iglesia páginas en su historia. Y de dolor. Por ese, no hay más remedio que la vuelta a Roma.
3. Cierto. ¡Qué pecado! Muchas veces, los obispos han callado. Antes y ahora, como González Ruiz dice. Sé cuáles son esos «tiempos anteriores». Otra vez, dígalo. Sé a qué fechas indica. Han callado los abusos de la libertad, de la autoridad, del Gobierno,, de la Administración, de la vida. Ahora yo me pregunto: ¿podían hablar sin peligro de males mayores? ¿Podían remediar algo? ¿No se veían entre pared y espada, como Pío XII si condenaba el nazismo? Porque, si condenaba el nazismo, los católicos morían como moscas en Alemania; si no condenaba el nazismo, morían los judíos. Por algo Roma condenó. «El Vicario». Con todo, no es cierto que fueron los obispos españoles completamente mudos. Repase González Ruiz la documentación eclesiástica. Dice: «Y como seguimos todavía deseando que nuestros obispos se declaren abiertamente ... ». Sí, siguen los abusos en nuestra patria. Quizá los obispos no gritan como habrían de gritar. Pero han gritado fuerte, duro. Ahora, la pregunta: ¿tienen que callar sobre el divorcio porque hayan callado sobre otros temas? ¿Aquellos silencios invalidan este grito?
4. Cierto. Una cosa es dogma, y otra, doctrina. Entonces, el hombre sabio se acogerá a una doctrina común, a una doctrina tradicional, a una doctrina magistral..., no a una doctrina de pocos, nueva, particular. Y los teólogos particulares, que deben brillar por su humildad, deben dar ejemplo de esa humildad" y no escandalizar con sus ideas. Los teólogos tocan cosas divinas, encarnadas en el hombre. Respeto al hombre y respeto a lo divino. En su «segundo lugar» se ha ido González Ruiz con razones sobre la no existencia intrínseca de la indisolubilidad y la no necesidad de creerla como fe o dogma. No niego algunas razones, dudo del valor de algunas. Pero ya que González Ruiz se pone en ese «segundo lugar» a teologizar, sería muy noble que adujera las muchas, claras, rotundas ideas, palabras, que demuestran lo contrario. Porque el hombre noble, respetuoso con la verdad, debe mirar las dos caras de la moneda. No es noble enseñar solamente la cara de su gusto o de sus sentimientos o pensamientos. Las dos.
5. En su «finalmente» da unos consejos González Ruiz, con palabras de la Biblia, dudosamente interpetadas y no bien encajadas. Porque poniendo como base la justicia, la bondad, la igualdad, se puede llegar a una relatividad, permisividad, subjetividad, demoledoras, recientemente condenadas por el Romano Pontífice, según decía el Ya del día 7. Sin hablar de ese pragmatismo que conduce a la anarquía, pragmatismo movido por el interés, el oportunismo, la ambición, la presión, etcétera. El mundo debe girar sobre algo más sólido alrededor de algo más elevado./
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