La región yugoslava de Kossovo sigue bajo el toque de queda
Continúa en vigor el estado de urgencia en la región yugoslava de Kossovo, con restricciones a la formación de grupos, así como a desplazamientos y con el toque de queda.No obstante, la vida retorna paulatinamente a su normalidad en las seis localidades de Kossovo, escenario de los acontecimientos sangrientos de la semana pasada y en el resto de la región autónoma.
Según las autoridades, estas medidas de excepción se adoptaron, sobre todo, por la actuación «vandálica» de los grupos nacionalistas, que se dedicaron a destrozar escaparates, vehículos y otros objetos de propiedad social o privada y penetraron en algunas fábricas para obligar a los trabajadores a sumarse a las manifestaciones.
Actualmente las actividades productivas se desarrollan con normalidad, salvo las perturbaciones que se han originado en ciertas empresas por la limitación, impuesta por el estado de excepción, a los horarios permitidos para los desplazamientos.
Entre tanto se ha iniciado una, acción política, promovida por la Liga de los Comunistas (PC yugoslavo), a fin de «desenmascarar» las exigencias planteadas por los nacionalistas y sus verdaderos objetivos.
La Prensa yugoslava cita ejemplos de ciudadanos albaneses que se expusieron a la represión de los grupos nacionalistas, como en el caso de un albanés de Pristina, que dio refugio en su casa a dos policías heridos, a pesar de que los grupos nacionalistas le amenazaron con incendiar su casa.
El órgano del Partido Comunista albanés, Zeri i Popullit, dedicó ayer un editorial a los sucesos.
Esta es la primera reacción oficial de Tirana ante los sucesos en Kossovo, una de las zonas más pobres de Yugoslavia, donde la mayoría de la población es de origen albanés.
Según Zeri i Popullit, Yugoslavia está empleando el «bastón y los tanques» para silenciar la voz de la población albanesa en el país. El rotativo comunista albanés condenó enérgicamente el uso de esta «violencia sin precedentes» en Kossovo.
Zeri i Popullit acusó de chovinismo, a los dirigentes yugoslavos, que ordenaron el ataque «con tanques y policía serbia, que mataron, hirieron, torturaron y encarcelaron a los estudiantes, campesinos o trabajadores albaneses».
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