Las cuatro reglas
A todos, cuando niños, nos enseñaron las cuatro reglas, que entonces nos parecieron tan difíciles y, tan lo último, que algunos se crearon con ellas un mundo para sí, los que se las sabían al dedillo y eran capaces de resolver cualquier intrincado problema, dejándonos a los demás el sabor alegre y admirado de la boca abierta. El tiempo pasó y nuestros mundos se acrecentaron; pero hoy vislumbro que aún existen las cuatro reglas, otras, ciertamente, pero tan maestras de construcción para algunos como aquéllas, y adivino que esta será una división eterna de la humanidad: los que viven según sus cuatro reglas inmaculadas y quienes lo hacen al aire libre.Como entonces, los cuatrorreglistas quieren seguir siendo los primeros, ya que no de la clase, sí del confiado teatro del mundo español, intérpretes únicos de la vida nacional, que, a base de dar como vetustos maestros cuatro reglazos a sus alumnos mal indisciplinados, pretenden mantener intacto su mundo. Pero ocurre que ya nos hemos dado cuenta de que todo su encanto residía en el aura de misterio de su milimetrado mundo y que hemos dejado bien atrás a los maestros de las cuatro reglas: el como entonces hoy es imposible de mantener.
Nuestros mundos interfieren cada vez más. Inmenso, el de ellos, con cuatro líneas bien regladas, lo abarca todo caligrafiando orden, imposible, permanente pauperio desde su cuarta regla. A la contra, el nuestro es pequeño, curvo, más propio de un microscopio y eternamente sangrante, porque sus trazos dicen vida. ¿Cuál de los dos se impondrá en España? Verdaderamente merece la vida vivir./