Cerrar periódicos.
Cerrar periódicos es una fiesta nacional como quemar iglesias o matar rojillos. Lo que ya no es una fiesta nacional es la fiesta nacional, o sea, los toros, desde que al Cordobés empezó a ralearle el flequillo y desde que Díaz-Cañabate puso punto final a Los toros, de Cossío, y a su propia vida.Tampoco es ya una fiesta nacional el fútbol, desde que Cruyff dejó de pagar impuestos. (Los impuestos sí que son la nueva fiesta nacional, que un año se exhiben las listas y otro no -este parece que no toca-, para que conozcamos el trapío, la casta y las muchas hierbas de esas quinientas familias tan nombradas y de las que yo no me sé ningún nombre.) Si hay paro, si hay terrorismo, si hay revolución en Asturias, huelgas en Andalucía o separatismo en Cataluña, se cierra un periódico, se quema una iglesia de Churriguera o se fusilan unos cuantos maquis, según. Esto no resuelve nada, pero supone una demostración de fuerza, y aquí los Gobiernos suelen ser tan débiles que necesitan continuas demostraciones de fuerza. Una, por lo menos, todas las mañanas, como los diez minutos de gimnasia. Rojillos, ahora, se vienen matando menos. Todo lo más alguna rojilla, de tarde en tarde (el caso Yolanda sigue en plan obra abierta). Iglesias tampoco se queman ya, porque casi todas son precatálogo o del Duque de Alba, Jesús Aguirre, que, como es un poco rojo, tiene autoridad para defender a los santos góticos, -flamígeros y goticoflamígeros. O sea, que quedamos nosotros, los periódicos propiamente dichos.
La República cerró el Abc, la dictadura voló el Madrid y la democracia ha dejado morir el Informaciones. Los periódicos, aquí, son avutardas de papel a las que cualquiera puede disparar. Ceno con Teresa y José Ramón Azpiazu:
-Nosotros estamos suscritos al Abc y compramos EL PAÍS.
Me parece revelador del inconsciente colectivo y jungiano de gran parte de la sociedad española. El Abc como lo seguro, lo tradicional, lo de toda la vida, la continuidad/cotidianidad sepia, más la autoridad que da la grapa. (Todo esto lo escribo, con el mayor respeto para esa catedral del periodismo conservador, donde sigo leyendo a columnistas tan europeos como López-Sancho). El Abc como matrimonio formal y este nuestro periódico como experiencia paralela, como aventuramiento en el futuro, como movida democrática extra matrimonial. Ese es el momento psicológico de España: un continuo remitirse a lo-de-toda-la-vida y una ojeada curiosa, impaciente, cada vez más frecuente, a la España que viene, a la Europa que asoma o donde nos asomamos. Delicado momento que no debe quebrarse / quebrantarse mediante una legislación sobre / contra la libertad de imprenta que, por vaga o excesiva, nos devuelva a la vieja cinegética de cerrar periódicos (todos sagrados siempre que sean periódicos por algo más que la periodicidad: no libelos). Me lo dice Antonio Casado, socialista-periodista, amigo entrañable:
-El día de Tejero estuve, unas horas sentado a la máquina, en la emisora, con una metralleta en la espalda.
No hay libertad sin Prensa libre y Prensa libre es la que lucha por la libertad, contra lo que redacte mi viejo amigo Miguel Angel García-Brera.
Mal cazador es el que aprovecha las perdices para cazar de paso algún búho o urogallo. Así cazaron el búho de la Revista de Occidente. Entre los políticos suele haber malos cazadores que aprovechan la batida al lobo para llevarse alguna gallina. Estoy hablando de proyectos de ley. Ya he contado aquí cómo a don Francesillo de Zúñiga lo apartaron de Carlos V. Lo que no conté es que de vuelta a su pueblo le acuchillaron. Allí empezamos a cerrar periódicos.
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