Alarmante aumento de la "piratería comercial" en el campo de las grabaciones sonoras y audiovisuales
Con un verdadero grito de alarma finalizó ayer, en el marco de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), el «coloquio internacional sobre la piratería de las grabaciones sonoras y audiovisuales». Participaron representantes oficiales y de entidades autónomas de más de cuarenta países, incluida España, expertos internacionales en la materia y organizaciones de la más diversa naturaleza que, o se hicieron presentes, o enviaron declaraciones puntualizando sus puntos de vista frente a este grave problema detectado hace ya algunos años, pero que se ha visto agravado con el tiempo en términos concretos.
Todos los participantes coincidieron en que el recurso de la piratería comercial no es nuevo, y que tampoco afecta solamente a esta rama de la producción mundial. Sin embargo, una vez hecha esta salvedad, y a través de diversos planteamientos y análisis, pudo comprobarse una vez más que las características de esta industria se han prestado para que se llegara a la crítica situación actual.Opinión unánime: «El desarrollo de la técnica de los medios de reproducción y de comunicación de obras de creación es la principal causa, sobre todo en los últimos años, y de una manera cada día más preocupante del fenómeno nominado de «piratería en el campo fonográfico, cinematográfico y radiotelevisivo».
En el marco de esta amplia gama productiva, seriamente amenazada por la producción paralela o piratería, que no paga derechos de autor, que se vale de material técnico inferior, que burla todas las instancias fiscales, aduanas entre otras, es la producción de musicasetes o simplemente casetes, la que se ve más gravemente afectada. Dos elementos se prestan para la producción ilegal según los expertos: de una parte, los bajísimos precios de los aparatos de reproducción sonora y, de otra, la producción cada vez más voluminosa de casetes vírgenes. Sólo en el año 1979 se fabricaron y pusieron a la venta en el mundo más de trescientos millones de casetes vírgenes.
El comercio y producción ilegal transita -se constata- con muy pocas restricciones por la vía pública o con ninguna. En un número importante de países, las leyes represivas frente a este delito son inexistentes o débiles, aplicadas de una manera incoherente o simplemente no aplicadas. A esto se suma el hecho de que las policías nacionales no han tomado conciencia del delito y, por tanto, no se le persigue como tal, salvo en contados países. Entre estos últimos, se cita a Italia, donde una serie de redadas policiales han permitido dar con el paradero y fabricantes de miniindustrias de cassetes, muchas veces instaladas en sótanos. Por otra parte, Hong Kong aparece, de un lado, reprimiendo esta ¡legalidad, pero, por otro, como un poderoso suministrador de esta mercadería pirata.
El coloquio organizado por la OMPI, que en su calidad de tal no tuvo posibilidades de tomar medidas coercitivas de carácter internacional, se espera que haya servido, por lo menos, para que en un futuro no lejano puedan darse las condiciones de concertación de normas internacionales obligatorias a cumplir, única manera, al parecer, de contrarrestar este problema.
Las cifras, en el caso de las casetes son elocuentes: se estima que en Asia, más del 80% de las casetes que están en venta al público tiene origen ilegal. En Estados Unidos se calcula que la producción pirata de casetes recaudó el año pasado más de seiscientos millones de dólares. Pero es un problema sin fronteras. Las casetes de Ceuta provienen de Marruecos o Hong Kong, de ahí hay un sólo paso a Algeciras y al resto del territorio español, por poner sólo un ejemplo que toca a un país de Europa meridional.
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