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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aparece la socialdemocrácia el Reino Unido

EL INTENTO de formar un partido socialdemócrata en el Reino Unido tiene en principio todas las dificultades propias de lo que suponga alterar una fórmula bipartidista de vieja tradición, una tradición apoyada en mecanismos electorales que la favorecen. Pero hasta en el Reino Unido las tradiciones se alteran cuando empiezan a dejar de servir. En un momento dado, hacia 1914, el Partido. liberal, que había alternado con el conservador el Gobierno de la nación, comenzó a perder peso velozmente: unas nuevas ideas venidas con la guerra, unas nuevas situaciones, hicieron que las clases trabajadoras fueran abandonando a los liberales, cada vez menos diferenciados de los conservadores, para ayudar al nuevo partido laborista (mientras las clases medias preferían separarse de los liberales para unirse a los conservadores; si se acepta la derecha, pensaban, mejor es aquella que se define como tal que la enmascarada).En la situación actual, una izquierda demasiado presionada por el Gobierno conservador de la señora Thatcher no se encuentra defendida por el partido laborista. Busca una nueva vía. Doce miembros del Parlamento por el Labour, seis de la Cámara de los Lores, se escinden de su partido -sin abandonar sus escaños- y encienden la llama de la socialdemocracia -«Ia llama de la socialdemocracia inflamará al país, y nuestro futuro partido será el portavoz de millones de personas», dice el portavoz de los escindidos, David Owen- con unas posiciones visiblemente de izquierda: un programa de nacionalizaciones, una insistencia en el desarme nuclear unilateral del Reino Unido, unas leyes de protección al trabajo y a los salarios frente al capital y los precios. En realidad, un regreso a los inicios del laborismo, cuando era un socialismo sin Marx, pero firmemente ligado a los sindicatos y la clase trabajadora, de la que tomó su nombre. La derechización posterior, sobre todo a partir de la guerra fría y de la preponderancia de Estados Unidos, y del relámpago de la abundancia y las libertades de costumbres, más una idea de la defensa de la moneda, de las obligaciones europeístas y de la participación en el esfuerzo armado de la OTAN, fue modificando el programa laborista, no sin producir una continua tirante¡ entre el "ala izquierda» y el «ala derecha». De la izquierda del ala izquierda (aunque hay grupos más extremos, a los que se suele hacer la acusación habitual de «infiltrados por el comunismo») sale este intento de socialdemocracia. Está apoyado por la idea creciente de la insatisfacción, 'de la falta de salidas: hay encuestas que indican que una mayoría británica se inclina por la apertura de una «tercera vía» en el bipartidismo clásico -la brizna liberal tiene cada vez menos sentido.

Esto no quiere decir que el nuevo partido tenga el camino abierto. Aún no aparece más que como un deseo de los disidentes; tiene primero que formarse y estatuirse -quienes lo lanzan pretenden que sea antes de Pascua- y preparar su camino electoral, Quedan incógnitas legales, como la de si los diputados escindidos podrán seguir siendo o no miembros de los Comunes, puesto que fueron elegidos como laboristas y ya no lo son; en caso de que tuvieran que dimitir, se abrirían elecciones parciales en sus circunscripciones y sería una ocasión para que el nuevo partido se presentase. En todo caso, las elecciones generales están previstas para 1984, tiempo suficiente para la preparación del nuevo partido. Aunque, como se, sabe, la anticipación de elecciones es habitual en el Reino Unido y quizá los conservadores prefieran elegir una fecha más próxima para aprovechar la escisión laborista, aunque en realidad su mayoría es ahora confortable y no deben tener demasiado interés en ponerla en juego.

La aparición de la socialdemocracia en el Reino Unido, sin comprometerse ahora a hacer ningún augurio sobre su futuro real, es un síntoma de la depauperación general de las ideas clásicas de la izquierda en Europa y de la necesidad de encontrar alguna respuesta «nueva» a esa crisis y al auge conservador o derechista. Puede limitarse a ser un partido testimonial y moral, como el radicalismo italiano, que responde más o menos -en otro contexto mucho más agitado y mucho más imaginativo- a esta renovación de las ideas clásicas esclerotizadas por la política de bloques. Sea cual fuere su futuro, debe seguirse con mucho interés.

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