El bebé de Villaverde falleció por causas naturales
Los primeros resultados de la autopsia practicada al niño de cuatro meses Eduardo Méndez Navas, fallecido a las pocas horas de recibir atención médica en la Ciudad Sanitaria Primero de Octubre, el domingo pasado (véase EL PAIS de ayer), confirman las impresiones de muerte natural. Los padres del niño comentaron ayer que los síntomas que se apreciaban en él en todo momento eran las dificultades respiratorias que motivaron sú revisión médica en el hospital. Tenía cuatro meses y había nacido prematuramente. Al parecer, los padres habían presentado una denuncia contra la dirección del hospital por supuesta negligencia médica.Ana Araceli Navas, de dieciséis años, recordaba ayer la breve enfermedad de su hijo. «El domingo pasado, a las tres de la tarde, observé que el niño respiraba muy mal. Poco después devolvió el biberón y decidí llevarlo a la Ciudad Sanitaria Primero de Octubre, que está muy cerca de donde vivimos». El matrimonio formado por Simón Méndez, de diecinueve años, y por Ana Araceli, reside en la chabola número 240 de la colonia El Rancho del Cordobés, un poblacho en el que apenas quedan en pie unas 125 casitas asediadas por la suciedad y los cascotes, y cuyo único equipo sanitario son dos grifos que proporcionan agua potable.
«Allí nos aclararon que el niño debía ser atendido en urgencias, y no en maternidad, como había supuesto yo. Nos atendió al poco rato una chica. El niño seguía teniendo dificultades respiratorias: la persona que le hizo la revisión extendió una hoja de papel con la que debíamos presentarnos al médico de cabecera el lunes. Otra chica nos proporcionó entonces lo que llamó un suero. Según sus instrucciones, debíamos administrarle al niño cuatro dosis diarias en las fosas nasales, una gota en cada fosa. Durante la tarde le administramos tres dosis. Los síntomas de insuficiencia respiratoria no desaparecían».
A última hora del día, Ana Araceli completó el tratamiento con una cuarta dosis. « Entonces, los síntomas tampoco desaparecieron. Yo notaba al niño muy pálido. Le preparé un biberón. Después de tomárselo pareció volverle un poco el color. Luego empezó a llorar, pero moví un Poco la cuna y se quedó dormido. A la mañana siguiente le preparé un biberón y me dispuse a cambiarle de ropa para poder llevarle al médico de cabecera. No pudo ser: comprobé que ya había muerto».
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