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Reportaje:

La seguridad de las personas y los bienes al ciento por ciento es sólo una cuestión de dinero

Todos los innumerables ingenios expuestos en Sicur-81 han sido calculados para resolver situaciones excepcionales. Las antiguas voces fuego o accidente, o fórmulas tan comunes como «Esto es un atraco» o «Queda usted secuestrado» o la figura penal robo con fuerza en las cosas han sido algunas de las hipótesis de trabajo desde las que se ha llegado a una variadísima serie de marcas, tipos y precios. Cualquier caso de robo, ataque o espionaje industrial tiene, en teoría, una precisa respuesta en los productos Sicur-81, a condición de que sean adecuadamente combinados.Seguridad en casa

Un grupo de ladrones provistos de palanquetas, destornilladores, sopletes y ganzúas se dispone a robar en un chalé momentáneamente vacío. Antes de ausentarse, los dueños han activado todos los mecanismos de seguridad.

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Si el sistema número uno funciona es probable que la banda ni siquiera llegue a acercarse al edificio. Hábilmente disimulados en los muros, cuatro detectores de intrusos a rayos infrarrojos SLC-1 denuncian, con una señal electrónica que se transmite al resto de la instalación, toda fuente de calor que se acerque a menos de ocho metros. Es sensible, por tanto, al calor humano.

Cuando los ladrones rebasan la línea-límite entra en acción una alarma acústica que imita perfectamente una sirena policial, aunque también habría podido ladrar o gritar, si se le hubiese acoplado una determinada grabación. A cinco metros de distancia, un detector Phantom Asymetric de microondas de radar reenvía su propia señal electrónica a la instalación general como mecanismo de reserva.

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Los ladrones no se inquietan. Las viviendas más próximas también están deshabitadas. Habrá tiempo para neutralizar la alarma.

Se acercan a lo que desde lejos les había parecido una puerta convencional. Se equivocaban. Es una Imexcom blindada, con cerco 8-C. Como las otras puertas de su misma clase, está provista de mirilla telescópica, resbalón con cerradura, retenedor fijo y cuatro pernios, además de los anclajes de seguridad. Descartadas las ganzúas y las palanquetas, el grupo considera la posibilidad de forzar alguna de las ventanas, después de eliminar uno de los barrotes.

Tampoco están en el buen camino. El vidrio de los ventanales, de transparencia normal, es una placa antibala Lexgard, reforzada con dos capas exteriores de Lexam MR-4004. Los golpes de piqueta apenas si consiguen dibujar en la superficie unas cortantes flores de almendro, y los disparos de escopeta apenas si levantan unas curiosas ampollas lunares. Con ayuda de un marro de cantero tampoco lograrían mejores resultados. Vuelven a la puerta.

Mucho tiempo después logran entrar. Desde el pasillo, una cámara de televisión autónoma TC 1000x, camuflada detrás de un vidrio-espejo, los filma y los graba cuidadosamente en un videógrafo. Al pasar, ven junto al teléfono un extraño aparato de la marca mS Antifurti. «Un contestador automático», dicen. Pero se equivocan: en realidad es un dispositivo que ha llamado automáticamente a un número telefónico al recibir la señal del detector de rayos infrarrojos.

Una laboriosa búsqueda les permite descubrir en el suelo de la cocina lo que parecía ser una toma de agua. En realidad es una caja fuerte Dauntless subterránea o, mejor dicho, embutida en hormigón. Todos los ataques mecánicos son inútiles. Lo intentan con el soplete.

Si los detectores murales no hubiesen funcionado correctamente, el sensor gas alarm, que han confundido con un telefonillo interior habría enviado ahora la señal de llamada de urgencia al mS Antifurti, una vez detectado el pequeño escape de gas inicial de la bombona del soplete.

Seguridad en la oficina

El dueño del chalé es un alto ejecutivo. Trabaja en una factoría asistida con un plan integral de seguridad, acaso elaborado por PROSESA. Incluye sensores ex ternos de microondas, células infrarrojas de más alta potencia, sirenas electrónicas Sonox GS-Super y, como era de esperar, un circuito cerrado de televisión y un panel central de control de incendios. De las zonas más altas del edificio penden varios stop-chute o paracaídas metálicos para desalojos rápidos: la velocidad de descenso de los evacuados no rebasaría los dos metros por segundo. Llegados al suelo, el correaje ascendería de nuevo a una velocidad de seis. Otros sectores de la fábrica disponen de mangas de evacuación vertical Otis. Las bocas rayadas de los detectores de humos se insinúan discretamente en los ángulos de naves y piezas.

Hoy, el alto ejecutivo ha llegado a la oficina una vez cumplidos los trámites obligatorios, es decir, haciendo uso de su tarjeta de lectura magnética Neckar Systems. El complejo está dividido en treinta sectores y él dispone de una tarjeta T-30, que va introduciendo en ranuras apenas visibles junto a cada puerta y que, como a un reducido número de otros altos ejecutivos de la empresa, le da acceso a todos ellos. Hoy, una vez más, ha pensado cuánto trabajo cuesta llegar hasta una T-30 empezando en una modesta T-7, con acceso a sólo siete sectores, como la que él utilizaba en sus primeros tiempos de jefe de sección.

Su primera misión es hacer una decisiva llamada telefónica: habrá de presentar una oferta al extranjero, con una minuciosa explicación de calidades, y quizás obtenga esta misma mañana un buen contrato. Por eso, antes de marcar el número convenido conecta el Telguard TLG 602 y la grabadora automática. Si el piloto rojo del TLG 602 se enciende, colgará inmediatamente, porque alguien habrá intervenido el teléfono o estará escuchando la conversación por algún fraudulento sistema. En estos tiempos que corren es necesario vigilar de cerca a los espías industriales de la competencia.

Seguridad en la calle

Hecho el negocio, el alto ejecutivo se aproxima a su caja fuerte de oficina, una Conforti de 2.000 kilos de peso, reforzada con una pasta de acero al corindón impenetrable a las taladradoras. Maneja correlativamente la rosca de la combinación, el mando-embrague de llavín y el volante que descorre una decena larga de cerrojos. Antes de dejar nuevamente la oficina, comprueba la autenticidad de unas letras de cambio, un documento de identidad y varios billetes dudosos de cien dólares. Con cierta delectación va probándolos en su Test-lamp, modelo 79.115.

El alto ejecutivo sube a su coche muy deprisa, como él acostumbra a hacer siempre, por una psicosis desecuestro contraída en estos tiempos que corren. Es un coche de fabricación nacional -«mejor no hacerse notar», piensa-, de gran cilindrada y con algunas cualidades muy especiales. Por ejemplo, su blindaje Continox Marazzi.

Todos los cristales de las ventanillas están fabricados por superposición de tres láminas de alta resistencia. Una cuarta plancha interior de policarbonato completa la cristalería. Las puertas y capós incorporan sistemas de cierre extra, accionados electromagnéticamente. Si una puerta queda bloqueada, se enciende un piloto rojo de aviso. El blindaje propiamente dicho consta de planchas de acero tratado y tejidos refractarios. En el caso de que un ataque provocase un incendio, los depósitos de espuma alojados en el portamaletas sofocarían inmediatamente las llamas. Como era de esperar, las llantas y los neumáticos están diseñados a prueba de agresiones.

Y, no obstante, la innovación que le parece más llamativa es el micrófono-altavoz escondido bajo las falsas tomas de aire exteriores. Si lo desea, puede escuchar y grabar conversaciones de la calle sin salir de él. El aire acondicionado y el teléfono lo convierten en una pequeña fortaleza autónoma, y sólo expugnable para la Goma 2 y para los lanzagranadas. Con objeto de darle una capacidad de réplica que ahora echa de menos, quiere encargar a la casa Skram la instalación de varios pulverizadores de sales en suspensión. Estas sales provocan en los ojos y en la piel una activísima irritación cuyos efectos son insoportables en los primeros veinte minutos. Una rociada basta para detener a cualquier atacante: quedaría maltrecho y, además, no podría recibir ayuda: si alguien se le acercase, se contaminaría irremediablemente.

En un último movimiento, el alto ejecutivo comprueba la presencia de su pistola Pressin de doble cañón, una especie de Derringer modernista que suple los revólveres de alfiler que los tahúres lanzaron a finales de siglo al Misisipí. La nueva Pressin es fabricada por la casa Llama, en Vitoria. Lleva una cubierta de duraluminio mate sobre los cañones y un cerrojo grabado a buril. Para el alto ejecutivo, las puñaladas de pícaro son dos disparos de bala especial del 7,65. Basta presionar lateralmente, como se haría con una grapadora portátil, para que, sin necesidad de extraerla de su falsa funda de lentes, derribe al enemigo más desconfiado. Por si acaso, el alto ejecutivo completa su armamento corto con un revólver Llama modelo Comanche, del calibre 357 Magnum, damasquinado en oro de ley. A menudo se ufana de llevar dos armas como las que, según le habían dicho en Sicur-81, el rey Juan Carlos regaló hace algún tiempo a dos jefes de Estado. A Jimmy Carter y a José López Portillo, le dijeron.

...La Policía Nacional espera a los ladrones en el exterior del chalé. Del equipo de agentes se destacan el cuidador José y Justo, su pastor alemán de pelo largo, un perro de ataque de cinco años que sólo responde a órdenes breves y apremiantes, dadas en inglés. Una orden de José es un inmediato movimiento de Justo.

Cuando el primer ladrón trate de huir, Justo saltará sobre él. Dos segundos después le habrá convertido la muñeca derecha en una muñeca de trapo.

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