La manifestación de todos
No hizo falta que sonara la voz estridente del cornetín de órdenes. Ayer tarde, los millones de españoles que sentimos dentro una libertad estallante, un ansia democrática y constitucional, nos lanzamos a tomar la calle en paz y gritar con el silencio nuestro asco al golpe militar, nuestras ganas de convivir libres, justos, soberanos y en paz. ( ... )Fue -fuimos- el pueblo, ayer tarde, el protagonista testimonial. La calle fue de todos, porque la metralleta en la barriga, el grito conminatorio, la bota en el pescuezo y la vejación colectiva ejercen de antídoto contra lo buscado por algunos: oscurantismo, puñetazo, aborregamiento, cerrazón y ordeno y mando.
Fue el de ayer un país que dio la medida de su talante, de sus ganas de vivir bienhumorado, de que, aunque no se ocupe obsesionadamente de los problemas de la política cada día, sabe que se puede caer en una esclavitud cotidiana: basta sólo con cambiar la categoría de ciudadano por la de súbdito.
¡País! ¡Bendito país!
28 de febrero.
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