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Reportaje:Grecia, décimo país miembro de la CEE / 2

Atenas y Ankara, dos Gobiernos enemigos condenados a entenderse en beneficio de la OTAN y Estados Unidos

Soledad Gallego-Díaz

El 20 de octubre del año pasado la Alianza Atlántica anunció formalmente el reingreso de Grecia en el mando militar integrado. Atenas, que ya había firmado el tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea, volvía a la organización militar sin que se hubiera solucionado su contencioso con Turquía sobre el control del mar Egeo. Tres meses después de aquel acto, el conflicto continúa sin solucionarse, agravado ahora por la probable decisión estadounidense de romper la relación siete a diez, por la que se han regido en los últimos tiempos los programas de ayuda militar a ambos países del Mediterráneo oriental.Las relaciones de Grecia con la OTAN han atravesado siempre períodos de gran tensión. Las sistemáticas acusaciones de Atenas de que los aliados concedían un trato preferencial a su «enemigo secular», Turquía, culminaron en 1974 con la invasión de Chipre sin que la OTAN moviera un sólo dedo para impedirlo. En agosto de aquel año, Grecia decidió retirarse del mando militar integrado, Cuando, afianzada ya la nueva democracia de Caramanlis, Atenas cedió a las presiones de europeos y norteamericanos y cuando quiso regresar tropezó con la negativa de Turquía, poco dispuesta a aceptar el reparto de tareas acordado hacía la más de seis años.

Pero Grecia y Turquía son dos enemigos condenados a entenderse en beneficio de los intereses estratégicos de la OTAN y de Washington. El golpe militar de Ankara permitió levantar el veto turco y Atenas aceptó reingresar con el compromiso de negociar dentro de la OTAN el reparto de competencias en el mar Egeo, de acuerdo con un plan del comandante en jefe aliado, general William Rogers. Los términos del acuerdo permanecieron en secreto.

Parecía que las negociaciones se iban a desarrollar a gran velocidad, pero han transcurrido tres meses sin que se aprecie ningún avance. La Prensa griega de la oposición denuncia, día tras día, la paralización de las conversaciones bilaterales, pese a los esfuerzos del almirante canadiense Falls, que se entrevistó recientemente con el ministro de Defensa griego, Averof.

Las bazas griegas

Atenas tiene en la mano «buenas cartas» para jugar. Al mismo tiempo que se negocia la problemática del mar Egeo -que no es exclusivamente una cuestión de interés militar, porque están también en juego grandes intereses económicos relacionados con la explotación de los yacimientos minerales de la plataforma marina-, se negocia también, bilateralmente con Estados Unidos, la renovación del tratado por el que Norteamérica mantiene seis bases en suelo griego.

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Washington sabe que el Gobierno de Raillis tropieza con grandes dificultades para hacer pasar el tratado, no en el Parlamento, donde disfruta de una mayoría suficiente, pero sí en la opinión pública, precisamente cuando se avecinan unas elecciones generales. La polémica ha sido eficazmente avivada en los últimos días por el líder del Partido Socialista Panhelénico Griego (PASOK), Andreas Papandreu.

Papandreu, que se declara anti-OTAN, planteó recientemente en el Parlamento una pregunta al ministro de Defensa: ¿Poseen armamento nuclear las bases norteamericanas instaladas en suelo griego? Averof se limitó a contestar que no podía ni confirmarlo ni desmentirlo, debido a elementales razones de seguridad nacional.

El líder del PASOK dio un «golpe de efecto»: «El pueblo griego», dijo, «es el único en ignorar que existe armamento nuclear en esas bases. Sugiero que el primer ministro y el ministro de Defensa compren en cualquier librería de Washington, al módico precio de dos dólares, un documento del Comité para Asuntos de Oriente Próximo de la Cámara de Representantes norteamericana. Siete países europeos (República Federal de Alemania, Bélgica, Italia, Holanda, Grecia, Turquía y Portugal) se encuentran asociados a los sistemas nucleares, bien a través del sistema de doble llave o del despliegue en sus territorios de fuerzas nucleares norteamericanas».

El interés de las bases griegas, no sólo para Norteamérica, sino para toda la Alianza Atlántica, no se oculta en los medios de la OTAN Un alto oficial de la OTAN reconocía paladinamente que son vitales para la estrategia occidental, y especialmente en esta época, en la que la Alianza desea aumentar su capacidad naval. El gran puerto natural de la bahía de Suda, en Creta, por ejemplo, es un centro de apoyo logístico fundamental para la flota estadounidense. Cerca de Suda existe también un campo de aviación destinado a operaciones de reconocimiento y un terreno destinado a «ejercicios de tiro de misiles». Desde Suda, afirma un documento de la Asamblea del Atlántico Norte, los aviones de vigilancia marítima pueden detectar maniobras de barcos y submarinos en el Mediterráneo.

Igualmente importante, esta vez bajo el prisma de las comunicaciones con Oriente Próximo, es la base de Heraklion, también en Creta. Heraklion está equipada con un sofisticado sistema de espionaje electrónico que puede detectar toda actividad militar soviética en el Mediterráneo oriental.

Cerca de Atenas, en Hellenikon, ,se encuentra el cuartel general y centro de apoyo de las fuerzas norteamericanas en Grecia. Desde esta base se organizarían, caso de ser necesario, operaciones de transporte aéreo a Oriente Próximo. Por último, la base de Nea Makn», cerca de la bahía de Marathon, es un punto de comunicación importante no sólo con las instalaciones norteamericanas en Italia, sino también con las bases estadounidenses en España.

La OTAN, en cuanto tal, posee, por su parte, cinco «puestos de comunicación» en el norte de Grecia, que le permiten vigilar la actividad de los países balcánicos (Bulgaria, Albania, Yugoslavia), así como los desplazamientos de tropas soviéticas.

El "valor" de Turquía

Si el valor estratégico de Grecia es vital para la OTAN, no lo es menos el de Turquía, que ha merecido el apodo de oreja de Occidente, por su privilegiada situación geográfica y sus valiosas instalaciones de espionaje electrónico. La Alianza Atlántica está forzada a buscar un difícil equilibrio entre los intereses nacionales de los dos países.

Los últimos acontecimientos de Irán y Afganistán han complicado aún más la situación. Ankara ha solicitado ayuda militar suplementaria y Washington parece dispuesto a proporcionársela, en colaboración con la República Federal de Alemania. El problema se plantea porque hasta el momento Estados Unidos ha respetado la relación siete a diez en sus envíos de material militar a Grecia y Turquía, y un aumento favorable a Turquía debería repercutir inmediatamente en la ayuda a Grecia. Alexander Haig, aun valorando la importancia estratégica del nuevo miembro de la CEE, parece dispuesto a romper este equilibrio, pese a que Atenas amenaza con llevar sus quejas a Bruselas, tanto en su condición de país miembro de la Alianza como del Mercado Común. «Ahora no estamos aislados», proclamaba Caramanlis.

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