La competencia de Extremo Oriente ahoga a la industria textil española
La política de liberalización económica emprendida por el Gobierno de UCD causa graves perjuicios a la industria textil española, un sector de la actividad productiva que tiene planteada en el horizonte cercano una sola alternativa: reconvertirse o desaparecer. Entre tanto, lucha frente a una avalancha de productos baratos que proceden de países en vías de desarrollo, localizados fundamentalmente en Extremo Oriente, a los que no está en condiciones de hacer frente. La crisis generalizada en casi todos los sectores productivos y el estrangulamiento de la demanda interna agravan aún más los problemas a esta industria, que ofrece trabajo a 400.000 personas y que se encuentra ante el trascendental hecho de que los españoles, en 1973, consumían once kilos de textil por habitante y año, y en 1980 esa cifra se rebajó hasta los nueve kilos.
Los 400.000 trabajadores que integran el textil español son la herencia de una industria antigua que ahora se enfrenta al dilema de renovarse o desaparecer.La industria textil fue siempre uno de los pilares de la industrialización de países en vías de desarrollo. En algunas sociedades industrializadas, sin embargo, el peso de este sector en el resultado del producto interior bruto (PIB) y el factor mano de obra ha obligado a sus dirigentes políticos -léase Giscard d'Estaing en Francia- a calificarlo de sector estratégico.
El caso español está a caballo entre las dos definiciones. Durante el período autárquico, el textil, en España, quedó al margen del proceso acelerado de modernización que en Europa se realizó. Con una maquinaria anticuada y un bajo índice de productividad, los productos no podían colocarse en el mercado exterior. A partir de los años sesenta, la industria textil se montó en el carro del desarrollo del país. El crecimiento del sector se construyó entonces sobre la base de una gran demanda interna. Entre 1962 y 1975, el 89,2% del trabajo realizado se consumió en España. El sistema arancelario vigente aquellos años en España, decididamente proteccionista, favoreció las expectativas de crecimiento para esta industria.
Al tiempo que se desarrollaba el sector, las empresas decidieron transformar la maquinaria para hacer realidad aquellas expectativas. La incorporación de nuevas tecnologías comenzó a definir al textil como un sector de capital intensivo y no de mano de obra intensiva, corro era hasta entonces. En el período comprendido entre 1960 y 1974, el empleo descendió a un ritmo anual del 2,1%. Sólo la confección, apagada hasta entonces en una actividad de tipo artesanaI, acudió en auxilio de esa mano de obra que las nuevas máquinas despedía.
A comienzos de los sesenta, la renovación tecnológica y el desarrollo de la confección obligaron a las empresas a mirar hacia el mercado exterior. El filón del interior estaba casi agotado, sólo mantenía un crecimiento vegetativo. Pero un inesperado acontecimiento frenó las actividades del sector: la crisis del petróleo de 1974 y la consiguiente crisis mundial de las economías.
La demanda textil había mantenido un ritmo de crecimiento anual del 6,7%. El frenazo de la crisis situó esa cifra en el 1,1%. Aparejado a ese descenso se produjo un considerable incremento de los costes. La mano de obra, entre 1973 y 1979, multiplicó sus costes por 3,6; los precios, en ese periodo, se multiplicaron por 2,7. Estas circunstancias, por último, provocaron una rápida caída de las inversiones. El esfuerzo exportador no compensó el elevado coste de financiación en el sector, en el que predominan las pequeñas y medianas empresas. La inversión real en 1979 fue sólo el 35% de la efectuada en 1974.
La consecuencia inmediata de todo el proceso fue la desaparición de un gran número de empresas. La tragedia de esas pérdidas reside en que el textil, en un gran porcentaje, vive (y muere con él) del capital familiar que la tradición transmite de padres a hijos. Pueblos enteros, nacidos por y para el trabajo textil, languidecen con la caída de esas fábricas.
Los dirigentes del Consejo Intertextil -que agrupa a todos los subsectores de esta industria-, a tenor de estas circunstancias, solicitan en la actualidad que la Administración declare al textil un sector estratégico.
Menor consumo
En 1973, el consumo aparente en España de fibras naturales, artificiales y sintéticas era de once kilos por habitante y año. En 1980, ese mismo consumo se cifró en nueve kilos. ¿Cuáles son las razones de esa baja de consumo, que resulta, por otra parte, muy inferior al que se registra en la Comunidad Económica Europea (dieciséis kilos por habítante/año) y en Estados Unidos (veintidós kilos)? La respuesta es hogar, industria y automoción. La respuesta es una crisis en la construcción que se traduce en una menor demanda de textiles para equipar el hogar. La crisis del sector pesquero impide la producción de las fibras sintéticas que se utilizan para faenar. El retroceso evidente del sector automoción también se mueve en contra del textil, que fabrica desde el entretejido interior de las llantas de los coches hasta los forros de los asientos del automóvil.
Junto a todo ello está el capítulo de gastos de bolsillo. El transporte, la educación y la cesta de la compra, entre una larga relación de factores, desvían el gasto del textil. En expresión gráfica de un industrial de Barcelona, el español compra ahora un traje nuevo, no porque el que lleva puesto esté pasado de moda, sino porque está roto.
Al margen de los factores exógenos al proceso textil que influyen en el retroceso de la demanda interior, se dan dos circunstancias que ponen sobre el tapete la posible viabilidad futura de esta industria en España: las políticas restrictivas en el capítulo de importación en los países desarrollados y la importante competencia y agresividad que ostentan los países en vías de desarrollo en los mercados.
Los empresarios del textil se quejan de que la política de importación de la Administración española sea en exceso liberal y desfasada con la que practican en la actualidad los países de la CEE.
Hasta la segunda mitad de los setenta fueron los mercados comunitarios los que aguantaron la masiva exportación de textil de los países en vías de desarrollo. Estos países -Extremo Oriente y área socialista- ofrecen productos de inferior calidad, pero a unos precios con los que las industrias occidentales no pueden competir. Cuando la CEE cerró sus puertas a
La competencia de Extremo Oriente ahoga a la industria textil española
estas importaciones se desvió el comercio de forma importante hacia nuestro país, de tal manera que mientras la importación de materias primas mantiene su nivel, la importación de productos manufacturados ha adquirido un ritmo creciente en los últimos años (33.217 toneladas en 1978; 44.262 en 1979, y 29.403 durante los seis primeros meses de 1980). La balanza comercial textil, aunque se mantiene positiva, arrojó un grado inferior de cobertura en 1979 (19.861 millones de pesetas) con referencia a 1978 (22.608 millones). Esta circunstancia, unida a la contracción del mercado interior, ayudan a la empresa textil española a solicitar de la Administración sistemas correctores en las importaciones y transparencia en el proceso.
Importaciones "dumping"
La industria textil ya ha denunciado que algunos productos con etiqueta comunitaria proceden del Lejano Oriente, es decir, circulan por tráficos indirectos. En la actualidad existe cierta preocupación por el protagonismo que puede tener el archipiélago canario en esos tráficos. Según un portavoz del sector sedero, y a título anecdótico se ha detectado en Canarias un tráfico de 43 toneladas de visillería (alrededor de 600.000 metros), que podría considerarse anormal si se tiene en cuenta que las importaciones globales al año de ese producto ascienden a trescientas toneladas.
El grado de afectación que las importaciones infieren en los distintos subsectores del textil español, en el que, por otra parte, no existe ningún estudio sobre la tasa de penetración permisible, es variable. Para el proceso del algodón existe escasa protección oficial, lo que provoca una reducción importante en la producción de panas y terciopelos y una degradación que comienza a ser preocupante en el mercado de pañuelos y fibras discontinuas.
El ramo del género de punto, debido a su tradicional agresividad en el exterior, se mantiene bastante firme frente a las importaciones, que representan alrededor del 5%, mientras que las exportaciones oscilan entorno al 13%. No obstante, en los once primeros meses de 1980 se importó un total de 1.585 toneladas, por un valor de 3.111 millones de pesetas, mientras que el año anterior las importaciones fueron 1.214 toneladas, valoradas en 1.969 millones.
En el subsector sedero, todas las partidas están liberalizadas. En este ramo la queja se ha hecho pública: el mercado de la forrería (forro de trajes, gabardinas, etcétera) está perdido para los productos nacionales, que se enfrentan a una ofertas de precios procedentes de Extremo Oriente imposibles de combatir.
Para las fibras químicas, las importaciones respecto del consumo bajaron en 1980, en los productos artificiales, en tomo al 10%, y se mantuvieron para las sintéticas en el 25%.
Las importaciones en el sector de la confección -el que cierra el proceso textil- se situaban antes de 1980 en el 2%. El pasado año, contabilizadas en pesetas, las importaciones crecieron en un 65% y las exportaciones descendieron un 3%.
Hytasa e Intelhorce
Uno de los puntos negros en el panorama textil español es la reciente estatalización de dos industrias relacionadas con el sector algodonero: Hytasa e Intelhorce. Aquélla dispone, dentro de la hilatura, del 12% de la capacidad de maquinaria del sector; Intelhorce, en tejeduría, dispone del 8%.
La actividad de ambas empresas llevó a José María Juncadellas, empresario barcelonés del sector, a afirmar que «estamos haciendo dumping en nuestro propio país».
En el sector algodonero se entiende que estas empresas están haciendo un flaco favor a la industria, por su elevado índice de producción en una coyuntura de estrangulamiento de la demanda del mercado. Aquellos empresarios están preocupados por el destino final de productos que, a la postre, van a encontrar con dificultad un mercado donde se puedan colocar. Entonces a esos empresarios les pasa fugaz por la cabeza la posibilidad de que sean contratados en dumping.
CEE, principal cliente
Las exportaciones de la industria textil española se pueden considerar estabilizadas en los últimos años, aunque a nivel de capítulos particulares se producen diferencias notables. Mientras los artículos de fibras sintéticas y artificiales continuas acusaron en los dos últimos años importantes descensos (20.924 toneladas en 1978 y 19.031 toneladas en 1979), las guatas, fieltros, cuerdas y tejidos impregnados registraron aumentos espectaculares (10.748 toneladas en 1978 y 14.006 toneladas en 1979). Los hilados de fibras sintéticas, artificiales, lana y algodón mantienen, no obstante, su liderato en el capítulo exportador.
La Comunidad Económica Europea es el principal cliente de los productos españoles. En aquel mercado se colocan el 51,81% de las exportaciones totales. En importancia le siguen los países norteafricanos (Argelia, Marruecos y Tunicia) y, a más distancia, Arabia Saudí, Kuwait, Cuba, Líbano, Estados Unidos y otros.
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