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Alfonso Guerra: "Con el encargo del Rey, Felipe González lograría cerca de 200 votos parlamentarios"

Además de dos breves conversaciones con Adolfo Suárez -una de Alfonso Guerra y otra de Felipe González-, la dirección del PSOE ha celebrado dos rondas de contactos con otros grupos parlamentarios: la primera estuvo destinada a mantener la tesis de que la crisis no debía tener soluciones precipitadas, y la segunda tuvo por objeto explicar «sin compromisos» el marco en que podría producirse un eventual encargo a dicho partido para formar Gobierno. Pese a las reservas iniciales sobre esta cuestión, que le atribuyen fuentes solventes, Alfonso Guerra afirma impertérrito: «El grado de probabilidad de ese encargo es escaso, pero, si se diera, podríamos reunir cerca de doscientos votos parlamentarios».

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Pregunta. Ahora que ha terminado la primera ronda de consultas del Rey, y en vísperas del congreso de UCD, ¿cómo se ve el desarrollo de la crisis desde el primer partido de la oposición?Respuesta. Hay varios factores a considerar. En un momento difícil, con un viaje del Rey a Euskadi, otro a Estados Unidos, un congreso de UCD y problemas socioeconómicos importantes, acontece que el señor Suárez abandona la Presidencia e informa al país en tono victimario de que ha sido trabajador, sacrificado, vapuleado, que por bien de todos se va, pero también dice que no se va. Aquello de «estaré siempre a vuestro lado» me recordó un fandango que cantan los rocieros cuando vuelven del Rocío hacia Sevilla:

«Aunque me voy, no me voy; aunque me voy, no me ausento; / porque me voy de palabra, / pero no de pensamiento».

La hipótesis de un cierto acuerdo entre Suárez y el que va a ser su sucesor da unas características especiales al propio acto de la dimisión. Luego vienen las consultas del Rey: vemos que en nombre de UCD acude el presidente en funciones del Gobierno con una candidatura -la del señor Calvo Sotelo- que origina una pugna en UCD, descalificando en alguna forma esa misma candidatura.

Además, popularmente funciona el mecanismo de que si se va el líder del partido del Gobierno debe sucederle el líder de la oposición. De ahí que, con una prueba de madurez y realismo extraordinario, una encuesta realizada inmediatamente después de la dimisión dio más de un 30% de preferencia hacia Felipe González, contra sólo un 7% de Calvo Sotelo; pero cuando se preguntó a esos mismos ciudadanos quién creían que iba a recibir el encargo del Rey, el 40% contestó: «Calvo Sotelo», y sólo el 4% lo hizo por Felipe González.

P. ¿Cuál fue entonces el motivo de la propuesta al Monarca?

R. La gente tiene suficiente visión para darse cuenta de que quien debería sustituir a Suárez es Felipe González, pero que, tal como están las cosas en este país, quien va a hacerlo es Calvo Sotelo.

La actitud y el gesto de nuestro partido se hace con vistas al momento en que los socialistas puedan formar un Gobierno, y también para desbloquear reservas intelectuales y monetarias respecto a que los socialistas vayan a gobernan Esa segunda etapa está ya cubierta: amplios sectores se han enfrentado por primera vez al hecho de que los socialistas, tengan o no probabilidad cierta de formar goblerrio, tienen posibilidad más que cierta de poder hacerlo, en cuanto que existe una oferta formal al Jefe del Estado. Y ello no tanto porque se deba saltar por encima de los resultados numéricos de las elecciones, sino porque la minoría mayoritaria (UCD) no logre ponerse de acuerdo en apoyar a un candidato

P. ¿Con qué fórmula, con qué apoyos podría contar el PSOE, considerando que le faltan 56 votos para llegar a la mayoría absoluta?

R. Nosotros estamos en contacto con otros grupos parlamentarios, de manera informativa, porque no queremos llegar a ningún tipo de compromiso. Es distinto establecer contactos sin encargo o con encargo del Rey: nosotros trabajamos con la información que recibimos ahora, cuando presumiblemente el encargo va a hacerse a UCD, y también con la hipótesis de que lo recibiéramos nosotros, en cuyo caso creemos que habría receptividad a la operación. Pienso que si la nominación recayera en el partido socialista, la estabilidad del Gobierno estaría asegurada para dos años, que es lo que falta para terminar la legislatura. ¿Con qué votos? No es demasiado complicado responder a esa pregunta: llegaríamos a una cifra próxima a los doscientos votos.

P. ¿Eso incluiría a un sector importante de la actual UCD?

R. Repito que todavía no nos encontramos en esa situación, pero he visto y oído declaraciones de sectores que normalmente no estarían en un Gobierno socialista, como las de Javier Moscoso, de UCD, y el propio Senillosa, de CD. Si no encuentran una salida que ellos calificarían de «natural», pienso que no tendrían reparos en intentar otra fórmula.

P. Al margen de los votos, vamos a tener en cuenta las realidades sociales del país, la tendencia mundial a la derechización, la crisis económica y las escasas perspectivas de respaldo a la izquierda en épocas de inseguridad: ¿Cómo podría funcionar un Gobierno socialista en esas circunstancias?

R. A mí no me gusta hacer generalizaciones sobre los caminos de la política mundial: cuando los acontecimientos de los grandes dan un giro -en este caso, las elecciones en Estados Unidos-, uno tiene la tentación de trasladar ese giro al conjunto de los países. No estoy seguro de que en Europa haya una decadencia de la izquierda: por ejemplo, François Mitterrand nunca ha tenido tan cerca el triunfo como lo tiene hoy, lo cual sería importante para España, por su proximidad. Es verdad que una crisis económica fuerte siempre genera cierta cautela en las clases trabajadoras, y sobre todo en las capas medias. Pero, en España, es muy diferente: la gente pensó en el año 1977 que las cosas iban a cambiar en lo cotidiano, y ha comprobado, no sin amargura, que no ha cambiado nada.

P. Vamos a plantearnos hipótesis menos arriesgadas que un Gobierno socialista: coalición UCD-PSOE o Gobierno de gestión apoyado por el Parlamento.

R. La posición del partido no pasa por ninguna de esas alternativas. No entendemos un Gobierno de coalición con UCD, porque el país difícilmente lo entendería, no se beneficiaría de ello y ni siquiera sería viable: se convertiría en un Gobierno de locos, en que los esquemas de progreso y de inmovilismo chocarían constantemente. La otra fórmula, distinta a los Gobiernos de salvación fomentados por algunos fracasados en la democracia, no parece tampoco posible, porque representaría tanto como un Gobierno de coalición, con un árbitro que no sería neutral. Si alguien lo propusiera, nosotros no lo apoyaríamos.

¿Qué salida hay, entonces? Sería la de una derecha moderna y eficaz, y no creo que la derecha de este país esté por esa línea. Hay peleas que yo llamaría de arrabales, porque las disputas aquí no son ya de modelo de sociedad, sino de si las faldas eclesiales tienen más o menos influencia en un determinado proyecto. Todas las derechas del mundo admiten una ley de Divorcio, pero aquí identifican divorcio con la caída de su modelo de sociedad, lo cual supone retrotraemos a unas posiciones tan ancestrales que no hay posibilidad de un Gobierno moderno desde esa derecha.

P. Pero, si no puede haber coalición ni Gobierno de gestión, prácticamente se obliga al Rey a una decisión que implique optar entre derecha e izquierda, una vez que el Monarca dispone de ofertas tanto de UCD como del PSOE.

R. El Rey no tiene que, decidir nada: únicamente señala una persona para formar Gobierno, según las garantías de apoyo de los grupos políticos. Lógicamente, no puede nominar a quien no tenga garantías de apoyo suficiente en el Parlamento, y no digamos nada si no hay garantías en el propio grupo que le propone. No se trata de que el Rey opte por la derecha o la izquierda: tiene que dar el encargo de formar Gobierno a quien le garantice estabilidad. Claro que puede fallar alguna experiencia, y no por responsabilidad del Rey, sino por apoyos prometidos e incumplidos; entonces habría de buscar alternativas, sabiendo que a los dos meses tenemos elecciones generales obligadas.

P. Cuando se produce una crisis, en este país se piensa siempre en los «poderes fácticos»: militares, obispos. ¿Cree usted que han existido presiones desde esos estamentos?

R. Aquí no habrá democracia de verdad mientras no seamos capaces de arrinconar esos temores de nuestro cerebro. Tengo la impresión de que en esta crisis las presiones han sido más imaginativas que reales, aunque la verdad es que yo me he llevado una sorpresa bastante desagradable con una declaración del secretario general de UCD, en el sentido de que los militares no han hecho presiones para que Suárez se vaya, sino para que se quede: oiga usted, eso son presiones, ¿o es que sólo son rechazables para dimitir, y en cambio constituyen motivo de jactancia si son para que permanezca?

Yo creo que por ahí no ha habido presiones en un sentido ni en otro. En cuanto al poder eclesiástico, tampoco creo en presiones directas; ahora bien, me parece obvio que el embajador de la Santa Sede ha venido aquí como si esto fuera una república bananera, y que sus anatemas no son de recibo en una sociedad moderna. Estos señores han confundido a un país adulto con esos Estados que están en creación, en Africa central. Si continúa en esta actitud, vamos a tener que potenciar la celebración de un referéndum, para que cada cual quede en el sitio que le corresponde y para que vean lo que dice este país sobre la ley de divorcio.

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