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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Política de avestruz en la batalla contra la contaminación

Ante el alarmante grado de contaminación atmosférica que amenaza con creciente asiduidad a los habitantes de nuestras principales ciudades y zonas industriales, no dejan de resultar chocantes las medidas tomadas por los organismos «competentes», el práctico silencio de los medios científicos y la resignada aceptación de la mayoría de los afectados.En efecto, ante una tónica, general que tiende a limitarse a algunas medidas «de bombero» que eviten a última hora desastres de mayor magnitud, confiando en que los providenciales cambios atmosféricos resuelvan la situación durante una temporada más, nadie parece exigir medidas preventivas que eviten la reproducción sistemática de estos períodos. Desde mi punto de vista, este hecho no se debe en absoluto a lo «utópico» e inaplicable de medidas más radicales, sino a.una deliberada política de avestruz y de tergiversación informativa que tienen como objetivo el fomentar la citada resignación, y cuyo telón de fondo no es más que la negativa a admitir que es el propio modelo de crecimiento urbano-industrial impuesto en las últimas décadas quien determina la inhabitabilidad creciente de ciertas zonas del territorio.

En este sentido, el primer paso hacia la resolución del problema pasaría por admitir -e informar a los ciudadanos- que la única salida al deterioro de la salud y al aumento de mortalidad entre los menos dotados para soportar los efectos del tristemente famoso smog, implica algo más que unas horas menos de calefacción o esperar al próximo fin de semana, y que, aunque no todos seamos culpables, todos tendremos que contribuir a ciertos cambios estructurales en nuestro modo de vida, empezando, por supuesto, por los principales causantes de la situación.

Para que sean puestas en práctica medidas efectivas habría, pues, que combinar una mayor determinación en los responsables de la Administración y una campaña de información pública que permitiera comprender al común de los ciudadanos las causas reales del fenómeno y la gravedad del mismo, de modo que gran parte de la población deje de pensar que «el responsable de la contaminación es el anticiclón», como aseveraban gravemente unos sufridos madrileños entre smog y cañas, citando como fuente del científico argumento las informaciones difundidas por Televisión Española.

A modo de ejemplo, y dada la falta de imaginación y lectura demostrada fehacientemente por muchas de las citadas autoridades, no quisiera terminar sin citar algunas de las actuaciones posibles dentro de una orientación realmente preventiva.

En primer lugar, es obvio que habría que adoptar inmediatamente las reivindicaciones de reducción de los límites legalmente aceptados de partículas, SO2 Y monóxido de carbono, así como la transferencia de competencias de la Administración central a la local en esta materia. Sin embargo, no podemos olvidar que, con ello, no habremos hecho más que crear algunas de las condiciones necesarias para resolver el problema, ya que reducir los límites legales no implica, lógicamente, ninguna reducción de los niveles reales de conta.minación, sino simplemente el que las acciones «de bombero» comiencen antes que en la actualidad, mientras que la descentralización de las competencias sólo será eficaz si las autoridades municipales enfocan el problema desde un nuevo prisma.

En cuanto a las posibles medidas prácticas, destacarían, por sectores, las siguientes:

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a Calefacciones. En primer lugar, habría que evitar el despilfarro actual, limitando las excesivas temp eraturas usadas en múltiples edificios, así como las horas de funcionamierito, de las mismas. (Es precisamente esta una de las pocas medidas actuales aceptables, aunque, por desgracia, sea de difícil aplicación.)

Junto a ello habría que potenciar formas, menos contaminantes de abastecimiento energético para este fin. En este sentido destacaría, en particular, la introducción paulatina de energías alternativas y renovables y su combinación con formas de ahorro como la utilización de la energía calorífica originada por actividades industriales, que actualmente se disipa en la atmósfera.

b Transporte. Sería esencial adoptar una política drástica de reducción de la utilización del automóvil, potenciando el transporte público y, dentro de él, el menos contaminante (tranvías, trolebuses, metro, tren...), así como la bicicleta. Con ello se resolvería gran parte de los actuales problemas de contaminación y, de paso, el no menos grave problema del transporte urbano.

Como medidas más inmediatas, se debería prohibir el uso de automóviles -y no sólo la medida indirecta de prohibir el aparcamiento- en ciertas zonas, así como la obligación de utilizar combustibles depurados de peligrosos contaminantes, como el plomo (cosa ya habitual en diversos países).

c Industria. Prohibir definitivamente el uso de determinados combustibles (fuel con alto contenido de azufre, etcétera) y obligar a utilizar tecnologías anticontaminantes.

Por último, quisiera decir que, incluso las medidas propuestas a título de ejemplo (ya aplicadas en muchos países), serían inoperantes a la larga si no se enmarcaran en una política general de decrecimiento urbano y de descongestión industrial, que impidiera la instalación de nuevas industrias, en particular si son contaminantes, en áreas ya congestionadas, como es el caso del área metropolitana de Madrid, y que favoreciera la reducción progresiva de la población que sobrevive en las mismas.

Humberto da Cruz es profesor de la Universidad de Madrid y miembro de la Asociación Ecologista Castellana (Aseca)-Amigos de la Tierra.

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