La historia gráfica de la Prensa del siglo XIX en grabados
Bajo un grabado en el que se ve a un hombre -cara de angustia, harapos, delgadez y pelo revuelto-, rodeado de cadenas por pies, manos, cabeza, pecho y boca, se puede leer el siguiente texto: «Nueva ley de Imprenta: ahora puede usted escribir lo que le dé la gana». Así veía el periódico joco-serio Gil Blas la profesión periodística hacia la mitad del pasado siglo. Este grabado es uno de los 121 que integran la exposición que, sobre La ilustración gráfica en la Prensa española del siglo XIX, se presenta actualmente en la Caja de Ahorros Provincial de Valladolid.La muestra, que pertenece a la Confederación Española de Cajas de Ahorros y ha sido alquilada por la citada entidad bancaria de la capital castellana, recoge dibujos, caricaturas y textos referentes al período comprendido entre el final de la guerra de la Independencia y los inicios del siglo XX. La exposición está agrupada en veintitrés paneles y dividida en cuatro períodos históricos: Entre el radicalismo y el absolutismo (1814-1843), La libertad bien entendida (1844-1868), La frustración revolucionaria (1868-1874) y ¿La tragedia nacional? (1874-1898). Los textos literarios que acompañan a cada panel y explican las vicisitudes y avatares de la época pertenecen a Valeriano Bozal, el diseño es de Alberto Corazón, y la realización, de Macarrón.
A través de la muestra se puede seguir -desde la ironía más acerba y descarnada hasta la crítica más fuerte- todo el acontecer político nacional e internacional del siglo y las preocupaciones sociales del país. Publicaciones como Fray Gerundio, El Semanario Pintoresco, El Zurriago, La Guindilla, Gil Blas, Tío Canijitas, El Cencerro, La Flaca, La Campana de Gracia, La Carcajada, El Loro, El Buñuelo, etcétera, arremeten contra la vida oficial y lo que consideran aspectos negativos del acontecer cotidiano, mientras que revistas como La Ilustración Española y Americana, La Ilustración de Madrid o La Ilustración Artística se ciñen a los temas serios e informativos, sin abundar en críticas tan agudas.
La vida cotidiana
La vida cotidiana, los vaivenes políticos, las escenas de la calle quedan perfectamente plasmados. «Una limosna, por favor; soy un maestro de escuela», implora un pordiosero que lleva bajo el brazo un libro titulado El amigo de los niños. Su interlocutor, un torero suelta la moneda con gesto arrogante: «Tome, buen hombre; toos somos, maestros ». Un agente de la autoridad detiene a an pilluelo, mientras, al fondo, espera un grupo. En el pie del grabado se lee: «¿Por qué te traen aquí, granujilla?/por un reloj, que dicen/al patio y ¿esos otros?/son periodistas de La Protesta/al calabozo! ». La escena del burro famélico, cansino, sin fuerzas, imagen del país y que no anda ni pese a los garrotazos del arriero tiene plena actualidad. En los bultos que componen su pesada carga figuran estos rótulos: sequía, arbitrios municipales, contribuciones, consumos, irregularidades, contrabandos, inundaciones...La exposición está teniendo un gran éxito en Valladolid y son numerosas las personas que se acercan diariamente a la sala para seguir, con la sonrisa en el rostro, el itinerario histórico que marcan los veintitrés paneles.
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