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Los Pecos

Pedro tiene diecinueve años y es moreno. Javier tiene veinte y es rubio. Han nacido en Vallecas y su padre murió muy joven. La madre, doña Carmen (dulce madrastra, hoy, de todas las muchachas en flor de acetato), se trasladó un día con sus tres hijos (el pequeño se llama Miguel y no entra en el binomio), a la puerta de Toledo, para vivir multiacontecida compartiendo un comedor con otras diez familias. En esta casi galdosiana travesía de Madrid, viene luego el barrio de San Cristóbal de los Angeles. Dos mil doscientas pesetas de pensión (una pela larga) para los tiempos duros. Una historia que contaría mucho mejor Costa, la historia de Los Pecos, dos adolescentes ambiguos que sonríen a la contaminación desde las vallas de Madrid y ponen su cantar en el coser de miles de costureritas.Lo malo de quienes hemos tenido una infancia triste es que nos pasamos la vida vendiéndola, luego. A Los Pecos se la ha vendido Epic (yo me la he tenido que vender por mí mismo), la marca que les lanza/graba. Son los anti/rock. Los «dos pilletes» de los folletines finiseculares, pasados hoy por McLuhan y eso que Rubert de Ventós, en su reciente libro, De la modernidad (al que habré de referirme bastante en estes días, por su riqueza), llama «el idealismo denuestro tiempo: el nuevo fantasma que recorre Europa». O sea, las cosas convertidas en idea, la realidad librecambista de dcs biografías jóvenes y furiosas, convertida en disco. A los tres anos y medio de pro fesionaIidad, Los Pecos se compran un chalé er, la carretera de Burgos.

Van a tope, endrogando al personal con su globo de música, y su único deuteragonista en los hit es su propio productor, Juan Pardo. Nacieron con un sello americano que anteriormente vivía al costado comercial de CBS. Tuvieron un primer mercado de personal reciente (anorak, quince años, piel sintética). En su staff, Crespo (hombre /chicle), Manolo y El Alimoche, a más de la movida fan autopromocionada, con gritos y pancartas en los barrios. Me lo dice unpequero:

-Tocan como un dios. Como los ángeles. Un par de ángeles, frente a ellos, sacaría un cuatro con cinco.

Los Pecos nacen, como antañazo Raphael, del «marketing de la costurera», o sea, el control musical de las emisoras por talleres de costura y conventos con modistas. Pepe Domingo Castaño, Pepe Cañaveras, pachanga, Gran Musical, Rafael Revert y un moreno y un rubio hijos del pueblo de Madrid: Los Pecos. Una vez más, como en el citado Rapliael, como en tantos (todos losioreros y todas las cantaoras), la parábola manchesteriana del lumpen o declasé que se monta en el dólar mediante el esfuerzo, el trabajo y la suerte (que la suerte siempre ha sido de derechas). Acaba de exhumarse la publicidad de camisas que hacía el actor Reagan cuando el sobre de Hollywood no llegaba para más, con la addenda del liberalismo americano: «donde cualquiera puede llegar a presidente». Antes, cuando la igualdad de oportunidades del franquismo, que nadie tenía oportunidad de ser igual a otro, esto del lumpen sublimado en metáfora feliz del éxito, nos lo trapicheábamos nosotros solos, aquí en España, por las vías nacionales de los toros y el flamenco, como ha quedado dicho. El boxeo era una tercera vía a intentar, si Ignacio Aldecoa, Manuel Alcántara o Vadillo echaban una mano literaria, incluso Pedro Rodríguez. Así llegaron Young Martín, Fred Galiana (al que yo visitaba en su pequeño bar de Alcalá/Ventas) o Folledo (a quien hice una primera entrevista lavándose los pies).

Hoy, los yanquis nos han trilatenzado hasta en eso, el manchesterianismo salvaje se absuelve a sí mismo mediante historias sentimentalexs grabadas en acetato. A Rubert de Ventós le preocupa el que nos vendan nuestro propio deseo «idealizado». A mí, el que nos vendan la salvación individual por la música -Pecos-, frente a la condenación colectiva del paro.

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