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Encontrados muertos en su domicilio una madre y cuatro de sus hijos, al parecer por intoxicación

Una mujer de 34 años y cuatro de sus cinco hijos han muerto en circunstancias desconocidas, anteayer por la noche, en su vivienda, un piso de la calle de Santa Adela, 19, en el barrio de Santa María. Los cinco cadáveres yacían en distintos lugares de la casa, y el de la mujer estaba desnudo. Ninguno mostraba señales de violencia. Se estima que la muerte de las cinco personas hubo de sobrevenir muy rápidamente, y probablemente por algún tipo de intoxicación, aunque los resultados de las autopsias, practicadas ayer, no se hicieron públicos. No hay indicios de que alguna de ellas pidiese auxilio.

A las cinco de la tarde del miércoles, Julia Ramos regresaba de recoger a su hijo Adolfo del colegio. Entre los vecinos tenía una cierta reputación de persona reservada. «Su marido, Adolfo Cerca, que es empleado de Renfe, va y viene por razones de trabajo; ella suele salir, muy poco; nada, más bien». Pero a las cinco, cuando volvía de recoger a Adolfito, se detuvo a hablar un momento con José Puig, un policía jubilado que desempeña el trabajo de portero. «Le había encargado que me comprase una caja de servilletas de papel: estoy operado de la tráquea y suelo utilizarlos con frecuencia. Me dijo que tenía la caja en su casa y que me la iba a entregar; yo le respondí que no había ninguna prisa, y que me la podía dar otro día». Probablemente, José es la última persona que vio con vida a Julia, si se exceptúa a los cuatro niños. «Tenía muy buen aspecto. No presentaba indicios de padecimiento alguno, ni signos externos de intoxicación. Transmitía la sensación de que todo iba bien».Dos horas y media después, a las 19.30, una de las tres vecinas de planta quiso hacer a su vecina Julia alguna consulta de tipo doméstico. Cruzó el descansillo y llamó al timbre. Al otro lado de la puerta respondió uno de los niños: «No puedo abrir: mi madre se está duchando». La vecina volvió a su casa.

Poco después de la una de la madrugada volvía de trabajar Adolfo Cerca. Abrió la puerta del piso, asegurada con doble cerradura, y cuya base está rematada por una pestaña de cierre hermético, tal como las de otras viviendas próximas. En el interior yacían los cadáveres de su mujer, desnudo, y de cuatro de sus cinco hijos. («La niña mayor está viviendo con una hermana de Julia; gracias a eso ha podido salvarse».) No presentaba signos de violencia y estaban depositados en distintos lugares de la casa. «Da la impresión de que la muerte hubo de ser fulminante; como si los hubiera sorprendido cuando hacían vida normal». El grifo de la bañera seguía abierto, pero el orificio de desagüe achicaba holgadamente el caudal, de modo que el depósito de baño se mantenía casi vacío. En la cocina, la ventanilla de seguridad del calentador a gas butano dejaba ver la llama azul de encendido.

Ninguna explicación

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El sistema de calefacción del bloque, a fuel, había funcionado durante todo el día, pero en las primeras conjeturas no podía relacionarse en modo alguno con un caso de intoxicación colectiva. Quedaba, pues, la hipótesis de la intoxicación provocada por el gas butano. Sin embargo, era muy debatida por el vecindario: «Es impensable que una sola bombona de butano pudiera ocasionar esta desgracia; además, la llama de la válvula de seguridad parecía encendida y, a pesar de ello, tampoco hubo explosión ni había el más mínimo olor a gas, así que en la casa ha sido descartada». Adolfo Cerca utilizó el teléfono de una casa próxima para llamar a la policía.

Los datos que se manejaban como ciertos en una primera reconstrucción de los hechos eran escasos, pero fiables: el cadáver de Julia estaba desnudo, el grifo de la bañera permanecía abierto y la válvula de seguridad del calentador de -as, instalado en la cocina, encendida; todo ello hace pensar que la muerte de Julia sobrevino en una hora próxima a las 19.30, momento en que su vecina pulsó el timbre de la entrada y recibió respuesta de uno de los niños. Por esa misma razón se descarta la posibilidad de que se intoxicaran en la cena, toda vez que no tendrían tiempo para hacer una comida. La deducción más asequible, a la vista de los cadáveres de Julia y de sus hijos: Adolfo, de seis años; Miriam, de cuatro, María José, de tres, y Sara, de siete meses, era que en aquella casa la vida había sido interrumpida bruscamente, es decir, en un instante cualquiera, por un agente misterioso. Es probable que la llave del misterio esté en manos del médico forense.

El juez de guardia ordenó que se practicasen las autopsias de los cinco cadáveres, las cuales se llevaron a cabo ayer, sin que se hiciesen públicos sus resultados, aunque, según apuntan varias fuentes, las muertes pudieron producirse por intoxicación, bien de alimentos, bien por gas. Se practican las diligencias oportunas.

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