_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una capital del Tercer Mundo

ESPAÑA ES, según fuentes generalmente bien informadas, una nación europea, industrializada y modema. Aunque bastante despegada todavía del pelotón de cabeza de los grandes países desarrollados, filtraciones oficiosas insisten también en que ese rezagamiento es menor que el que nos separa del Tercer Mundo, al que supuestamente podemos servir de puente o acueducto con la civilización occidental.Pero hete aquí que una situación anticiclónica, previsible incluso por los obligadamente dubitativos meteorólogos, plantea a los habitantes de la capital del Estado la molesta disyuntiva, casi tercermundista, de enfermar a causa de la contaminación o de tiritar de frío. Y que una modesta nevada, ni tan habitual como en Estocolmo ni tan infrecuente como en Las Palmas de Gran Canaria, colapsa la circulación dentro de Madrid, corta sus accesos con el extrarradio durante horas y produce en los centros escolares, en las oficinas y en las fábricas tantas bajas como si de una de esas tormentas de Alaska que ambientan los relatos de Jack London se tratara. Da escalofríos, en el sentido literal de la expresión, imaginar lo que podría ocurrir en Madrid si la coincidencia de un anticiclón y de bajas temperaturas durante un número suficientemente seguido de días obligara a elegir entre que fallecieran los enfermos de las vías respiratorias a consecuencia del smog o que corriera peligro la salud o la vida de otros ciudadanos por causa de la falta de calefacción. Para seguir con los malos augurios, ¿qué sucedería en la capital si en vez de los dos litros de nieve y la rápida escampada de ayer nos castigaran los cielos con una fuerte y prolongada nevada?

Es seguro que la Administración central y la Adminis tración local comenzarán el entretenido juego de pasarse la pelota de los fallos y los incumplimientos en estos terrenos. Y es probable que el Ministerio de Obras Públi cas y el Gobierno Civil de Madrid sean mucho más res ponsables que el Ayuntamiento de esta bochornosa y lamentable situación, dadas sus competencias sobre los accesos a Madrid -en el caso de la nevada- y sobre la vigilancia de los humos contaminantes de la industria, la calefacción y la circulación rodada -en lo que concierne a la polución-. En cualquier caso, y aunque inexcusable la aclaración de las responsabilidades que corresponden al Gobierno centrista o al Ayuntamiento socialista debe dejar claro cuál de las dos instancias merece las censuras, los madrileños tienen derecho a exigir, a quien corresponda, que el otoño y el invierno próximos no les deparen una situación como la que actualmente padecen.

Porque es difícil convencer a nadie que el Estado de un país moderno tenga que forzar a los contribuyentes a elegir entre el smog y el frío o sea incapaz de hacer frente a los efectos de una tímida nevada. El Código Penal distingue entre el dolo y la culpa, y también entre los delitos por acción y los delitos por omisión, pero castiga tanto en un caso como en otro a los responsables. Aparte de que nuestro petulante aparato administrativo demuestre con sus imprevisiones estar más cerca del Tercer Mundo que de Europa, parece inexcusable pedir desde ahora que se adopten las medidas pertinentes para que, al menos dentro de un año, no se repitan los atentados contra la salud ciudadana que, por omisión y de forma culpos,a, las autoridades cometen, y que adelanta el fallecimiento de enfermos crónicos y ancianos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Una mínima nevada no tiene por qué acarrear el cólapso de una gran ciudad, como demuestra la experiencia de otras capitales europeas. La contaminación puede disminuir y llegar casi a desaparecer, como ha ocurrido con el puré de guisantes londinense, mediante la instalación de depuradores de los humos de las calefacciones y de las industrias y con un mejor control por las patrullas verdes de la carburación de los autobuses y de los automóviles. Porque sólo a unos arbitristas, tan prepotentes como insensatos, se les puede ocurrir que la solución final de la contaminación sea que los oficinistas, los trabajadores, las amas de casa y los escolares tiriten de frío hasta las once de la mañana, que quienes tienen jornada nocturna hayan de recurrir a las estufas electricas para no congelarse y que, a partir de las siete o las nueve de la noche, una cama con varias mantas sea la única calefacción posible para buen número de madrileños.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_