La Constitución y su hipoteca
Hace dos años el Rey sancionó la Constitución. «La Constitución de las dos Españas» se la llamó, o la Constitución de todos los españoles, porque, por primera vez en nuestra turbulenta historia, decíamos: se ha elaborado entre todos un código político que no es el grito de triunfo de media España contra la otra media; por primera vez se ha levantado un edificio en el que todos tienen cabida, un marco qué pueden aceptar todos, un texto que ha sido fruto del acuerdo entre las grandes fuerzas políticas de la nación.Nada tenemos que borrar de aquellas líneas. Pero el acuerdo constitucional tuvo un precio y una hipoteca. El precio fue haber tenido que conseguirse en las grandes cuestiones conflictivas a base de fórmulas demasiado genéricas, cuando no peligrosamente ambiguas, o remitiéndose a las futuras leyes de desarrollo constitucional; la hipoteca estaba implícita en la necesidad de que ese desarrollo no desnaturalizase la Constitución, sino que la completase y perfeccionase dentro del su espíritu. ( ... )
A los dos años de la Constitución contamos ya con serios estudios jurídicos sobre la misma, pero no se puede decir que el texto haya calado en la opinión nacional; a veces pensamos que no ha hecho más que rozar su superficie. Seguramente teniendo eso en cuenta se ha pedido un esfuerzo de popularización. Sería un error. A la Constitución hay que defenderla en sus consecuencias prácticas y aunque sea verdad -esto es un dato positivo y consolador- que afortunadamente podemos seguir hablando todavía de la Constitución de las dos Españas y no ha tomado cuerpo nuevamente la secular división en dos mitades de los españoles, tal como existió en épocas pasadas, ¿qué podemos decir a quienes temen que cualquier día la Constitución de las dos Españas se nos haya copivertid9 en la Constitución de las mil y una Españas?
28 de diciembre
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