Arturo Rivera, arzobispo de San Salvador. "El país no se estabilizará si la izquierda no participa en el Gobierno"
Arturo Rivera, arzobispo de San Salvador en calidad de administrador apostólico, es un sacerdote moderado, por educación y por carácter, que nunca hubiera querido convertirse en árbitro de un país en guerra. Pacifista convencido, defensor del diálogo como máxima norma política, no tiene más remedio que admitir que hay ocasiones en que la violencia se convierte en legítima defensa.
Hombre de planteamientos conservadores, se ve forzado a admitir que sin contar con la izquierda no es posible ninguna solución en El Salvador. Sus homilías de la misa de ocho de los domingos se han convertido en un punto de referencia casi obligado en el país. En su despacho del arzobispado de San Salvador mantuvo la siguiente entrevista con el enviado especial de EL PAIS.
Pregunta. El Gobierno sigue diciendo que la crisis salvadoreña está motivada por el enfrentamiento cada vez más radical, de dos facciones políticas extremas.
Respuesta. El enfrentamiento es más bien entre dos proyectos políticos opuestos, el del Gobierno y el del Frente Democrático Revolucionario. No habría, pues, tres frentes sino dos; aunque no cabe duda de que hay una derecha muy activa, que podría estar dentro de los cuerpos de seguridad.
P ¿Piensa que en este momento se puede distinguir claramente entre la extrema derecha y el Gobierno?
R. En general se confunden.
P. ¿Qué opina, como obispo, del empleo de la violencia como arma política?.
R. Yo no estoy de acuerdo con el uso de la violencia, pero cuando ya está desatada puede ser distinto, porque hay derecho a la legítima defensa.
P.¿Ha llegado El Salvador a esa situación extrema?
R. Pienso que todavía no se han agotado todos los medios para la búsqueda de una solución política. Una inmensa mayoría del pueblo estaría en el centro del conflicto y mientras no se defina no puede decirse que se han agotado todos los caminos no violentos.
P. ¿Cuál es, a su juicio, la solución para este país?
R. Si no se cuenta con la izquierda, de aquí no se sale. El país no podrá estabilizarse nunca si la izquerda no participa en el Gobierno, ya que no creo que se lo entreguen entero. Es necesario que se reconozca a la izquierda no sólo como adversario, sino como representante legítimo de un sector importante del país.
P.¿Puede la izquierda participar en un Gobierno en el que se ha instalado la extrema derecha, como lo reconoce el propio embajador norteamericano?
R. Esta es una cuestión que debe resolverse a través del diálogo. Creo que de salida no puede excluirse a nadie. Esto dura ya demasiado.
P. Dice que es necesario dialogar con la izquierda. ¿Quiere esto decir que, a su juicio, representa a la mayoría de la población?
R. De la gente organizada políticamente, sí. Eso no puede discutirse. Pero esto no es la mayoría de la población. Siempre hay un bloque central neutro. Pero es cierto que no hay ningún partido que tenga la misma fuerza que la izquierda.
P. ¿Qué significa en la situación política del país la destitución del coronel Majano?
R. Majano representaba más el pluralismo que existe en las fuerzas armadas. Al irse, desaparece esa representación, y eso no está bien.
P. ¿Cómo se explica que la persecución a la Iglesia, tantas veces denunciada por usted, se haya recrudecido bajo un Gobierno del que forma parte el Partido Demócrata Cristiano?
R. La explicación que yo me doy es ésta: existen,en realidad dos poderes, uno oficial, que es el de la Junta, que no controla la situación, y otro real. No puede decirse que haya una persecución oficialmente declarada, pero no podemos dejar de denunciar que la mayoría de los atentados de que ha sido objeto la Iglesia proceden de los cuerpos de seguridad y de la ultraderecha.
Esta persecución se traduce en diez sacerdotes y religiosas asesinados en lo que va de año, bombas contra dependencias del arzobispado, once ametrallamientos de la Universidad Centroamericana, que regentan los jesuitas, artefactos contra iglesias y amenazas de todo tipo contra sacerdotes.
P. Usted ha dicho que la Iglesia es perseguida porque se ha situado al lado de los pobres. ¿Significa esto que cada vez se está situando más cerca del proyecto político defendido por la izquierda?
R. Algunos piensan que estar cerca de los pobres es estar cerca de aquellos que están organizados políticamente en tomo a una alternativa concreta, pero creo que el concepto no se agota ahí; es mucho más amplio. Vemos que muchos buscan su liberación organizándose políticamente y luchando por alcanzar sus objetivos, pero nosotros queremos abarcar un poco más porque si la Iglesia se casa con una ideología o una organización fracasa su vocación de servicio a toda la comunidad. Es claro que la Iglesia no puede estar con el proyecto político de la extrema derecha, pero lo que yo quiero hacer ver es que, aun tratando de vivir preferentemente esta opción de los pobres, no podemos aliarnos con una alternativa histórica concreta.
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