_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ni humanismo ni terror / y 3

Reflexiones contra la violencia

Desde luego que el traer a colación en estos artículos el nombre de Maurice Merleau-Ponty y el título de una de sus obras (Humanismo y terror) no ha sido a título mera mente decorativo. Lo hemos hecho porque puede ayudamos a pensar, proyecto que hemos enunciado al final del anterior artículo, y ello aunque su autor escribiera esta obra en muy otro contexto: el de la discusión en torno a los llamados procesos de Moscú. A propósito de aquellos problemas dijo Merleau-Ponty cosas que merece la pena recordar en cuanto que desvelaron mucho de lo que él llamó, en aquel libro la mistificación liberal. No contra fascistas de viejo o nuevo cuño, sino contra posiciones liberales o neoliberales van mis ánimos cuando escribo ahora, pues esa filosofía liberal -bajo las formas (mejor o peor en camadas en siglas) centristas, democristianas, socialdemócratas, socialistas y eurocomunistas- es la que hay en la base de, para mí, aberraciones como la reciente mente promulgada ley antiterrorista (que es una ley de inseguridad ciudadana, por mucho que se haya formulado de otra manera: también en esto entra la mistificación, pues, como muy bien ha escrito Fernando Savater en estas páginas, estamos ante una ley de seguridad del Estado).Pues bien, es el contenido de esta filosofía liberal el que habría que desentrañar, y no por mero prurito filosófico, sino porque la filosofía es una cosa muy importante en los procesos sociales -nada menos que como «la lucha de clases en el plano de la teoría» la definió nuestro, querido y admirado Louis Althusser-, y es en este plano donde se celebran batallas muy importantes que no, es posible desdeñar y menos por parte de los que nos reclamamos, por modestamente que lo hagamos, del.campo del pensamiento. A este respecto, nos recuerda muy bien Merleau-Ponty que las «ideas liberales» forman parte de un sistema de violencia: «forman sistema» con la violencia, dice literalmente. Estas ideas conformarían, según Marx (sigo citando a nuestro autor francés), un «pundonor espiritualista », un «complemento solemne» o una «razón general de consolación y justificación» de los sistemas liberales, que así presentan su cara humanista contra el terror (revolucionario). Asunto, pues, de ideas; pero verdaderamente la cuestión seria y profunda es muy otra: «La cuestión -dice Merleau-Ponty- no es solamente saber qué piensan los liberales, sino qué hace en realidad el Estado liberal dentro de sus fronteras y fuera de ellas». Y, en verdad, es cierto que: «Un régimen nominalmente liberal puede ser realmente opresivo». De manera que: «Un régimen que asume su violencia podría encerrar un humanismo mayor». En nuestra reflexión no se trata precisamente de un régimen internacionalmente opuesto a otro; (allí se trataba de la URSS frente a los regímenes bienpensantes occidentales, todos ellos llenos de la sangre de sus colonias y de las de sus propias clases obreras, como queda claro en el discurso de Merleau-Ponty). Porque, como él dice en otro pasaje de su libro: «¿Qué podemos contestar cuando un indochino o un árabe nos hace observar que ha visto nuestras armas, pero no nuestro humanismo?». Atacado por los liberales en función de principios humanistas, Merleau-Ponty no puede por menos de preguntarse, recibiendo en su rostro los golpes del humanismo: «¿Es culpa nuestra si el humanismo occidental está falseado al ser también una máquina de guerra?».

¿Para qué seguir? No se trata ahora de resucitar una polémica producida en otro contexto, sino simplemente de recordar que, con aquel motivo, Merleau-Ponty hizo una profunda reflexión perfectamente válida hasta hoy, pues lo que él vino a decir es que el pretendido enfrentamiento entre humanismo (occidental, liberal, democrático) y terror (rojo) revelaba, en el análisis científico, graves elementos de terror en el primero de los términos y quizá fuertes asomos de humanisrno en el segundo. Suficiente, para que, en tiempos como éstos, fuera sometido a un proceso por apología del terrorismo.

Desde entonces, las trampas del humanismo han sido teóricamente desmontadas más de una vez, y hemos reflexionado, con Althusser y otros maestros sobre el antihumanismo teórico de Marx. ¡Antihumanismo! ¡Qué palabra tan fea! Pero hemos aprendido bien a pronunciarla, cono otras, después de un duro aprendizaje: llamar a las cosas por su nombre y tratar de asumirlas, para aceptarlas o rechazarlas, en sus verdaderas esencias. De manera que hoy el humanismo es una instancia sospechosa en cuanto que oculta, en las democracias burguesas, un fuerte armamento y una real y aún más potencial violencia. El humanismo occidental alberga unas entrañas de terror verdaderamente impresentables en sociedad; y es una instancia también sospechosa en cuanto que invita al desarme ideológico de quienes tratan de oponerse al sistema capitalista. Falsas filosofías contra la violencia -como la muy confortable que se expresa famosamente en la postura de «estar contra toda violencia, venga de donde venga»- se cubren bajo la capa de este humanismo fabricado en las oficinas del sistema intrínsecamente violento que es el sistema capitalista. O mejor que de violencia podría hablarse de la brutalidad de este sistema, que, como dijo alguien, «rezuma sangre por todos sus poros». Sangre y pus, si se me permite esta un poco repugnante expresión.

Dicho esto, no puedo dejar de añadir mi profundo horror ante lo horrible de la guerra. En las páginas de los periódicos aparecen, una y otra vez, fotos de cuerpos muertos en esta guerra, ensangrentados en el suelo de un bar o en cualquier encrucijada de un camino. Ello -descontando las acciones mercenarias, cuyos ejecutores son asesinos a sueldo pagados desde el vientre de la derecha, desde sus inconfesables entrañas- nos tiene, que poner a reflexionar seriamente, a tratar de respondernos a la pregunta: ¿Pero qué pasa, qué está pasando aquí? Y la respuesta no puede ser la mentira técnica postulada por el señor De Salas u otras semejantes (y no digamos las patochadas a lo Ramón Tamames, según el cual el problema es generado por un «cerebro diabólico», a la manera del doctor Mabusse o del doctor Infierno, protagonista de algunos tebeos que, seguramente, son la léctura de Tamames, pues si no no se comprende), sino la investigación seria y valerosa de lo que sucede, como único método. Y lo que sucede es que en Euskalherria hay un amplio movimiento popular, patriótico (abertzale) y socialista, que rechaza muy decididamente la reforma suarista, la cual se ve como una trampa inmovilista en el sentido, ya consabido, de reformar un poco (y hasta con tacañería: lo menos posible) para que no cambie relativamente (y hasta absolutamente) nada. Y lo que sucede es que la guerra aquí, desde los años sesenta particularmente, ha comportado terribles sufrimientos a este pueblo y que no es posible que ahora se acepte, como si nada, la burla de una mera descentralización administrativa (y aun ésta muy mezquina) que haga tabla rasa de las diferencias, metiendo en un mismo saco todas las nacionalidades y regiones; indeterminando «pa los restos», como diría un castizo, la calidad de las diferencias: diferencias que no pueden ser entendidas con una óptica de cliché: la de los privilegios u otras banales argumentaciones destinadas a ocultar los verdaderos términos del problema, de manera demagógica, para enfrentar a los vascos con los demás pueblos, ellos también oprimidos, pero de diferentes formas, dada la diferencia de las distintas situaciones históricas y culturales. ¿Alguien será capaz de emprender este camino, que conduce, como decíamos, a las cosas mismas?

Esta tendría que ser una tarea propia de los intelectuales españoles de hoy, en lugar de como hacen, guardar silencio o, si hablan, hacerlo en calidad de caja de resonancia de las ideologías de la derecha. Es muy grave, creo yo, esta responsabilidad que asumen reproduciendo, como si tal cosa, el peor y más interesado periodismo; y la verdad es que no es preciso acudir a la existencia de un «fondo de reptiles» y al disfrute de sus fondos para explicar esta degradación intelectual que permite que la tecla «terrorismo» produzca tan idénticos mensajes en cabezas, en principio, tan varias como las que se dedican a pensar -¿sí?- en el panorama intelectual español, cuyo corrimiento a la derecha es un fenómeno fácilmente verificable: ¡Qué gracioso es Giménez Caballero! ¡Qué talento tiene Fernando Sánchez Dragó! Etcétera.

Por ejemplo, es muy curioso advertir que el chauvinismo -lo que Lenín llamó, muy bien, «chauvinismo de gran potencia»- se encarge, a la hora de enfrentarse con determinados problemas, en gentes cuya condición crítica tendría que estar por encima de toda sospecha, y que, en definitiva, con relación a algunos temas, la diferencia sea mínima entre el pensamiento de Piñar o Fraga Iribarne y el de tantos intelectuales de la izquierda. Así es, sin duda, en cuanto al problema vasco se refiere. ¡Por favor, hagan ustedes un esfuerzo! ¡Pensar, sobre la base de los datos que la realidad nos presenta, desnudados de la ideología que siempre los encubre, es una tarea bella! O feísima, no lo sé; pero, de un modo o de otro, parece ser que se trata de nuestro oficio. Un oficio desde el que se ama la paz; pero desde el que también se ve, si no se anda por los alrededores del «fondo de reptiles », que la única paz concebible para la derecha pasapor que adoptemos como nuestros sus puntos de vista. Pero entre nuestros puntos de vista no puede ser rechazado, por ejemplo, uno tan elemental como el de que todos y cada uno de los pueblos de este mundo, y de cualquier otro posible, tienen derecho a autogobernarse. Y en este caso está muy claro, para cualquiera que tenga dos dedos de frente, que es preciso negociar con ETA * ¡Antes de que, como siempre, sea demasiado tarde! ¡Y ya está siendo demasiado tarde!

* En cuanto a ETAm, parece que las condiciones propuestas por esta organización para un alto el fuego están claras: celebración de negociaciones públicas sobre la base de los puntos mínimos del Komité Abertzale Sozialista (KAS), que constituyen una alternativa táctica. Por su parte, ETApm parece que conformaría su alto el fuego a la práctica real y satisfactoria del Estatuto llamado de Gernika, en cuyas virtualidades parece creer esta organización. Por lo que se refiere a los Comandos Autónomos, ignoro si hay una posibilidad de negociación. A fenómenos como éste me refiero cuando expreso mi inquietud de que ya esté siendo demasiado tarde. ¡Ay, Dios! Las cosas siempre llegan tarde, mal y nunca, y las consecuencias de ésto son siempre funestas. Alfonso Sastre es escritor y dramaturgo. A raíz del atentado de la calle del Correo, en septiembre de 1974, fue detenida y procesada su mujer, Genoveva Forest. Alfonso Sastre se presentó en la comisaría tras esta detención y fue encarcelado y procesado por delito de terrorismo; tras ocho meses y medio de prisión fue puesto en libertad provisional bajo fianza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_