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El encarecimiento del crédito en Estados Unidos dificulta una rápida salida de la crisis en Europa

El fuerte encarecimiento del dinero a nivel internacional, resultado directo de la continua elevación de los tipos de interés en Estados Unidos en las últimas semanas, ha enturbiado aún más el sombrío panorama de las economías occidentales y amenaza con retrasar por un año más la ansiada salida del túnel de la arrastrada recesión. Los temores no ocultados de los responsables económicos europeos ante el nuevo giro de la política monetaria norteamericana se ven, además, agravados ante la seguridad de que la llegada, en enero, del presidente electo norteamericano, Ronald Reagan, a la Casa Blanca ennegrecerá aún más el horizonte, dada la preponderancia de los monetaristas entre sus asesores económicos.

El continuo encarecimiento del dinero en Norteamérica fue ya tema central de discusión de la última reunión, el pasado 21 de noviembre en París, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Será también el asunto prioritario de la reunión mensual que celebrarán mañarta y pasado en Basilea los gobernadores de los bancos centrales de los principales países occidentales. Es de esperar que en la ciudad suiza se repita la queja europea de París, ante las autoridades norteamericanas, por la insistente subida de los tipos de interés, única forma que parece haber encontrado el Sistema Federal de la Reserva estadounidense para controlarlas nuevas tensiones inflacionistas que han aparecido en su economía.Para colmar el vaso, el Sistema Federal de la Reserva (banco central estadounidense) anunció el pasado viernes una nueva elevación de su tipo oficial de descuento, hasta colocarlo en el 13%. La medida, que se vio acompañada de decisiones adicionales para controlar el crecimiento de la masa monetaria, tal como la elevación en tres puntos más en el coste del dinero para los bancos con excesivas peticiones de dinero ante el FED, provocó inmediatmaente la subida en medio punto en el prime rate a cargo del Citibank. En estos momentos, el tipo de interés preferente se encuentra ya en Estados Unidos a la altura del 19%, cifra que tan sólo dista un punto del histórico 20% que se alcanzó el pasado abril.

Los expertos estiman que es sólo una cuestión de días el que se alcance esta cota histórica del 20% en el coste del dinero. La consecuencia directa de este inalcanzable encarecimiento del crédito en Estados Unidos es la adopción por parte de las autoridades europeas (principalmente las británicas y alemanas) de medidas paralelas de defensa, tales como las subidas de sus tipos y la concesión de medidas monetarias favorables para atr aer ese dinero que inevitablemente cruzará el Atlántico. atraído por la rentabilidad de los altos tipos.

Por otro lado, la subida del prime rate está paulatinamente encareciendo el coste del dinero en Europa y en el euromercado. El libor (interés interbancario de Londres), en el que se fijan la mayor parte de los préstamos sindicados, alcanzaba la semana pasada el tope del 20%, con el subsiguiente mayor coste del dinero para las empresas que necesitarán muy pronto afrontar sus planes de inversión para el nuevo año de 1981.

Agravamiento de la recesión

A juicio de algunos analistas, sólo dos economías occidentales se van a poder librar de las consecuencias más adversas que supone la adopción de una política general tan restrictiva en el lado monetario. Por un lado, Japón, que todavía espera alcanzar un índice de crecimiento para 1981 del orden del 35%. Por otro, Estados Unidos, con una de las economías más flexibles de toda la OCDE, que puede alcanzar un 2% de aumento en su producto nacional bruto (PNB), gracias a los rápidos mecanismos de estímulo que aplica una vez agotada la vía monetaria. El vaivén experimentado en los tipos de interés, que pasaron del 20% en abril (para el prime rate) al 12% en agosto, para subir al 19% esta semana, prueba esta flexibilidad.Las perspectivas más pesimistas las presenta quizá la economía germana. El Gobierno federal de Bonn ha recurrido también a medidas monetarias para controlar la inflación, siguiendo la pauta general marcada en las reuniones de primavera y anual del Fondo Monetario Internacional (FMI), pero la consecuencia directa de esta política ha sido un estrechamiento de las posibilidades de inversión y el reconocimiento por sus autoridades de que en 1980 no se alcanzará la meta de un crecimiento del 2% en el PIB marcada al principio del año. Los institutos económicos alemanes incluso llegan a adelantar que la economía germana sufrirá una fuerte recesión en 1981, con cifras negativas en su crecimiento.

La situación alemana se ve además dificultada por su débil posición exterior, con un déficit que puede llegar a ser en 1980 del orden de los 18.000 millones de dólares. Esta cifra será casi un tercio del déficit global del conjunto de países de la OCDE para el año en curso, pero Bonn tendrá aún el inconveniente de que sus perspectivas no mejorarán en 1981.

Otro país en dificultades, según se puso de manifiesto en la última reunión de la OCDE de París, será España. Pese al optimismo oficial de nuestros responsables económicos, la situación real de la economía española es mucho peor de lo que se quiere admitir, especialmente en el sector exterior. El déficit de la balanza de pagos superará los 5.000 millones de dólares este año y las escasas posibilidades de mejorar nuestras exportaciones harán que 1981 sea.un año quizá más negro.

Por otro lado, la esperanza oficial de alcnzar en 1981 una cota de crecimiento del 2% o 2,5% parece máis un deseo que una realidad, especialmente cuando las perspectivas para todo Occidente en ese mismo año hablan de crecimiento nulo o inferior al 1%.

El fantasma del paro y la incógnita del petróleo

Evidentemente, el lado más dramático de este sombrío panorama viene dado por el descenso en el nivel de empleo en los países de la OCDE, que seguirá reduciéndose el año próximo hasta alcanzar cotas récords en los últimos años. Los bajos niveles de crecimiento que se esppran serán insuficientes para absorber la nueva fuerza laboral que acude al mercado de trabajo, lo que inevitablemente producirá un incremento paulatino de la desocupación. Según el Instituto Sindical Europeo, el número de personas en paro en Europa occidental alcanza ya la cifra de nueve millones. En los próximos años, según la misma fuente, se necesitarán crear quince millones de puestos nuevos de trabajo, cantidad que sólo se alcanzará si el crecimiento global en los países de la OCDE alcanza el 5% anual continuado.Por último, la incertidumbre del suministro de petróleo para 1981 echa un jarro de agua fría a cualquier cálculo realista de la situación. La continuación de la guerra irano-iraquí y las tensiones que la ausencia de una política moderada y coherente de la OPEP en materia de precios y suministros está provocando, hacen pensar que no sólo no puede haber una solución previsible, sino que cualquier política alternativa que resulte de los foros internacionales se puede ver truncada por el capricho o los imponderables de la situación en el Golfo Pérsico.

Es por eso que tanto la OCDE, en el terreno económico, como los bancos centrales, en el monetario, buscan nuevos instrumentos con los que reforzar una política que parece condenada al fracaso. El optimismo que puede suponer en los medios económicos mundiales la llegada de un nuevo equipo económico a Washington quizá sea suficiente para Estados Unidos, pero puede probar ser demasiado corto para la vieja Europa, según algunos análisis.

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