Osorio
En la política, como en el matrimonio, existe el adulterio blanco, o sea que basta con pensar en un hombre para pecar. Ahora hemos pensado en Osorio.El error/Osorio puede llegar a ser algo así como el error/Berenguer, pero de paisano. (Supongamos que de paisano.) Ni siquiera hace falta que Osorio llegue a gobernar. El mero hecho de que diversas fuerzas políticas, «diversos estamentos» (y no hace falta que nos digan cuáles, porque no hay más que dos o tres) hayan descendido en su exigencia o falta de exigencia política a ese lugar de encuentros llamado Osorio, revela desoladamente en qué momento nos encontramos. Leyendo los estudios de Menéndez y Pelayo sobre la ciencia española, Ortega llegó a la enceguecedora conclusión de que en España nunca ha habido ciencia. Hoy, leyendo en los periódicos los nombres de los posibles jefes de Gobierno, líderes de un día, llegamos a la conclusión por abundancia de que en España no hay líderes. Uno no ha querido ni creído nunca en la política del cesarismo, pero lo cierto es que la política no se define, sino como lo que hacen los políticos, y hoy casi todos son mediocres. Y las conspiraciones de la mediocridad suelen arrojar, como metáfora, corolario o boomerang, el nombre de Osorio. Siempre que andamos bajos de ideas o lentos de Gobierno, aparece un Osorio en la Historia de España, un hombre/globo que cabecea en el cielo ex azul de Madrid, distrayendo al personal, mientras los globeros y englobadores hacen su trapicheo. Me lo ha dicho esta mañana Carmen Díez de Rivera:
-Y encima, a eso que salga quieren llamarlo «Gobierno de gestión», como si hasta ahora sólo hubiésemos tenido Gobierno de diversión.
El clima Osorio está en la calle, el clima Osorio es la grisalla ideológica del día, la contaminación mediocre que respiramos, el índice de irrespirabilidad democrática que disfrutamos. Angel Ubeda, que va a exponer en Orfila, ha fotografiado como nadie la grisalla/rocalla madrileña, el marengo de la vida y sus políticos. A media tarde, Agustín García Calvo, cruzado de hippy/60 y Sócrates pasado por el latín, tiene en Manuelas su tertulia filosófica con el personal, una basca de sedas retro, andrajo metafísico y pamela de fieltro negro/cuervo/nevermoore. Es hermosa esta Atenas tabernaria donde se debate la Filosofía pura como el Madrid/Atlético. Dan ganas de no salir nunca más a la calle, porque en la calle hace un frío/ Osorio. Más tarde tengo un coloquio con Aranguren, Amorós y Castillo-Puche, sobre Eugenio d'Ors.
Contra la viva exposición de mis compañeros, se alza de pronto la grisalla de un orsiano de sangre, que no de ideas, para hacer una improbable divagación sobre la cebolla, y a todos nos entra el frío Opus/Osorio, el frío de la calle, como si alguien hubiese dejado abierta la puerta. Conchita Montes le replica contando, entrecontando «picardías» del maestro, y el «orsiano/osoriano» se crispa de perfil. Alfredo, el dibujante, que ha pintado un Madrid giratorio, un Madrid que era una fiesta de colores rodantes, siente cómo todas las torres mil de la ciudad gentil se romanizan belicosamente o cómo la Gran Vía se torna gótica, estirándose hacia el cielo, tiesa de terror ante la cellisca; Marina Mayoral se guarece en su próxima novela como en un refugio de montaña; Jean Franyois Revel echa de comer en Bocaccio a los damnificados de Osorio; Laín Entralgo se pone a hablar (magistralmente) en la Fundación March, hasta que escampe Osorio; Gabriel García-Badell se lo hace en el Club de Prensa, y Terence Stamp nos cita en Pachá. Lo que no se puede es estar a la intemperie con la grisalla/Osorio, que da gripe.
Osorio, hombre/globo de Larra. Hombre/coartada de los poderes que no se atreven a decir su nombre. Franco y Stalin hablaron de «tontos útiles». Osorio es un listo inútil.
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