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El desafío japonés

Las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores de Japón, en el sentido de que su país no autolimitará sus exportaciones a Europa, han caído como un jarro de agua fría en la Comunidad Económica Europea. Han desaparecido así las larvadas esperanzas que, hace menos de una semana, despertó la decisión de la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos, contraría a aplicar restricciones a la importación de automóviles japoneses. Una decisión que si, por una parte, favorece una postura más firme de Japón y desaira los intentos proteccionistas europeos, por otra suponía una buena noticia para la Comunidad por el hecho de que, libres las manos para la penetración de la industria automovilística japonesa en Estados Unidos, podría reducirse automática mente la presión de los productos nipones en Europa, por lo menos en el sector que presenta una mayor vulnerabilidad como es el de la automoción. ( ... )El desafío japonés tiene el triple origen de la tecnología, la competitividad y la enorme capacidad de penetración en los mercados extranjeros. La tragedia europea consiste en que la avalancha japonesa se produce en plena crisis económica general, en un momento de graves dificultades ínternas de la Comunidad y en unas circunstancias trágicas que exigen profundos planes de reconversión industrial en los sectores clave para empezar a hacer dentro de tres años lo que Japón lleva haciendo un lustro. Pero, sobre todo, el desafío japonés, al margen de su origen y por encima de las debilidades ajenas, tiene la fuerza irrefutable de que se apoya en una estricta competitividad a nivel mundial, reflejo, por un lado, de su forma de entender la economía y las relaciones industriales, y coartada perfecta, por otro, para ir por el mundo imponiendo calidades y precios. Si ustedes juegan a la economía de mercado, parecen decir los japoneses, cambien sus empresas; si no, cambien sus leyes.

19 de noviembre

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