Nuevos economistas y republicanos tradicionales entre los aspirantes a la dirección económica
Unas cien personas componen el «equipo de transición» del presidente electo, Ronald Reagan. Todos ellos, seguramente, conservarán su puesto en la nueva Administración republicana que comenzará a gobernar el próximo 20 de enero. Pero sólo unos pocos permanecerán entre los elegidos en el nuevo Gobierno y en el equipo directivo próximo al nuevo presidente. El hombre clave que está seleccionando estos cargos es Pen James, headhunter oficial de Reagan.Aparte de los puestos de secretario de Estado y Defensa, los cargos de más difícil selección serán los correspondientes al área económica y de las nuevas caras que aparezcan en el Tesoro, Consejo de Asesores Económicos, Oficina de Investigación Económica, Oficina de Dirección y Presupuesto, etcétera, dependerá, en gran parte, la orientación de la política económica norteamericana en los próximos años.
Según todos los indicios, Ronald Reagan ya tiene secretario de Estado (Ministro de Asuntos Exteriores). Y, por vez primera en los tiempos recientes, el puesto será ocupado por un experto económico, George P. Shultz, procedente del Massachussets Institute of Tecnology (MIT). La selección de Shultz, secretario del Tesoro con Richard Nixon, para dirigir las relaciones externas de Estados Unidos, es ya un hecho sintomático de lo que va a ser la nueva Administración y la importancia de los temas económicos en el planteamiento político global de Reagan. Lo mismo sucederá en la cartera de Defensa, que puede ir a manos de otro ex secretario del Tesoro de Nixon, William Simois.
Para el cargo de secretario del Tesoro la búsqueda de talentos se ha centrado en Alan Greespan, uno de los representantes más conservadores del equipo económico de Nixon y Ford, Charles E. Walker, subsecretario del Tesoro con la última Administración republicana, y Walter Wriston, presidente del Citicorp y vínculo natural del equipo electo ral de Reagan con la comunidad financiera neoyorquina. La aparente exclusión de los defensores de la línea económica de oferta (suply-side economics) de este vital puesto es, consecuentemente, todo un indicio de la influencia que el aparato del Partido Republicano tiene a la hora de ejercer el poder.
No obstante, Reagan parece haber encontrado sitio para sus expertos en las llamadas políticas de oferta. El cargo del presidente del Consejo de Asesores Económicos puede ir a manos de Arthur Laffer, el profesor californiano que se encuentra detrás de las teorías contenidas en la ley Kern-Rooth. Laffer, sin embargo, se muestra reacio a dejar California e incorporarse a la política en Washington. Entonces la balanza se inclinaría, según Business Week, sobre el economista Thomas Soweel, de la Universidad de Stanford, o el experto fiscal Michael J. Boskin, de la misma universidad. Un cuarto candidato es Murray Weidenbaum, actual coordinador del equipo de choque de Reagan.
Otro puesto clave en la dirección de la política económica es la Oficina de Presupuesto y Dirección, que con Reagan puede ser un centro pivote al tener que dirigir toda la maraña de reducciones fiscales, equilibrio del presupuesto, etcétera, que pretende la política del nuevo presidente electo. El candidato principal a este cargo es Caspar Wemberger, que ya lo fue con Nixon, que ocupa desde hace unas semanas la asesoría del presidente electo para temas fiscales. Suenan también para este cargo su antiguo subdirector, Paul O'Neill, y otro adjunto de Weinberger, Donald Ogilvie.
En temas económicos, Reagan ha empezado a actuar y el pasado domingo se reunió, en un hotel de Los Angeles, con un grupo de personas que, oficialmente, están encargados de elaborar un documento que resuma la futura política económica de la nueva Administración. Entre estos, dato curioso, se encontraba otro ex secretarlo del Tesoro de Nixon y contendiente por la candidatura republicana a la presidencia, John Connally. Más significativa, sin embargo, fue la presencia de Milton Friedinan, el monetarista de la escuela de Chicago y principal crítico de las doctrinas poskeynesianas de los demócratas y del presidente Carter. Estaban también Paul McCracken y Walter Wriston.
Todo indica, en cualquier caso, que Reagan piensa combinarla influencia de la nueva economía con el republicanismo más clásico, lo que demostraría que una cosa es la campaña electoral y otra el ejercicio del poder.
No obstante, y a la luz del primer encuentro del equipo económico asesor de Reagan en Los Angeles, el pasado fin de semana, parece claro que la influencia de la llamada «nueva economía» ha a ser mucho más limitada que lo que se pensaba. A los rumores de un progresivo alejamiento de Reagan de las ideas de Laffer, el único asistente notable de la escuela heterodoxa en la reunión fue Milton Friedman, cuyas ideas son, efectivamente, diferentes a las del establishment, pero también es cierto que muchas veces apoya aspectos parciales de las políticas oficiales.
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