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Entrevista:

José Hernández: "Entro en el cuadro como en un túnel"

Esta tarde se inaugura, en la madrileña galería Tórculo, una nutrida muestra de obra gráfica del pintor José Hernández. Junto a aguafuertes aislados y a otros que forman series cerradas, se presenta un libro editado en California (EE UU), con texto de James Joyce y cinco ilustraciones del artista. Este confiesa que entra en cada una de sus obras como en un túnel: «a tientas». Al salir de ese túnel metafórico, añade aquí el pintor, «me doy cuenta de que no he inventado nada, sino que he transfigurado lo cotidiano en imágenes».Lejos de cualquier senda que conduzca a la palabra, circula José Hernández entre los treinta Y muchos grabados que componen su exposición. Murmura cosas varias, pero señala sin cesar el anzuelo elocuente de las imágenes. Por fin, acorralado, coge un papel de estraza y escribe su primera confesión con tinta sepia: «Siempre he admirado a aquellos pintores que con más o menos fortuna supieron escribir sobre su propia obra. Yo no lo puedo hacer. Yo entro en el cuadro como en un túnel: a tientas. Si descubro la salida, este cuadro se termina».

Pregunta. A la vista de las obras seleccionadas para esta muestra he recordado las palabras del poeta y crítico de arte Angel González García: «Poco a poco, las ruinas han abandonado su valor correctivo; la muerte, su necesidad inconfesada; la corrupción, su identidad mortal; los monstruos, su contundencia política; la liturgia, su banalidad irremediable; la historia su tétrica ejemplaridad». ¿Ha querido usted exponer las etapas de ese abandono?

Respuesta. Algo hay de eso. Pero hago más hincapié en el terreno de lo ya abandonado que en el que fu abandonando. De ahí que sólo figuren tres o cuatro grabados antiguos, mientras que los restantes pertenecen a mi creación más reciente.

P. Lo último que ha realizado son los cinco aguafuertes que figuran en el libro compuesto a partir de Giacomo Joyice. ¿Ha perseguido en ese trabajo una fidelidad a lo narrado por Joyce?

R. Tan sólo en dos grabados, bastante fieles al tono surrealista y erótico del relato. Los otros tres son más libres, aunque espero que no infieles, pues la escritura es tan maravillosa que me sentí incapaz de recrear las situaciones descritas.

P. Hay una diferencia notable, al margen de la anécdota, entre sus pinturas y sus grabados. ¿A qué se debe?

R. Grabar no es sino una técnica más entre las varias que empleo para expresarme. La elasticidad de la tela y las calidades propias del óleo imponen una actitud parsimoniosa y sosegada. En cambio, al ponerme ante la dureza del metal, es como si me sintiese impulsado a producir una descarga de agresividad. Yo no soy agresivo.

P. ¿Y no teme que esa descarga sea excesiva, restándole energía a su pintura?

R. La agresividad de la que hablo no tiene nada que ver con las imágenes resultantes. Yo estoy siempre trabajando, encerrado en mi estudio. Como pinto muy lentamente, a veces me emborracho demasiado ante un lienzo y siento la necesidad de aliviarme mediante el dibujo. Pero dibujar no me basta como terapia. Así que tengo que enfrentarme a la plancha y desahogarme.

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