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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Oportunidad y conveniencia de la gran coalición UCD-PSOE

Durante muchos años, en España, algunos de los que escribíamos habitualmente en los periódicos nos esforzamos pidiendo que el Gobierno franquista reconociera un estatuto legal, a la oposición, la cual, en contra de lo que entonces se decía por boca de los portavoces oficiales, es una Oieza esencial de cualquier organización de hombres libres. Con las dificultades que en tal época teníamos para expresarnos, yo insinué tímidamente que la oposición debía ser considerada, al menos, como un servicio público, valoración mínima que, en un momento de predominio de los administrativistas, podía resultar poco hiriente.Toda aquella lamentable larga situación queda atrás, muy lejana históricamente gracias a la voluntad de olvido de quienes la padecieron (otra cosa ocurre con algunos de sus beneficiarios), y ahora en España la oposición goza de los derechos que a la misma corresponde en las democracias pluralistas mejor articuladas. Nos hallamos en el nivel político donde la mayoría respeta a la minoría, según la tipología acuñada por Claude Leclercq. Basta acercarse una tarde al palacio de las Cortes, o asistir a una conferencia de Prensa con un ministro, para comprobar que los grupos de la oposición son estimados y que se les tiene en cuenta al tomar decisiones. Desde el Gobierno surgido a consecuencia de las elecciones del 15 de junio de 1977, en España se gobierna de otra manera, con respeto a la oposición y procurando entenderse con los discrepantes.

Trabajar en equipo

Sin embargo, transcurridos más de tres años desde aquellas primeras elecciones libres y habiéndose agravado considerablemente determinados problemas, parece aconsejable subir hasta el último nivel de la -escala del citado Leclercq, es decir, colocarnos en el terreno político de la gran apertura a los otros, de la gran comprensión entre personas y grupos, con un Gobierno colaborando con la oposición. No sólo hay que respetar desde el poder a los restantes partidos, sino que debe iniciarse el trabajo en equipo con ellos. De ahí, como primer paso, la oportunidad de un Gobierno de coalición entre UCD y PSOE, según se viene pidiendo con seriedad y con responsabilidad.

Los teóricos de la democracia adoptan en esta materia dos actitudes: o se limitan a postular el respeto del Gobierno hacia la oposición, o recmiendan la colaboración con la oposición. Todo depende de su forma de entender el principio de la mayoría electoral.

En el área anglosajona, curiosamente, a pesar del pragmatismo que impregna allí la acción política, se ha insistido más en la idea de que el Gobierno debe realizar su programa y la posición mantener el suyo, aunque las urnas arrojen una diferencia escasa de votos. En virtud de la notable influencia de la práctica política inglesa en el mundo, esa manera de proceder se ha convertido en casi una regla de conducta democrática.

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Diálogo entre mayoría y minoría

En el fondo se encuentra la creencia -discutible, yo diría falsa- de que la rnayoría representa la voluntad nacional. No voy a se guir ahora la trayectoria de algunos epígonos de J. J. Rousseau, con su «voluntad general indestructible» dando sostén a las dictaduras. Pero justo es destacar que otros segui dores del mismo Rousseau pro porcionan sólido fundamento a la democracia pluralista. Sin embar go, cuando se identifica mayoria y voluntad nacional, los disidentes, los discrepantes, la oposición sólo puede aspirar a un estatuto de to lerancia o, como decía Barrot, a ser «el condimento de la libertad».

A otras con consecuencias nos lleva la concepción del diálogo mayoría-minoría como auténtico generador de la voluntad nacional. Quizá los autores, que han padecido directamerite en sus personas los excesos de la omnipotente voluntad general o la tiranía de la mayoría, son más sensibles a las peticiones de colaboración entre, Gobierno y oposición. Unas páginas clásicas de maestro KeIsen (vida errante, perseguido por Hitler, finalmente profesor en Berkeley) constituyen una cita obligada, mientras que la gran coalición de 1966 en la República Federal de Alemania y los subsiguientes Gobiernos de soc-aldemócratas y liberales están ahí como unas fórmulas de accnsejable reflexión. Hans KeIser. advierte: «La voluntad general formada sobre la base del principio mayoritario no debe ser una decisión dictatorial impuesta por la mayoría a la minoría, sino que ha de resultar de la influencia recíproca que los dos grupos se ejercen mutuamente, del contraste de sus orientaciones políticas antagónicas». Y agrega: «Esta es la verdadera significación del principio mayoritario en la democracia real: por ello sería preferible llamarlo principio mayoritario-minoritario».

La colaboración del Gobierno con la oposición se convierte además en exigencia práctica en momentos difíciles, con una voluntad nacional imprecisa, de contenido dudoso, y cuando la indestructible voluntad general de Rousseau es fruto de una mera mayoría relativa. Entre nosotros se ha reconocido la necesidad de sumar en el Congreso de los Diputados un número de votos que sea mayoría absoluta, pero, a mi juicio, se ha seguido el camino peligroso de anteponer en la operación el llamado modelo de sociedad al modelo de Estado. Es cierto que algunos partidos nacionalistas propugnan un modelo de sociedad que se aproxima bastante al que defiende UCD. Pero el modelo de Estado es distinto, mientras que a este respecto no existen diferencias insuperables -pienso- entre UCD y PSOE.

Estado y sociedad

Hay quien considera que lo importante es el modelo de sociedad. Hay quien da más valor al modelo de Estado. Para mí, en los momentos presentes de España, lo procedente es buscar coincidencias en la fabricación del Estado de las autonomías, cumpliendo la Constitución, aunando esfuerzos nacionales para afrontar el desempleo creciente, con un programa pactado para la economía, cerrando filas ante el terrorismo, clarificando zonas oscuras, creando ilusiones colectivas; en suma: una magna empresa de tal envergadura que sólo pueden llevarla a cabo los partidos de amplia implantación en la totalidad del Estado, actuando al unísono. Lo del modelo de sociedad es asunto de otro momento (ninguna amenaza seria se registra hoy), y no debemos olvidar que en el I Congreso de UCD se proclamó que no nos gusta el sistema social heredado, que es -se dijo allí- injusto. ¿Quién se atreverá a aliarse con alguien para a ultranza defender, unidos, un modelo de sociedad injusto?

Si el PSOE y la UCD comparten, con las naturales diferencias, la misma idea del Estado, oportuna resultará la gran coalición que proporcionaría al Gobierno los medios de acción eficaz de que ahora carece. En ese otro nivel superior de entendimiento mayoría- minoría, la Monarquía ocuparía confortablemente el puesto que le es propio en el edificio de nuestra Constitución, acabándose las molestas especulaciones de quienes no han entendido lo que es un Rey de upa Monarquía parlamentaria y democrática. Don Juan Carlos podría repetir el, sabio comentario de Leopoldo de Bélgica: «Si el Gobierno tiene mayoría, me voy de paseo, y si no tiene mayoría el Gobierno, lo mando a paseo».

Oportuna y conveniente la gran coalición, como lo fue la alemana de 1966 (fórmula feliz para frenar los progresos neonazis del NPD y para hacer frente a la recesión económica que puso en peligro el «milagro alernán»), y como resul,taron positivos los Gobiernos entre socialistas y agrarios en Suecia, socialistas y radicales en Dinamarca, socialistas e independientes en Islandia o socialdemócratas y liberales en la República Federal. Pero para que la operación salga bien es preciso desterrar algunas ideas acerca de lo que es la mayoría de votos en una democracia, así como fijar claramente, dándole todas sus dimensiones, la identidad nacional.

Se cuenta que un consejero de John F. Kennedy te advirtió en ocasión solemne: «La democracia, presidente, es algo más que el gobierno del pueblo y el reino de la mayoría». A ese estadio superior democrático es al que, en España, transcur - ridos tres años largos desde el 154, deberíamos caminar. El actual clima de diálogos (tan raro en nuestra historia) nos ayu dará extraordinariamente. Pero no llegaremos hasta la meta -creo sin esa gran coalición guberna mental UCD/PSOE, deseada por unos, temida por otros.

Manuel Jiménez de Parga es catedrático de Derecho Político de la Universidad Complutense y miembro del comité ejecutivo de UCD Barcelona.

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