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Dirigentes socialistas reafirman la necesidad del Gobierno de coalición

Dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) continúan expresándose a favor del Gobierno de coalición, en espera de que el proyecto madure en la clase política y en las filas de su propio partido, mientras el secretario general del Partido Comunista de España (PCE) ha manifestado su apoyo condicionado a tal posibilidad. Frente a dicha línea estratégica, el centro y la derecha hacen pocos comentarios: tan sólo una negativa de Martín Villa a la coalición, «en las actuales circunstancias», y la sardónica alusión de Fraga a que deberían pagársele derechos de autor por denunciar la gravedad de la agresión terrorista.

Javier Solana, uno de los dirigentes del PSOE que se muestran partidarios de la coalición, ha declarado: «El Gobierno de Suárez demuestra gran incapacidad; ha dilapidado en cuarenta días la confianza que obtuvo en el Parlamento, y la situación es grave, porque parece navegar en solitario, pese a que se dijo que era el mejor de los Gobiernos de UCD».A su vez, el diputado Enrique Barón, miembro del grupo de economistas, manifestó en Oviedo que «los socialistas vienen soportando los costes de un Gobierno de coalición sin disfrutar de sus ventajas», y agregó que con la actual estructura política del país «es lógico pensar que en España pueda haber Gobierno de coalición hasta el año 2000», según informa nuestro corresponsal José Manuel Vaquero.

Por su parte, Santiago Carrillo, secretario general del PCE, se muestra cauto respecto al planteamiento de la dirección socialista, y al tiempo que aguarda nuevas precisiones antes de profundizar en el tema ha expresado su apoyo inicial a la coalición UCD-PSOE, siempre que el programa correspondiente sea pactado con los comunistas, y que la eventual coalición no suponga la ruptura del acuerdo municipal de izquierda.

Motivo de la estrategia

A la hora de explicar los motivos de la estrategia planteada por la dirección del PSOE, distintas fuentes socialistas indican un cierto número de razones que podrían agruparse así:- La existencia de encuestas electorales y de sondeos de actitudes políticas, de las que se deduce la imposibilidad de que algún partido logre mayoría absoluta en el Congreso y, por tanto, de que una sola fuerza pueda gobernar en solitario. Las expectativas de voto actuales -siempre según datos socialistas- son mayores para el PSOE que para UCD, pero con abstención superior al 50%.

- El temor a que la crispación autonomista se traduzca políticamente en una presencia cada vez más numerosa de fuerzas regionales, en detrimento de los partidos de ámbito nacional, lo cual produciría, a su vez, una fragmentación cada vez mayor del Congreso.

- La sensación de que el estamento militar -pese a su demostrada disciplina- no soportará mucho tiempo la actual escalada terrorista, sin que se produzca algún tipo de intervención en los asuntos de la vida pública, que incluso podría justificarse constitucionalmente.

- La incertidumbre respecto a las nuevas bases de la actividad económica en España, dado que la crisis golpea a los elementos fundamentales de la prosperidad industrial en épocas pasadas: siderurgia, construcción naval, fabricación de automóviles, con las implicaciones que ello tiene para un gran sector de trabajadores y las empresas pequeñas y medianas que dependen de aquéllos. El PSOE prefiere participar en el modelo de salida de la crisis y fortalecer así sus estructuras, en lugar de limitarse a esperar tiempos menos difíciles.

Todo esto sería insuficiente, sin embargo, para obtener una explicación de fondo. En este contexto es difícil olvidar la ola de conservadurismo y de regresión a posiciones duras que se ha producido en el mundo occidental, donde apenas se mantienen algunas islas socialdemócratas, como la República Federal de Alemania y Austria, y contando con la impresión de que las próximas elecciones que se celebren en España pueden acusar ese movimiento de opinión.

Las únicas perspectivas de la izquierda moderada en Europa parecen ser las de «fortificarse y esperar», pero es evidente que la española no quiere llegar todavía a la misma conclusión; en parte, por las «luces de alarma» que Felipe González ve respecto a la situación de la democracia, y también porque el sector predominante en el PSOE ha quemado demasiadas etapas como para enraizarse de nuevo en posiciones más izquierdistas paralelamente al debilitamiento de Suárez.

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