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Crítica:MUSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Teatro musical y concierto de cámara en el festival hispano-mexicano

Las últimas sesiones del Festival Hispano- Mexicano nos han traído obras de teatro musical y composiciones para cuarteto. Juan Hidalgo, nombre avanzado en la vanguardia española, que a su vuelta de Italia estimulara el ambiente español (incluidos los compositores), presentó Tamarán, una música zaj que no se aparta del estilo practicado y creado por Hidalgo, intérprete de una acción sobre la base musical de doce pianos de cola, grabados y reproducidos con riqueza de decibelios y bajo el enigma del número trece. Desde la afirmación y negación, enfrentamiento típicamente zaj, se evoca Tamarán, la Gran Cariaria., «una de las trece gotas seminales que Atlante arrojó quién sabe cuándo sobre el mar».A su manera, el cageano Hidalgo, en sus vivencias de acción y música, es un poeta. También en el modo de enfrentarse con el tiempo, factor determinante de su teatro musical. Obras como Tamarán habrían tenido hace un par de décadas -como lo tuvieron- componentes provocativos que hoy ya no lo son. Si algunos asistentes a la representación se impacientaron hasta insinuar protestas, más se debió, según creo, a la longitud de la obra que a ninguna otra cosa.

Escuela Superior de Canto

Teatro musical: P. Urreta y A. Yanowsky, Obras de Hidalgo, AlcarazyA. Urreta. 27 de octubre. Centro Cultural de la Villa. Cuarteto Hispánico -Numen. Obras de Frisch, Gombau, Bernaola, Aracil y Galindo. 28 de octubre.

Bien distinta es la creaclíón de Alcaraz titulada D'un inconnu, plena de vitalidad e ironía, aguda crítica de la música darinstadúana, en la que un narrador (Hugo Gutiérrez Vega) se enfrenta a un violinista (Francisco Martín), en un diálogo literario-musical sencillo e ingenioso, bien medido y combinado. Al excelente resultado contribuyeron ambos intérpretes, a lo largo de cuyo ejercicio construye, burla burlando, un testimonio crítico y hasta algo didáctico.

En fin, en Cante, Alicia Urreta -tan inteligente como polifacética- rinde homenaje a su admirado Manuel de Falla en secuencias de bella esquematicidad plástica, organización coreográfica y alusión folklórica (cante jondo, Zapateado), en combinación con expresiones de distinto orden: el hombre encadenado, el maquinismo dekapor y, al final, la proyección en íodas las formas imaginables del número cien, según figura reproducido en los billetes de banco españoles y mexicanos.

A partir de una intencionalidad poética, Alicia Urreta penetra en un mundo imaginario de Falla, pleno de símbolos inconcretos, enigmáticos y sugerentes.

Música de cámara

El Cuarteto Hispánico-Numen (Palina Kotliarskaia, Francisco Comesaña, Juan Krakeriberger, José María Redondo) expuso una primera audición total: Música de cámara, de Alfredo Aracil (cuyos trabajos sobre «autómatas musicales» conocen los lectores a través de EL PAIS). Con gran precisión de concepto y exacta realización, Aracil instala en el espacio su mundo sonoro estátíco, «vacíado», reglado por largas notas y silencios, por armonías inmóviles que, desde su misma simplicidad, acaban por captarnos.

Era novedad aquí Atmósfera nocturna, del mexicano Uwe Frisch, en la que fue curioso observar cierta similitud y larga diferencia de ideación.

El resto del programa se componía de obras ya contrastadas, cuya nueva audición se agradece: el estupendo Tres mas uno, del inolvidable Gerardo Gombáu, que supo hacer de ese título sugerido principio constructivo; el segundo cuarteto (Superficie 4), de 1969, muestra de la decisiva maduración evolutiva de Carmelo Bernaola en su camino, hoy plenamente alcanzado, hacia una música «bien sonante», de trabajada y compleja textura y de extraordinaria riqueza tímbrica. Bernaola era ya un maestro en la más exigente interpretación del término, por cuanto su «querer decir» halla respuesta en un «saber hacer». Con la colaboración (de todo punto excelente) del pianista Ramón Coll, fue interpretado el Quinteto de Blas Galindo, escrito en 1960 y programado en el Festival de América y España de 1964. Tradición y modernismo, atonalidad entendida con gran libertad y armonismo, se dan la mano en cinco breves movimientos envueltos en un cierto aire posromanticista.

El Cuarteto Hispánico-Numen trabajó muy bien, hasta alcanzar momentos de auténtico virtuosismo de cámara.

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