El presidente Carter desplegó seriedad y experiencia, y Reagan, moderación y sentido del humor
Jimmy Carter vendió, sobre todo, la experiencia de un mandato en el que «he cometido errores, pero he aprendido mucho», frente a la eapacidad de persuasión de un actor veterano como Ronald Reagan, que trató de llegar a la América «profunda», presentándose como un moderado. Estas fueron las posiciones centrales del presidente demócrata y del candidato republicano en el debate televisado que les enfrentó en la noche del martes (madrugada del miércoles, hora de Madrid), en un teatro de lai ciudad industrial de Cleveland, y que ambos contendientes esperan que haya servido para inclinar a su favor el voto de un 5% de los ciudadanos que aún no han decidido a quién vo tar el próximo martes día 4.
Fue sobre todo la gran fiesta de la televisión, verdadera protagonista del proceso electoral en este país, y en gran parte quedó demostrado que «el medio es el mensaje». Las grandes de televisión «calentaron» al país días y horas antes del debate, presentado a los personajes casi como a dos boxeadores. Esta presión de las cámaras y el dato de que más de 110 millones de americanos vieron a Carter y Reagan exponer sus puntos de vista, determinaron también su comportamiento. Ambos aparecieron inseguros al principio, intentando por todos los medios no cometer un error defi nítivo, cosa que lograron. El debate no fue especialmente agresivo y, en un primer balance, resultó igualado en argumentos, razonamiento y forma de exposición.Pero los americanos quieren saber quién ganó, y ayer por la mañana los primeros sondeos realizados por la cadena de televisión ABC dieron como ganador neto a Reagan por dos a uno, después de computar 800.000 llamadas telefónicas a la emisora. Los observadores coinciden en señalar que mientras Carter estuvo, en su papel de presidente, más serio y preocupado, reflejando el peso moral del cargo, Reagan fue más profesional, más cálido en la expresión, con algunos rasgos de humor y momentos de estudiado dramatismo, cuando quebraba su voz para recordar a los pobres negros del barrio neoyorquino de Bronx, «que me preguntaban», dijo, «sí aún cabe la esperanza en América».
Política internacional
Carter trató ce llevar a su rival al terreno de la- política internacional y el candidato republicano intentó zafarse de estos temas para recordar a «catastrófica» gestión económica de Carter, que ha provocado ocho millo,nes de parados y un 12,6% de inflación. Posiblemente, el presidente no logró identificar plenamente a Reagan con un vaquero que dispara a la primera y sin mirar -como lo ha intentado durante toda la campaña-, pero el aspirante a la presidencia tampoco logró convencer al país de que su receta- económica, basada en un recorte de los impuestos de un 30% en los próximos tres años, servirá para relanzar la economía sin estimular la inflación. «No tenemos inflación porque la gente viva muy bien, sino porque el Gobierno vive muy bien, gastando alegremente», explicó Reagan
La famosa presentadora de televisión Barbara Walters puso en el escenario la patata caliente de la campaña, al preguntar a los contendientes si tenían una política definida para tratar el tema del terrorismo internacional, recordando el caso de los rehenes secuestrados en Irán. Carter eludió identificar terrorismo con Irán en su respuesta y buscó el voto judío -como lo hizo, reiteradamente, durante todo el debate-, al condenar los atentados antisemitas de Francia o los de la OLP, «con quien no trataremos hasta que reconozca el derecho a la existencia del Estado de Israel». El presidente afirmó que no permitirá, si sale reelegido, la proliferación nuclear y luchará por impedir que una nación radical -citó a Libia e Irak- consiga la bomba atómica.
Carter dijo que Estados Unidos no tiene planes para vender material militar adicional a Irán, pero si Teherán pone en libertad a los 52 rehenes «les daremos lo que ya han comprado (repuestos militares por valor de cuatrocientos millones de dólares) y desbloquearemos sus fondos congelados en este país.
Reagan hizo, por su parte, un alarde de prudencia y explicó que no dispone de la información necesaria sobre el conflicto con Irán, y «en la actual situación, no quiero estropear las negociaciones o el regreso de los nuestros». Sin embargo, el aspirante prometió que si es elegido pedirá una completa investigación en el Congreso sobre lo que se ha hecho para resolver el secuestro. Mientras tanto, concluyó, «continuaré rezando». «Nosotros no negociaremos con los terroristas», explicó Reagan, quien denunció que la Embajada americana en Teherán estaba amenazada y las autoridades de Washington no hicieron, como otros países, nada para afrontar este peligro.
El presidente Carter desplegó seriedad y experiencia, y Reagan, moderación y sentido del humor
Uno de los momentos cumbres del debate se produjo cuando Carter convirtió a su hija Amy en su consejera para asuntos de Defensa. «El otro día», dijo el presidente, «le pregunté a Amy cuál era el tema más grave con que nos enfrentamos, y me contestó: "La proliferación de armamento nuclear"». El presidente insistió en que el control de estas armas es la cuestión clave de la elección, y trató de demostrar que él conseguirá la ratificación del tratado SALT II y que la política de Reagan, quien quiere abandonar este tratado ya firmado por Washington y Moscú y negociar uno nuevo con Brezney, es una locura.El candidato republicano se presentó como un hombre de paz: «He vivido cuatro guerras, tengo nietos y no quiero volver a ver cómo mueren los americanos», dijo con voz trémula, pero explicó que Estados Unidos debe tener la suficiente fuerza militar -«el margen de seguridad para que la URSS no se atreva atacar los intereses de Estados Unidos. Carter contraatacó con la conocida acusación (le que Reagan, en los últimos años, ha propuesto enviar marines a Ecuador y Corea del Norte. Pero Reagan se defendió acusando a Carter de no decir la verdad cuando le presenta como un loco belicoso. «Ya estamos otra vez con sus cosas, señor Carter», le dijo Reaga. «Yo pienso que el mejor soldado es el que no tiene que arriesgar su vida en combate, y la mejor arma, la que no tiene que ser disparada».
El aspirante tuvo dificultades para explicar cómo -si abandona el SALT Il y, de hecho, provoca una carrera de armamerito- logrará sentar en la mesa cle negociación a Breznev.
Empate en economía
Si en el tema económico ninauno de los dos candidaitos resultó convincente y consi:Dtjió ganar al adversario, Carter sí se apuntó una ligera ventaja al debatir las cuestiones sociales. El presidente acusó a Reagan de «insensibilidad social» y recordó que el aspirante ha dicho que el salario mínimo tiene la culpa del desempleo, a lo que este respondió que el mejor salario mínimo es tener un puesto de trabajo. Carter recordó que su Administración ha creado nueve millones de nuevos empleos, de ellos, 1.300.000 para los negros y un millón para los hispanohablantes. Durante toda la noche, el presidente buscó tenazmente el voto de estas dos minorías, que podrían decidir la suerte de la elección en los Estados claves del noreste industrial del país. Reagan no hizo llamamiento a estos votantes, sino que más bien confía en obtener el voto de los trabajadores industriales blancos que viven situaciones difíciles.
Intervenciones finales
En sus intervenciones finales, de tres minutos de duración, el presidente insistió en su experiencia. «Este es un trabajo solitano y, a pesar de los consejos de los expertos, un solo hombre, en el despacho oval, tiene que tomar las decisiones. Os pido que votéis el día 4. Si todos los demócratas no hubieran ido a las urnas en 1960, Kennedy quizá no hubiera ganado».
Reagan se defendió diciendo que su experiencia está bien probada en sus ocho años de gobernador de California, un Estado de veinte millones de habitantes y que por su riqueza, dijo, sería la séptima nación industrial del mundo. «Quiero dirigir una cruzada», concluyo, con sus grandes dotes dramáticas, «para quitar al Gobierno de las espaldas de los buenos americanos».
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