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La huelga, la empresa y las fuerzas vivas

«Nuestro esfuerzo es constituir en el pueblo un sindicato fuerte que nos defienda ante la empresa». Esta es la preocupación del comité de empresa de Crimidesa, intelrado en su totalidad por afiliados a CC OO, central única en Cerezo de Río Tirón. «En el pueblo ni hay afiliación política. Aquí lo ánico que interesa es un sindicato que nos defienda ante la empresa», insisten una y otra vez los trabajadores, para quienes la imagen de Crimidesa se identifica con la de la empresa, ante la que hay que defenderse desde el sindicato y, cuya presencia en el pueblo es del,erminante a la hora de definir la actividad ciudadana.En este sentido, la huelga de Crimidesa, la más larga de España después de la que registró Ascón durante el tránsito de la dictadura a la democracia, es algo sentido por la totalidad del pueblo burgalés. «La vida en,el pueblo ha cambiado. La alegría que antes había ahora no existe. El gasto se ha recortado. Antes los bares estabari más concurridos y la gente gastaba. en la compra lo que hoy no puede comprar», asegura una de las maestras.

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Sin embargo, las fuerzas vivas del pueblo se muestran muy causas a la hora de definirse sobre el conflicto. Los maestros aseguran que para ellos, como funcionarios esta imagen es de servicio común, tanto a los responsables de la enseñanza como al párroco del pueblo; la Administración local no pudo ser localizada por EL PAIS, ya que el alcalde, independiente por la candidatura socialista a las elecciones municipales, logró evitar nuestra presencia, todos los niños son iguales, «tanto los de los hueIguistas como los de la empresa». No obstante, reconocen que a la escuela pública los hijos de la empresa acuden en minoría.

Concienciación sindical del pueblo

La empresa. Su presencia en el pueblo, sin duda por el citrácter paternalista, que, según los trabajadores, siempre ostentaron sus dirigentes, guarda un íntimo paralelismo con la obsesiva sombra de la huelga. «La mejor victoria que podemos obtener de esta huelga, que nos está costando muchos esfuerzos y más dinero aún, es la concienciación sindical del pueblo, que todos tomen conciencia de su condición de obreros, unes en la mina y otros en el campo, pero todos dependientes de un saltrio. Se acabaron los paternalismos. Aquí, desde que hay sindicatos, ya tenemos quien nos defienda de la empresa, no como antes, en el vertical, donde la empresa nos hacía el convenio, y nosotros a aguantarnos».

En este ppeó obrerista, no obstante, los sindicalistas de Crimidesa y, por traslación, del pueblo apenas cuentan con el apoyo de lasfuerzas vivas de la localidad. La Iglesia, su párroco, don Resti -Restituto Barriuso Lara-, aseguró a este diario que «nosotros, como funcionarios, tenemos la obligación de atender al pueblo, y pueblo es tanto la empresa como los huelguistas. Yo no puedo pronunciarme -tampoco se esforzó en disimular su bisoñez en estos temas- sobre lo que usted nie plantea».

El planteamiento de este diario se limitaba a conocer si la posición de la Iglesia era coincidente con el esfuerzo de concienciacióri obrera que parece trascender tras la huelga de Crimidesa. Don Resti, rehuyendo al fotógrafo sin demasiada decisión, tratando de evitar el diálogo con la Prensa por novedoso, asegura una y otra vez que no es cierto, como afirman los huelguistas de la mina, que Crimidesa muestre un trato de favor hacia el culto de la parroquia por la vía económica. «Aquí se dicen los domingos tres misas, a primera hora, a última hora de la mañana y a media tarde, porque para cada uno de los turnos hay gente».

También niega don Resti, en contra de lo que aseguran los huelguistas, que la empresa le provea de ropa para pescar, deporte favorito del cura párroco. «En cualquier caso, mi labor de funcionario insiste una y otra vez, ignorando (de desconocer) el apoyo social que demandan los huelguistas va dirigida a todo el pueblo, y en algunos casos los salarios de los mineros pueden ser injustos y, en otros, justos».

«Cuando empezaron los sindicatos», dice el comité de empresa, refiriéndose a la legalización de las centrales tras la dictadura, «el cura nos dejaba reunirnos en la iglesia. Hoy, ni nos deja tocar las campanas para pedir la solidaridad del pueblo».

La imagen de la empresa, en lo político, pese a la despolitización intencionada del pueblo, se obtiene de la siguiente afirmación de los huelguistas: «Cuando las elecciones municipales, en la candidatura inventada para UCD, pues aquí no hay ni UCD ni PSOE, aunque otra cosa es lo que íntimamente piense cada uno, se nos incluyó a dos de nosotros. Esto, dicho así, resulta paradójico que Comisiones Obreras formara en candidaturas de UCD. Cuando nos dimos cuenta de la maniobra tratamos de salirnos, pero la empresa no nos dejó».

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