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El revoltijo del Oriente Próximo

«En el mundo entero, las cancillerías observan con estupor la guerra Irán-Irak, aparentemente distante de las reglas no escritas de la política internacional. Los beligerantes invocan el mismo dios, los musulmanes combaten a los musulmanes; los chiitas de Irán recuerdan que no son árabes, y los iraquíes, que han vencido a los persas hace siglos y siglos ( ... )Los grandes no tienen ninguna responsabilidad, aun indirecta, en este conflicto. ( ... ) Connivencia pasiva en la neutralidad de los dos grandes, a los que se les escapa el control de los acontecimientos. (...)

La Unión Soviética no ha cambiado sus alianzas ni ha tomado partido por Irán, pero deja traslucir una desaprobación por Irak país aliado, cuando Jomeini vitupera el satanismo soviético. ( ... )

Los países árabes no observan una prudente neutralidad: Siria y Libia, con los que Bagdad ha roto las relaciones diplomáticas, se oponen a Irak, que apoyan Jordania, Arabia Saudí y, los Estados del golfo Pérsico. Una vez más la unidad de los Estados árabes vuela en añicos, cuando la hostilidad a Israel no mantiene la fachada unitaria.

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La prolongación de las hostilidades inquieta a los Estados del golfo Pérsico, exaspera a los soviéticos y a los americanos. ( ... ) Los intereses vitales de los occidentales están suspeididos a decisiones adoptadas por hombres que juzgan imprevisibles, irracionales. Los americanos y también los soviéticos se preguntan sobre quién van a apostar.

¿Es necesario afirmar que los grandes proponen y los pequeños disponen?

21 de octubre.

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