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Acuerdos económicos y desacuerdos políticos, saldo del viaje a China del presidente francés Giscard

Francia y China han llegado a un consenso atómico, pero no diplomático, al final de las conversaciones, mantenidas en Pekín, entre el presidente galo, Valéry Giscard d'Estaing, y los más altos responsables de la República Popular. Antes de iniciar un viaje turístico por provincias, Giscard se entrevistó con el príncipe Sihanuk, que tanto París como Pekín desearían que participara en una negociación sobre Camboya.Al día siguiente de la llegada de Giscard a Pekín, los chinos anunciaron la explosión experimental de una nueva carga nuclear. El hecho no podía ser casual. Francia, tercera potencia atómica mundial y primera de la Europa occidental que aspira a una independencia respecto a las dos superpotencias (URSS y EE UU), fue testigo consciente de esta nueva manifestación de la decisión de los chinos de convertirse en un «polo» también independiente, con defensa propia. Pocas horas después, Giscard podía anunciar que, por fin, China le compraría a Francia sus dos primeras centrales nucleares para explotación civil.

El objetivo esencial de este viaje era de orden económico. Los responsables franceses, a pesar de las dificultades financieras de los mil millones de chinos, quieren colocar sus productos en ese amplio mercado.

En el orden diplomático, a pesar de «las convergencias o ideas vecinas sobre gran número de problemas» anotadas por Giscard al concluir sus entrevistas políticas, la cumbre franco-china no ha disipado la divergencia fundamental existente entre los dos países a la hora de analizar el panorama mundial. La imprecisión de las declaraciones del presidente galo y las omisiones de los dirigentes de Pekín conducen a todos los observadores al mismo análisis: los chinas, como Francia, desean un mundo «multipolar» que reemplace al que se repartieron los dos grandes con los acuerdos de Yalta al finalizar la segunda guerra mundial. Los chinos, también como Francia, desean la creación de una Europa occidental fuerte e independiente. Pero estos dos vectores determinantes de la diplomacia francesa (descentralización del poder mundial y construcción europea), analizados por Pekín, chocan con un muro insuperable: «El hegemonismo soviético». Y esto, contrariamente al análisis francés, quiere decir para los chinos que la distensión es una broma y que una Europa autónoma debe mantenerse íntimamente ligada a EE UU para resistir a la URSS, máxime teniendo en cuenta que, en el momento presente, el potencial bélico de Europa occidental es sensiblemente inferior al de los países del Pacto de Varsovia.

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