El malestar laboralista
CALLAGHAN DEJA la dirección del Partido Laborista con un breve testamento en el que pide que su sucesor sea un hombre «nuevo, fresco y enérgico». Hay una antigua ilusión de Mesías en el laborismo, alguien que rehaga su perdida doncellez de los tiempos en que el fabianismo intelectual y la lucha obrera sindical presentaban una cohesión y una cierta esperanza. Que buscando un Mesías se vayan a encontrar, probablemente, con Denis Healey no será más que otra ironía de su historia. Los dirigentes nuevos y frescos salen de los partidos nuevos y frescos; y el laborismo ha perdido su verdor. Sufre las contracciones propias de la izquierda europea en este momento, agravadas por las circunstancias peculiares de Gran Bretaña: los tirones de sectores que reclaman posiciones duras y medidas drásticas para defender el vulnerado sector laboral y los que prefieren un reformismo conformista. Como es también peculiar en todos los partidos de la izquierda europea, es esta última ala la que predomina, y la dimisión de Callaghan -que la ha defendido siempretiende a favorecer esta continuidad.La idea de encontrar el hombrejusto y equilibrado que rehiciera la unidad pertenece también a la ilusión del mesianismo: los términos medios no resultan en las situaciones de crisis, y la de Gran Bretaña, con dos millones de parados, es muy profunda. Los pesimistas del laborismo se inclinan a pensar que, a la larga, pueden producirse una escisión en el partido: un ala derecha -que prefiere llamarse moderada, por no perder nunca el apelativo de izquierdas-, que tal vez tratase de fortalecerse con un pacto con el partido liberal, y un ala izquierda solitaria. El mismo problema está planteado en las trade unions, que tienen una estrecha relación orgánica con el Partido Laborista, pero con una diferencia: los sindicatos tienden a inclinarse hacia las soluciones de izquierda y a desmontar su propia dirección derechista. Esta tendencia es mayor a medida que la insatisfacción del sector laboral crece y se profundiza la política conservadora de Margaret Thatcher.
Los conservadores han explotado como han podido, en su congreso de Brigliton, la desgracia laborista revelada en el congreso de Blackpool. Estar en el Gobierno siempre ayuda mucho a un partido a no plantearse problemas: el poder es un gran consuelo. El punto débil de los conservadores está en las clases medias del país, lo cual es también peculiar en toda Europa: un sufrimiento que termina volviéndose en contra del partido en el poder, que nunca es capaz de contener su lenta decadencia. Podría ocurrir que estas clases medias se inclinaran hacia el laborismo de derechas como alternativa posible y como medio defensivo frente a las dos clases que la amenazan. Efectivamente, Denis Healey podría ofrecer esa contrafigura de Thatcher. A condición de que salga elegido.
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