Un plan de política turística
A la vista de los últimos datos oficiales y privados recientemente recogidos en relación con la preocupante evolución del sector turístico español, que a lo largo de estos últimos años había sido uno de los pilares fundamentales de nuestra balanza de pagos, parece más aconsejable que nunca el planteamiento de una adecuada política, que, una vez analizadas en profundidad sus causas, ofrezca las medidas correctoras de la desfavorable tendencia detectada.Como consecuencia de la última campaña de ETApm, contra las zonas turísticas mediterráneas españolas -recogida con tintes alarmistas por buena parte de los medios de comunicación extranjeros-, se ha producido una notable sensibilización de la opinión públíca. Ya en el año 1979, las bombas de ETA ocasionaron un grave, deterioro de la imagen turística española, cuyas consecuencias se han visto agravadas con su insistencia en la presente temporada.
Este impacto ha servido, por otro lado, para poner al descubierto toda una serie de problemas que, aun denunciados continuamente por los distintos estamentos profesionales del sector, no han obtenido, por diversas causas -entre las cuales no es la menor la ausencia de un plan o programa eficaz de política turística-, la debida atención por parte de los organismos competentes para corregirlos. Estos problemas han ido paulatinamente, a lo largo de los últimos años, erosionando la calidad del producto turístico español y su comercialización, tanto en el exterior como en el interior, y ha dado lugar a que tengamos que reconocer que nuestra oferta es hoy menos competitiva que nunca, en precio y en calidad, y que los resultados se dejaban ya sentir sobre la economía nacional aun antes de las bombas de ETA.
Estamos pagando, pues, en buena parte las consecuencias de esa falta de política, culpable de la no resolución de viejos problemas, que hoy nos acucian, y a los que hay que hacer frente con talante innovador y ánimo esforzado y solidario.
Aun cuando somos fundadamente optimistas y creemos firme,mente que existen soluciones, comprendemos que no se puede exigir el resolver de un solo golpe la totalidad de los problemas acumulados durante tantos años de improvisación, ni existen fórmulas o recetas mágicas para ello. Tampoco son los consabidos «paquetes» de remedios de emergencia concediendo moratorias fiscales, o del pago de cuotas de Seguridad Social, o la dotación más o menos generosa de créditos para esto o aquello, aun cuando a corto plazo puedan ser útiles y aconsejables como balón de oxígeno que facilite la supervivencia de muchas empresas en trance de desaparición. Pero, cuando los problemas son estructurales, esto no es suficiente.
Se hace precisa la elaboración con todo rigor y seriedad de un plan de política turística que haga posible la recuperación, reestructuración y consolidación del sector; plan que, como es de esperar en algunos casos, habrá de propugnar indefectiblemente la rotura de viejos moldes o la pérdida de privilegios adquiridos y mantenidos durante años.
Su completa aplicación no será tarea de dos días y habrá de comprender medidas, acciones y objetivos a corto, medio y largo plazo; pero, dada la actual situación y su preocupante tendencia, deberá fijarse un hito lo más próximo posible en el tiempo, y todo parece aconsejar como conveniente el aprovechar el eco y el impacto que pueda tener la celebración en España del próximo Campeonato Mundial de Fútbol de 1982 para presentar ante el mundo la nueva imagen remozada y atractiva de España como destino turístico de amplio espectro.
La integración en la CEE
Es una oportunidad que no podemos desaprovechar, si queremos conseguir un relanzamiento y una reactivación seria de nuestro sector, de cara a los años venideros y, fundamentalmente, a nuestra integración en la CEE en 1983.
Se ha de perseguir como objetivo prioritario una mejora de la calidad del producto turístico español, sin olvidar algo tan importante como sus condiciones de precio, que lo puedan hacer nuevamente competitivo ante nuestros clientes habituales. Todo ello completado con una adecuada acción comercial en íntima colaboración con las empresas privadas y públicas, tanto en el interior como en el exterior, para la recuperación de los mercados perdidos y la apertura de otros nuevos aún sin explotar, sobre los que hasta ahora el producto turístico español había tenido una débil incidencia.
Podríamos, según esto, concretar los objetivos del plan en los tres siguientes: mejora de la calidad, mejora del nivel de precios y una adecuada promoción y comerciafización.
Por último, habría que establecer una acción de seguimiento de la ejecución del plan, tanto en su cronología como en la efectividad de su aplicación.
A la hora de señalar dificultades hemos de tener en cuenta que no todas las acciones estratégicas seleccionadas para conseguir los objetivos fijados estarán al alcance de las autoridades turísticas. Buena parte de ellas no lo estarán en absoluto; pero, dada la trascendencia sobre nuestra actividad, a ellos corresponde conseguir la necesaria colaboración de los distintos órganos de la Administración afectados y el insistir, sin desaliento, hasta la efectiva solución de los problemas.
Nos atreveríamos incluso a propugnar, para este caso como para otros donde existan graves problemas de coordinación administrativa, el estudio de la conveniencia de reeditar debidamente actualizada la figura del denominado Comisario Regio, tradicional en otros tiempos en la práctica administrativa española y de gran eficacia.
Otro tipo de dificultades a que hacer frente son aquellas derivadas de circunstancias de origen exógeno sobre las cuales es difícil, o más bien imposible, cualquier acción estratégica para corregirlas; pero, dada su influencia sobre el resto de las variables o temas estratégicos de carácter endógeno, se hace necesario un conocimiento lo más puntual posible sobre su situación.
Giran fundamentalmente en torno a los dos temas de gran importancia, como son la demanda y la competencia. La demanda tradicional, tanto interior como exterior, del turismo español atraviesa actualmente una gran crisis económica que reduce en forma importante su capacidad de gasto. Muchos países occidentales han puesto en marcha campañas disuasorias aconsejando a sus nacionales disfrutar las vacaciones dentro de sus fronteras, al objeto de ahorrar divisas, lo que se ha dejado sentir en todos los países receptores de turismo, independientemente de cualesquiera otras motivaciones sobre gustos o preferencias. Lo cierto es que la ya de por sí dura climatología centroeuropea, agravada por un verano especialmente desapacible por aquellas latitudes, ha hecho añorar a muchos las soleadas playas españolas, lo que puede constituir un factor promocional favorable para temporadas próximas.
La competencia y su evolución es otro factor a tener en cuenta a la hora de analizar el entorno que condiciona nuestra promoción y comercialización turísticas.
Hasta el momento, nuestros principales competidores en el campo turístico han sido países europeos, y más concretamente, mediterráneos. Al resurgir de potencias turísticas tradicionales como Francia e Italia hemos de añadir la irrupción de nuevos países, como Yugoslavia, Grecia, Túnez o Marruecos, que, si bien por el momento individualmente considerados no son relativamente significativos, tienen conjuntamente su peso. Hasta ahora, debido a la falta de una adecuada infraestructura, sobre todo hotelera, su incidencia era débil; pero año tras año van mejorando y pueden llegar a constituir una seria competencia. Al mismo tiempo, un nuevo y peligroso frente se nos abre en el área del Caribe, que, al amparo del enrarecido mundo de la aeronáutica comercia y sus guerras de tarifas, puede ser un muy serio competidor, pues, resuelto el problema del coste del transporte, su infraestructura y sus recursos naturales y culturales constituyen atractivos de primer orden.
Se hace imprescindible el profundizar con un estudio riguroso y completo sobre la competencia y su incidencia sobre nuestro mercado, al objeto de adoptar las medidas estratégicas más convenientes para contrarrestar sus efectos.
Bástenos, pues, por el momento tener en cuenta que la crisis económica mundial, al surgir de una competencia cada vez más agresiva, y la agravación de la actividad terrorista condicionan el entorno en el que se desarrolla nuestra actividad, y que ha de tenerse muy en cuenta a la hora de hacer una planificación rigurosa.
Pero si mediante dicha planificación somos capaces de corregir los defectos estructurales de nuestra industria, mejorando la calidad de nuestro producto turístico, a unos precios competitivos y con una comercialización apropiada, todas las dificultades y factores negativos apuntados, incluidas las campañas terroristas de ETA o cualquiera otra eventualidad que pueda afectarnos, podrán erosionar o deteriorar parcialmente nuestra imagen y, consecuentemente, la calidad de nuestra oferta, pero no serán capaces de tambalearla y, menos aún, de destruirla.
Las reflexiones y comentarios aquí expuestos pretenden simplemente reflejar una opinión y propugnar una ordenación racional y sistemática de los problemas para un mejor diagnóstico de los mismos, sus causas y sus efectos, así como las acciones correctivas más aconsejables según los casos, todo ello siguiendo las más avanzadas técnicas de diagnosis y planificación estratégica aplicadas en este caso a la política turística, y conducentes al alumbramiento de un plan o programa que no permita hacer frente a la problemática que nos afecta.
Su concepción y puesta en práctica, así como su seguimiento, es tarea de expertos que crean en la idea y cuenten con las facilidades y medios adecuados, que no tienen por qué ser cuantiosos para ponerlo en práctica, e informen puntual y seriamente a la opinión pública sobre la evolución de las magnitudes y variables que afectan al sector.
En esta línea somos de la opinión, en contra de lo manifestado por algunos medios empresariales, de que todas estas tareas se verán facilitadas como consecuencia de la más adecuada ubicación de la actividad turística en dependencia directa de la vicepresidencia económica. Ello puede interpretarse como un paso más en el perfeccionamiento de la tendencia ya comenza con su separación de la inforínación y su inicial adscripción al Ministerio de Comercio, y como un claro indicio de una mayor sensibilización por parte de la Administración hacia la problemática turística, que así tendría un sistema de comunicación más directo con los centros de decisión política sin ministerio interpuesto, gozando, por tanto, de una mayor atención y operatividad.
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