Lo que se pide de Suárez
Si la oleada crítica contra el presidente Suárez versase sobre el grado de eficacia de su Gobierno, podría ser más o menos justa, pero perfectamente legítima. Tal como está planteada, en su 90% resulta impresentable, falta de ética y errónea, aderezada con gotas de infantilismo y hasta -no quisiera decirlo- mala fe. Un lector objetívo tiene que volverse irremediablemente suarista, y algo de eso me está pasando a mí, y algo de eso les pasó a los electores de marzo-79, dando la vuelta a una tortilla que estaba ganada de antemano para el socialismo.Al presidente se le pone todos los días a parir por hechos que no se han producido ni, en la mayoría de los casos, van a producirse nunca, que sólo están en la mente de quien escribe. Se lanza profecía tras profecía, ninguna buena, claro, a gusto del consumidor y del grado de fantasía del profeta de turno. Se prejuzga todo, absolutamente todo de forma totalmente gratuita, dando por sentado las más aviesas intenciones. Se emiten juicios sobre su persona falsos o inútiles de demostrar. He leído estos días que está groggy, con los ojos vidriosos, con las cejas abiertas, pálido, ojeroso, etcétera, cuando -procesión aparte- en todas partes se le ve sereno, sonriente, fresco y pimpante. Se dice que no lee un solo libro...
Se escriben artículos en tonos sarcásticos, irónicos, frívolos, que tienen la virtud de convertir, incluso, lo bueno en malo. Es algo así como cuando para hablar de un hombre bueno se dice que es un tontaina. Se le pide, no buen gobierno, sino gestos espectaculares, golpes de efecto, bellas palabras, populismo, liderazgo carismático (que lo hizo cuando fue necesario), como si esto fuese Africa, o hubiésemos salido de una terrible guerra ayer mismo. En suma, se le exige teatro, comedia y mentira, cuando Suárez está huyendo de ello como del diablo y trabajando donde se debe, en el despacho.
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