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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Las esperanzas de la reconversión

Emilio Ontiveros

Al final del presente áño se prevé que el superávit por cuenta corriente de los países de la OPEP supere los 110.000 millones de dólares, lo que supone multiplicar por quince la cifra de 1978 y duplicar la del pasado año. Sobre una base acumulativa, al término de 1980, los activos netos externos de este grupo de países superarán los 300.000 millones de dólares.Asumidos estos resultados como cuadro mínimo de indicadores de la «segunda crisis del petróleo», la atención de los países no exportadores se centra en la viabilidad y carácter del necesario proceso de reconversión de los excedentes financieros. Se trata, en síntesis, de determinar hasta qué punto puede hoy. llevarse a cabo, con eficacia similar, una segunda edición del proceso de reconversión derivado de la crisis de 1973-1974, polarizado a través del mercado de eurodivisas por la banca privada internacional, que dotó de una importante fluidez a un proceso de transferencia que se presumía lleno de viscosidades y obstáculos.

En la situación actual, a la importancia del volumen de excedentes potencialmente reconvertibles, hay que añadir nuevos factores que contribuyen a alimentar la incertidumbre. En primer lugar, la actitud de los principales bancos internacionales, que, ante los bajos diferenciales y las perspectivas inflacionistas, se resisten a convertirse en deudores de los grandes, pero volátiles depositantes de la OPEP. En segundo lugar, el nivel de endeudamiento de los países en vías de desarrollo ha alcanzado niveles sin precedentes. La comunidad bancaria internacional ha venido suministrando en los últimos años una cifra próxima a los dos tercios de las necesidades de financiación de estos países, contra menos de un tercio a principio de los setenta. El problema de estos países no radica tanto en la suma de sus necesidades netas de financiación externa, que en términos reales no son muy distintas a las de 1974 o 1975, cuanto en el tamaño de la deuda externa pendiente, estimada, para finales de este año, en 360.000 millones de dólares, lo que supone destinar una parte sustancial de sus ingresos por exportaciones al servicio de la deuda. Como elemento que adicionalmente contribuye a agudizar el escepticismo de la comunidad eurobancaria, hay que señalar la alta concentración de operaciones de préstamo en el seno de este grupo de países, de los que diez de ellos totalizan un 70% de los recursos totales.

La persistencia de esta actitud de la banca privada, junto a la vocación intervencionista de algunos bancos centrales y organismos internacionales, podría traducirse en un brusco descenso de la actividad crediticia del euromercado que tuviera como resultante, a corto plazo, el desvío de las petrodivisas hacia mercados e instrumentos inversores alternativos y, en última instancia, el cambio en la moneda de denominación de las exportaciones de los países de la OPEP y la ralentización de la extracción de crudos.

No es de esperar, sin embargo, que, a corto plazo, tenga lugar una ruptura tal que origine consecuencias como las señaladas, de igual forma que tampoco es probable que en esta segunda ronda la reconversión alimente la oferta del euromercado en igual medida que lo hizo hasta 1978. La magnitud de los activos externos en dólares USA en manos actualmente de los países de la OPEP actuará indudablemente como freno a las tentaciones de desplazamiento a otras inversiones e incluso, a corto plazo, como restricción a la diversificación en otras monedas. Adicionalmente, las necesidades de financiación de los propios países industrializados contribuirán a superar el exceso de escrúpulos y precauciones de los grandes eurobancos.

En cualquier caso, el que esta segunda ronda de reconversión tenga lugar sin grandes asperezas no supone la perpetuación del mecanismo y, mucho menos, la permanencia del mercado de eurodivisas como canal transmisor fundamental. A medio plazo, empezarán a surtir efecto las demandas de algunos países industrializados de dotar de un mayor protagonismo en la transferencia de los excedentes a las instituciones financieras internacionales y, también, los propios países de la OPEP tenderán a diversificar sus tenencias de divisas, potenciando aquellos mercados domésticos capaces de ofrecer una relación rentabilidad-riesgo equivalente a la del euromercado. En este sentido van dirigidos los esfuerzos de Alemania Occidental y Japón, para canalizar directamente excedentes suficientes para dar cobertura al déficit combinado de 22.000 millones de dólares con que cerrará el año sus balanzas por cuenta corriente.

Emilio Ontiveros Baeza es profesor de Financiación Internacional de la Universidad Autónoma de Madrid.

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