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San Sebastián ha recuperado en la Semana Grande unas fiestas despolitizadas

Mábel Galaz

La Semana Grande de San Sebastián ha sido este año una fiesta sólo recordada, por su brillantez, por los más antiguos del lugar. Las ya antiguas programaciones sofisticadas, reguladas por los estamentos oficiales de los años franquistas, dieron paso a una mayor participación popular, que a partir de 1976 mantenía duras tensiones, debidas a la intervención de los grupos políticos. En este agosto de 1980, las fiestas volvieron a su origen. Los donostiarras han vivido unos festejos tranquilos, donde la nota más clara ha sido la despolitización, sin ningún incidente y con una recuperación de más del 30% de participación de los ciudadanos y forasteros.

La Bella Easo, ciudad española donde nace el veraneo en la época de Isabel II, reina que empezó remojándose. en la bahía, al cuidado de un vascote campechano que anunciaba la llegada de las altas olas al grito de «¡Reina, mete cabesa!», ha recuperado la tranquilidad y ha servido, con su última semana grande, como demostración sociológica del sentimiento popular. El programa de fiestas no ha tenido nada espectacular: regatas, festivales folklóricos, fuegos artificiales y disfraces para una recuperación de la belle époque, que ponía a diario nota de color a la participación ciudadana, que acudían a la playa ataviados con sus amplios trajes de rayas y las calabazas a la cintura. Iñudes, artzaias y personajes de época desfilaron por la capital, algunos montados en «antiguos cacharros».Para el Centro de Atracción y Turismo (CAT), dependiente del Ayuntamiento de San Sebastián, este año ha sido sido el de la «recuperación». Las 3.000 plazas hoteleras y los 10.000 apartamentos y pisos particulares que alquilan habitaciones están cubiertos al tope desde el pasado 15 de julio. Donosti ha vivido con alegría y buen humor, intensamente, todas las horas de la última semana. Sólo han faltado las tradicionales corridas de toros, a falta de una plaza que la iniciativa particular convirtió hace algunos años en lujosos apartamentos.

El numeroso tráfico de la ciudad quedó paralizado estos días durante algunas horas, para dejar paso a los jóvenes ataviados con los trajes típicos de época, que se sentaban en las terrazas del bulevar para tomar el distinguido té de la tarde. Familias enteras se vistieron para el acontecimiento. Unos se hicieron trajes de paseo, otros caracterizaron a personajes típicos de aquellos años, y justo ahora, que el pleno del ayuntamiento ha autorizado el desnudo parcial en las playas de la ciudad, jóvenes bañistas se sumergían en las aguas del Cantábrico protegidos por largos bañadores.

En cualquier momento, la aparición de las cuadrillas, encabezadas por sus bandas de música, entre las que sigue siendo única la del famoso grupo de los Pomposos, animaba a los que paseaban, aprovechándose de las altas temperaturas de estos días; era motivo claro para seguirles, como al flautista del cuento, obsesionados por saltar y danzar, en busca del sano desgaste muscular.

Ausencia de incidentes

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Las fiestas han sido para todos. La recuperación del bulevar donostiarra ha servido para que las familias, niños pequeños incluidos, pudieran disfrutar del paseo, mientras en el quiosco se escuchaba no sólo las músicas regionales o tradicionales del país, sino clásicos pasodobles, chotis y sevillanas.Ni un cartel, ni una pancarta alusiva a situaciones políticas. En un afán de estar al margen de cualquier problema, los comentarios de bares y restaurantes eran de total distensión, donde el principal tema del pasado domingo fue la eliminación de la Real Sociedad en un torneo futbolístico por el Real Madrid.

En estas fiestas, hasta los niños han tenido permiso para trasnochar, y en sus imágenes quedaron la brillante alegría reflejada en un cielo iluminado por los fuegos de artificio, que han superado todas las cotas de espectación. Antes del primer bombazo, que anunciaba la colección que quemaron los valencianos Caballer o Arnal, era imposible aparcar en ningún lugar céntrico de la ciudad, y miles de personas se asomaban a las atalayas de La Concha para contemplar los fuegos.

Las noches, parte importante de cualquier festejo, mantuvieron asimismo un tono tranquilo, sin ningún tipo de incidentes. Las clásicas madrugadas, en que aparecen los primeros bañistas, confundidos con el amanecer, para aprovechar la tranquilidad del mar, que a esa hora descansa sobre la arena de Ondarreta o La Concha, fueron seguidas desde el paseo con gran animación por los menos decididos, quienes hacían alusiones a la posible aparición de la ya clásica boita, delicada serpiente de mar que, según la tradición, hace la competencia en Donosti a la menos agradable del lago Ness.

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Sobre la firma

Mábel Galaz
Fue la primera mujer en pertenecer a la sección de Deportes de EL PAÍS. Luego hizo información de Madrid y Cultura. Impulsó la creación de las páginas de Gente y Estilo. Ha colaborado con varias cadenas de televisión y con la Cadena Ser. Ahora escribe en El País Semanal.

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